El viernes anterior, en medio de estrépito de justicia, 35 mil personas, entabacadas por John Ackerman y algunas organizaciones no gubernamentales de jesuítica inspiración (el Centro Agustín Pro de Derechos Humanos), llevaron una demanda al Tribual Penal Internacional en Holanda en contra del presidente de México y los cárteles criminales cuya acción asuela al país.
Si bien n o habría problema para el dicho tribunal de notificar a Don Felipe, un poco más complejo sería hacerles saber a los barones de la doga sobre el alegato jurídico en su contra. Este solo hecho revela la poca seriedad y vacuidad de la denuncia.
Pero no se trata, por ahora de llevar a juicio a Felipe Calderón. Se trata, en todo caso, de bajarles el aire a las llantas de su automóvil para dificultar su desplazamiento en el escaso año por venir, en el cual su mandato se agota –y se agobia– gota a gota minuto a minuto sin nadie, capaz de apartarle el cáliz en un gesto de solidaria piedad.
Pero en el gobierno federal; tan brillante para promover sus logros en los “spots” de la radio y la TV, no hay quien se dé cuenta de las cosas y en lugar de actuar con prudencia y cautela embiste hecho una furia, una erinia vengativa, en contra de quienes han osado recurrir a tan extrema medida internacional. No se dan cuenta de dónde viene en verdad la iniciativa y menos del precedente negativo de responder a la primera con una amenaza.
Dicen los demandantes, entre otras cosas:
«El presidente mexicano es responsable de los crímenes no por acción, sino por omisión, tal como recoge el artículo 28 del Estatuto de Roma de la Corte… (el Ejército del cual es jefe) no tiene un protocolo de actuación en México y en sus actuaciones ha violado a mujeres y a niñas, ha torturado, ha amputado partes del cuerpo y ha provocado desapariciones forzosas» .
Pero la respuesta de la Casa Presidencial ha sido fulgurante y contundente:
“…Las imputaciones al Gobierno de México son claramente infundadas e improcedentes, como lo señalan ya las voces más autorizadas en la materia. Sin embargo, constituyen en sí mismas verdaderas calumnias, acusaciones temerarias que dañan no sólo a personas e instituciones, sino que afectan terriblemente el buen nombre de México, por lo cual, el Gobierno de la República explora todas las alternativas para proceder legalmente en contra de quienes las realizan en distintos foros e instancias nacionales e internacionales.”
Pues si las imputaciones son infundadas, aventuradas, improcedentes, temerarias, aventureras, calumniosas, dañas a las personas y las instituciones, esas circunstancias deben ser producto de su análisis jurídico no materia para un anuncio persecutorio.
–¿Cómo se procede legalmente contra quien presenta una denuncia en un tribunal? Pues quizá ganando el juicio, pero como dijo Perogrullo para eso es necesario un juicio. Claro, a toda demanda hay una contrademanda, pero si aquella no ha sido formalmente admitida, como es el caso, no tiene mucho sentido contrademandar fuera de los plazos de notificación.
Pero en fin, esa es la estrategia de Los Pinos ante este caso. Ya en otras ocasiones había reaccionado de manera distinta, por ejemplo cuando en el año 2008 Jesús González Schmall y algunos juristas demandaron al Presidente Calderón ante la PGR por ¡traición a la patria! y en el Senado en solicitud de un juicio de responsabilidades.
Si la demanda es (a mi juicio) un desatino, la respuesta no lo es menos. De lo primero sólo queda la evidencia de una molestia grave desde el gobierno de Estados Unidos y de lo segundo una rabieta monumental propia de quienes tienen (y les gusta tener) la “mecha corta”. Y está bien, cada quien su mecha. Pero la cabeza de un jefe de Estado debería conservarse fría.
BELTRONES
Muchos quisieron ver en la ausencia de Manlio Fabio Beltones al registro de Enrique Peña Nieto como aspirante a la candidatura del Partido Revolucionario Institucional un gesto de incordio, molestia o inconformidad. No hay tal
Beltrones tiene un problema familiar cuya atención se desarrolla en un hospital foráneo. Por eso no estuvo ahí.
Quien tampoco pudo ir a la adhesión del priísmo en torno de Peña, fue el gobernador de Tamaulipas, Egidio Torre Cantú quien a esa misma hora presentaba su primer informe de Gobierno en Ciudad Victoria.