Entre los años 2017 y 2018, en plena decadencia formal del neoliberalismo reaccionario y conservador, recién estrenado el gobierno actual y aun durante este año, como sucedió en Quintana Roo,  se registraron en el país enormes interrupciones del suministro eléctrico. Fallas muy graves.

Desde entonces ( y aun antes), el CENACE –Centro Nacional de Control de Energía–  elaboró diagnósticos y proyectos para impedir futuros accidentes similares. El resultado fue enteramente satisfactorio: los apagones ocurrieron de nuevo. Una calca de lo anterior. Insuficiencia, desorganización, caducidad. 

Ahora, guiados por la sabia mano del Director General de la CFE, Manuel Bartlett, el último patriota, los responsables del servicio público nacional, dijeron con presteza en estos días,  no sabemos por qué ocurrieron los apagones, pero no ha sido responsabilidad de alguien en concreto. Debe haber sido culpa de la corrupción neoliberal  y su funesta herencia.

Cuando no hace mucho la frontera nor oriental se quedó a oscuras, se publicó este análisis de las causas, no muy distinto al presentado cuando se apagaron  Baja California y la Península de Yucatán en 2018 y después: vientos, tormentas, problemas meteorológicos. falta de gas y quema de pastizales.

“…En la región de Tamaulipas, cercana a la frontera con los Estados Unidos de América, se presentaron fuertes vientos que causaron daños en las áreas urbanas de Matamoros, Reynosa y sus zonas aledañas…” 

Los apagones de esa temporada abarcaron amplias zonas de Nuevo León, Coahuila y, como ya se dijo, Tamaulipas. La explicación, (exculpación), fue simple: 

“…Previo a estos eventos (climáticos y desconsiderados, todos ellos), el sistema y la red eléctrica se encontraban operando dentro sus límites operativos (sic) seguros; sin embargo, fortuitamente se presentaron contingencias múltiples, es decir, más de un solo elemento en el sistema salió́ de servicio al mismo tiempo…” 

Las explicaciones sin explicación satisfactoria, son absolutamente cantinflescas. Entonces, como ahora:

“El criterio de seguridad establecido en el Código de Red vigente establece que el sistema debe estar protegido para la pérdida sencilla de cualquier elemento, sea generador o línea de transmisión, por lo que, si solamente se hubiera perdido una sola línea en los eventos, no se hubiera provocado ninguna interrupción en las regiones y, por lo tanto, no se hubiera presentado apagón alguno…”

Eso es obvio y si la tía tuviera ruedas, sería bicicleta. De pedales, claro; no eléctrica porque entonces serviría nada más para hacer ejercicio estacionario.

Los diagnósticos anteriores, provenientes todos de los archivos del CENACE, y tienen el mismo ADN de las tramposas palabras  Manuel Bartlett, quien  atribuye los apagones y las fallas sistémicas, a la falta de energía eléctrica en un momento determinado por causas no determinadas. Lindo.

El gobierno de la Cuarta Transformación emitió apenas en septiembre de este año, un  comunicado de prensa en el cual anunciaba un cambio en el CENACE, suficiente para garantizar la confiabilidad en el servicio. 

“Comunicado de prensa 03/2020.- El Ing. Carlos Gonzalo Meléndez Román asumió este jueves la Dirección General del Centro Nacional de Control de Energía (CENACE) tras la renuncia voluntaria del Ing. Alfonso Marcos Flores.

“El Ing. Marcos Flores sometió a consideración del C. Presidente Andrés Manuel López Obrador su renuncia voluntaria por motivos única y exclusivamente personales, la cual fue formalizada el pasado 21 de septiembre de 2020”.

A pesar de la sospechosa insistencia en la soberana decisión del ingeniero Marcos Flores, el cambio directivo ha servido para untárselo al Camembert. En menos de tres meses el sistema se les reventó: diez millones de personas sufrieron un magno apagón. 

El texto del cambio de director en ese órgano de control de energía es una pieza superior a cualquier texto de ficción  científica. Ya hubiera querido Ray Bradbury con todo y sus vendedores de pararrayos.

“…Este relevo garantiza la confiabilidad del suministro eléctrico bajo los principios de eficiencia, transparencia y objetividad, cumpliendo los criterios de calidad, confiabilidad, continuidad, seguridad y sustentabilidad en la operación y control del Sistema Eléctrico Nacional y el Mercado Eléctrico Mayorista”.

 “…La multitud empujada por la oscilación de las luces, dio vueltas como un enorme tiovivo, y cuando las lámparas comenzaron a apagarse, se precipitó a los pocos puntos de luz que quedaban , como para abrigarse en ellos, antes de  lanzarse a desafiar al viento… una a una las luces se fueron apagando…

“…Las luces de la tienda se apagaron.

“Los policías, los médicos, los niños sintieron que se les ponía la piel de gallina. 

“Por ahora, en aquella encerrona de la medianoche, la silla eléctrica era de pronto una hoguera… (RB)”

Objetividad, calidad, confiabilidad, continuidad, seguridad, sustentabilidad…

¡Vaya barbaridad, cuánta calamidad! para terminar en la oscuridad. 

Solo les faltó decir, tentad sin temeridad ni responsabilidad; babead, mirad laconductividadcon teas de la antigüedad; del recibo la deducibilidad, del pretexto la funcionalidad, la espontaneidad sin importar la edad, ni la honorabilidad, la imbatibilidad o su falsa imparcialidad, en torno de la impasibilidad, camino de la impopularidad, cuando hay imposibilidad de acusar imputabilidad o siquiera inconformidad, de cara a la evidente incurabilidad, muestra de subnormalidad.

Viva la maldad.

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Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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