En vuelto en el ropaje de una verborrea tecnificada en la cual ni el pan se llama así ni se nombra por su nombre al vino, el transporte de la ciudad de México es uno de los más evidentes fracasos no sólo de este gobierno sino de todos los anteriores, incapaces de corregir las herencias podridas de la administración centralizada de la ciudad de México desde la creación del Departamento Central (1928-1997).