Posiblemente en sus ratos libres, cuando termine de jugar a la búsqueda de la verdad no histórica, el señor subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, pueda buscar algunas acepciones de la palabra censura, extraviadas del diccionario de su jefe y amigo, el Señor Presidente de la República.
En su obsesiva crítica contra sus críticos (amor con amor se paga, suele decir el Ejecutivo), y tras hurgar en los folios y páginas electrónicas lo sabido a simple vista, el jefe del Ejecutivo, cuyo desprecio por los medios lo empuja a ofrecer una diaria conferencia de catequesis, disfrazada de labor informativa para esos abominados medios, ha prometido no ejercer censura y garantizar la libertad de expresión.
O sea, ha ofrecido cumplir con la Constitución, como si fuera algo optativo. Esa promesa da miedo.
Y eso por la deliberada omisión del significado de la palabra censura, la cual se quiere reducir simplemente a prohibición o veto previo para imprimir o divulgar alguna idea, argumento, tesis o expresión personal. Eso no ha existido, al menos en tiempos recientes.
No sólo se censura cuando se prohíbe y si el distinguido y paciente lector tiene tiempo, esta es la lista de acepciones del verbo, muchas de las cuales son conducta constante del presidente censor.
Veamos:
1. f. Acción de censurar.
2. f. Dictamen o juicio que se hace acerca de una obra o escrito.
3. f. Corrección o reprobación de alguna cosa.
4. f. Pena eclesiástica impuesta conforme al derecho canónico.
5. f. Entre los antiguos romanos, oficio y dignidad de censor.
6. f. Psicol. Conjunto de factores que regulan
determinados hechos psíquicos permitiendo que algunos emerjan a la consciencia y otros se repriman.
7. f. (desus). Padrón, asiento, registro o matrícula.
Censura de cuentas
1. f. Control externo de la contabilidad de una empresa o institución.
Censura previa
1. f. Examen y aprobación que de ciertas obras
hace un censor autorizado antes de hacerse públicas.
Censura sanitaria
1. f. examen que ejercen las autoridades sanitarias
en relación con la publicidad de los medicamentos, con fines de protección de los ciudadanos.
Previa censura
1. f. Censura previa.Examen y que anticipadamente hace el censor gubernativo de ciertos escritos antes de darse a la imprenta.
El ejercido por el censor jurado de cuentas. Veto parlamentario.
Como se ve, especialmente en su segunda acepción, la censura es algo cotidiano.
Cada y cuando el Presidente habla de la prensa “Fifí”; de los intelectuales patrocinados, de los mezquinos intereses de columnistas y opinócratas, duelos de medios y demás, ejerce un acto de censura –le
gítimo, si fuera nada más la opinión de un ciudadano— o si lo comprendemos como un ejercicio analítico sobre asuntos públicos. Y nada es tan público como lo publicado.
Pero la insistencia del “indefenso presidente” (nadie ha acumulado poder superior al suyo, ni durante la “presidencia imperial”, como la llamó Krauze, ahora cómplice de ella), a quien se ataca como antes sólo se hizo contra Madero es francamente tendenciosa.
La jeremíaca actitud del hoy presidente en este tema, no es nueva. ¿Cuánto tiempo denunció un imaginario “cerco informativo”· en su contra. Y lo denunciaba en los medios donde supuestamente estaba cercado y proscrito.
–¿No fue en la misma televisora de los video escándalos (no el de Pío; los de Bejarano) donde tuvo lugar su exitoso debate contra Diego Fernández de Cevallos, sólo por dar un ejemplo entre muchos?
Hoy el Presidente ha repetido:
“…Nunca se había atacado tanto… y nunca se había garantizado a plenitud la libertad de expresión (¿nunca?)…
“…No ha habido censura, ninguna represalia en contra de nadie, no se ha perseguido a nadie de los medios de información, lo que pasaba anteriormente…
“…Además, por convicción nosotros nunca, jamás limitaríamos la libertad de expresión, ninguna de las libertades…”
A mi en lo personal las opiniones y actitudes del Señor Presidente sobre los medios, no me dicen nada. No hay en su conocimiento, ni en su interpretación, algo desconocido para mi menda en estos últimos 50 años. Comencé a escribir en tiempos de Díaz Ordaz –cuyo control se ejercía de otra manera– y he seguido hasta estos.
Nada nuevo bajo el sol, sólo han cambiado las formas. El poder siempre se comporta igual porque se sabe invencible y su voz siempre asusta. Y más cuando hay hordas (porriles o tuiteras) dispuestas a considerar sus opiniones como lineamiento moral.
Sus opiniones y diagnósticos, son interpretados por algunos como instrucciones contra los herejes del nuevo catecismo.
La calificación negativa sobre los medios desde el Palacio pone en riesgo físico a muchas personas. Y ya no hablemos de la pena de infamia, del estigma desde la cumbre, del rayo jupiterino.
Eso es una forma de censura. Es el anatema (“…condena al exterminio de las personas o cosas afectadas por la maldición atribuida a Dios…”)
No impide abiertamente pero descalifica, denuncia, acusa, señala complicidades reales o imaginarias, de hoy o de ayer, moteja y advierte, pero acto seguido promete el respeto a la
libertad. Es una curiosa versión de la mano derecha y la izquierda.
Cuando alguien ejerce su libertad (no LA libertad), entonces contra él se arremete desde un microscopio en el cual disentir –o estar en contra–, es pecado y aplaudir es cumplimiento ético y profesional. Conmigo (“La jornada”) o contra mí (“El universal”).
Los peligros para los periodistas, ya han sido advertidos por los organismos internacionales; la ONU; la OEA, y las comisiones no gubernamentales de Derechos Humanos a las cuales se desprecia y censura mientras “Chicoché” canta, ¿quién pompó?
Pero este insalvable choque sin fin, no debería ser el motivo principal de preocupación. Al menos no el único.
Viene uno más grave y guarda relación con la Suprema Corte de Justicia y el proyecto de sentencia sobre la madre de todas las consultas.
La afirmación pasiva en el discurso es también una forma indirecta de amenaza, como sucede, hacia Luis María Aguilar Morales, ministro ponente de la Suprema Corte de Justicia, a quien ya se le colocó el Sambenito (¿Mussolini?) de la parcialidad interesada en cuanto a la consulta para juzgar a los ex presidentes, porque fue nominado por el ex presidente Felipe Calderón y además asistió a una boda “maldita”.
Se les ha advertido a los togados:
“…Pues que actúen con apego estricto a la ley, que no se dejen intimidar, que actúen con criterio…que también, aunque ellos resuelven de conformidad con lo establecido en las leyes, en este caso en el artículo 35 de la Constitución y en la Ley de Consulta Ciudadana, que también tomen en cuenta el sentimiento del pueblo… “
–¿Cuál es el sentimiento del pueblo?
Esta sugerencia a la Corte, de atender el sentir popular suena como una instrucción o una advertencia.
–¿Quién percibe, el sentimiento del pueblo?
–Yo.
Y esto parece un argumento para disolver la tesis del Ministro Aguilar (cuya alta calidad jurídica, le dio, en una votación interminable de hasta 30 rondas, en la cual participó la actual secretaria de Gobernación, la presidencia de la SCJN), cuya exposición razonada se anula con el simple recurso de negar desde el Ejecutivo sus argumentos judiciales.
“…ya sé que tienen que resolver con apego a la legalidad, que no necesitan leerme el artículo de la Constitución, es el 35, y que ahí se establece que no se deben de violar los derechos humanos. Yo considero que no existe ninguna violación a derechos humanos, a las garantías de los ciudadanos, porque, en el caso de que se lleven a cabo estos juicios, los tiene que hacer la autoridad competente en el marco de la legalidad…”
Y no; no es por lo venidero sino por la forma como (no) se quiere cumplir con la ley. La violación no provendría de un proceso legal; lo violatorio es la convocatoria consultiva con sus tintes de linchamiento autorizado.
Para “Fuenteovejuna” sólo hacen falta las ovejas.
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