No se trata de copiarle a López (a Jaime, no al otro) pero la cháchara chilanga chafeó porque nos quedaron a deber, un buen show, al menos en la única realidad posible: la confrontación ágil entre caracteres, no la recitación como espectáculo, excepto si alguien se puede conformar con frases tan inspiradoras como las de la señora Clara Brugada quien nos habla (pequeño arranque del peñismo) del “chilango moment” o de su modestia cuando se dibuja humildemente como “una mujer que hace de las utopías una realidad”.

Cada uno llegó al debate entre los candidatos y la candidata (peyorativamente llamado chilango, pero, en fin) con una buena cantidad de piedras en el morralito.

Chertorivski, además, con una caja de palomitas sin palomitas. Mal recurso de producción para quien prometió propuestas y respuestas y tuvo su mejor momento cuando exhibió la fotografía del desastre del Metro, en aquel fatídico tres de mayo en Tláhuac.

Santiago Taboada también recordó ese derrumbe lo cual Clara Brugada para decirle sí, pero a ti se te está cayendo la candidatura. 15-0.

El debate, previsiblemente rijoso —aun cuando con puras balas de salva– tuvo dos estrategias.

Clara atacaría a Taboada; Taboada atacaría a Clara y Salomón, salomónicamente se quejaría de ambos rijosos y los llamaría a la seriedad y el debate formal. Obviamente debatir en serio –para él- es escuchar sus ideas. O sus ocurrencias, la más contable de todas ellas fue su requerimiento de presupuesto adicional para la ciudad (tiene cerca de 300 mil millones de pesos). La friolera de otros 17 mil millones más. Una baba de loro, pues.

La verdad y el origen del hastío en esos mal llamados debates, está en la naturaleza misma del buen comportamiento político. Confundir un debate con un examen profesional.

Cuando se habla de las propuestas (como definía su estilo Chertorivski, propuestas y respuestas), se habla de cosas ya dichas y redichas. Al menos nada de cuanto dijeron ayer los dos candidatos y la candidata es algo ya leído y escuchado desde hace meses. Lo han anunciado y repetido una y otra vez en sus entrevistas de prensa y en sus discursos de campaña durante los últimos meses. Puro rollo.

Por ejemplo, ¿Quién tiene atención para escuchar la tarabilla de agudo falsete de Clarita cuando se tira un listado de diez puntos de fomento económico tan amplias, obvias y generales, como para sonar reiterativas y repetitivas (finanzas, sanas, certeza jurídica, economía social, fomento a la inversión…)?

Tampoco resulta muy atractivo el desfile de las promesas y las cuentas sobre el aire, como los 32 mil millones de pesos para la economía descritos por Santiago Taboada o la obra imposible de Salomón Chertorivski quien quiere llevar el Metro a Xochimilco (posible), pero además hacer la décimo cuarta línea del subterráneo, nada más por toda la avenida de los Insurgentes, avenida cuyo cabo está en los Indios Verdes y con rabo en la salida de Tlalpan. Ya puede seguir a Cuernavaca.

Como le dijeron a Jesusa: sí Chucha.

Por eso lo interesante de un debate de estas características es la confrontación de personalidades; no de imaginerías o propuestas seductoras más allá de su posible o imposible realización. En una campaña electoral no hay imposibles.

Ofertas maravillosas como un sistema de salud integral, becas hasta por respirar, entrega de la educación al gobierno capitalino (no pueden con lo que tienen y quieren más) y programas sociales encima de los programas sociales, con lo cual esencialmente se reconoce lo irreversible del morenismo cuya munificencia electorera bajo la sombrilla dadivosa es la columna vertebral de toda oferta política opositora.. Ni modo, ellos los escrituraron a su nombre hace ya muchos años.

–¿Quién ganó el debate?

Pues los conductores de TV, Blanca Becerril, Víctor Hugo Michel y la utopía. ¿La de Clara? No, la utopía como sinónimo de cosa imaginaria, imposible e inexistente.

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Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona