–Pues sí, cómo le vamos a hacer, ¿sabe usted?
–Sí, ya lo se, pero –como decía aquella señora–, en lo feo está lo bonito, ¿no? O a lo mejor ya nos acostumbramos tanto a verlo y ya se nos hace indispensable, como parte de la casa, ¿no?
–Ahora, viéndolo bien, pues si; es un pastelote como si el merengue amarillento se derritiera bajo las luces calientes del sol, pero a poco esas cúpulas partidas y esa águila desde aquí chiquitita a muchos no les gustan. A mi sí.
–Pero lo malo es la cola, oiga. No avanza nada y menos mal si tenemos música, aunque ya me está cansando tanto Noa Noa y tanto te pareces tanto a mi, porque estamos desde las seis de la mañana y a ver cuando; pero no sea mala, seño, guárdeme mi lugar; ya me anda del baño, voy a ver dónde me hago y si no, pus aquí en la Alameda, nomás tu, hija, vente, hazme casita…
Hoy Bellas Artes es de nuevo capilla ardiente sin cadáver a la vista.
Homenaje de cuerpo ausente –pero de mariachi presente–, porque después del bailoteo de los herederos y los muchos aviones y los saltos entre California y Florida; Santa Mónica y Miami; Ciudad Juárez y luego por fin la dolida Ciudad de México, la urna relicario con la cenizas de Juan Gabriel (o sin ellas, lo mismo da) esta expuesta a la devoción de todos sus adoradores, admiradores, imitadores, cantores, seguidores cuya alma se estruja y estrecha con el dolor de tanta ausencia.
O ni tanto.
–¿Son los homenajes fúnebres ocasión para el duelo o pretexto para el arrebato? Ya se murió Monsi, ni modo de preguntarle, tu.
Ya nadie se acuerda pero cómo cantaban las multitudes cuando Carlos Gardel después del avionazo colombiano fue a dar a la Chacarita, Dios mío. Mi buenos Aires Querido… y ya no pensemos en aquel abril del 57 cuando Pedro Infante fue llevado al cementerio Jardín del entonces lejanísimo San Ángel.
Otra vez Dios mío.
Y Lola Beltrán y José Alfredo arrumbado allá por los caminos de Guanajuato y Agustín Lara rotundo en la rotonda de los “Hombres Ilustres” como se llamaba en su tiempo. Pero ninguno en Bellas Artes.
Adamo Boari, quien jamás miró terminada su obra de arquitecto repostero, no se habría imaginado su palacio como epicentro de todas las emociones mexicanas pues de un tiempo a esta tarde se ha vuelto sala de velación y también símbolo consagratorio de todo arte. Tuyo y mío.
No se es nadie si no se han abierto sus herrajes de bronce para dar paso a canciones o versos. Si alguien ya cantó en Bellas Artes ya la hizo, y si no, lo hará cuando se le de la oportunidad de mirar de reojo, a sus espaldas, el telón magnífico de volcanes de vidrio. Si Bellas Artes no te tiene no tienes nada.
–Cuando abriste tu conmigo las persianas del Tenampa, decía José Alfredo.
–Cuando colmaste Bellas Artes y Juárez y la Alameda y San Juan de Letrán con unos cuantos versos, decía Jaime Sabines. ¡Ah! ¿Verdad?, murmuraba Juan Rulfo.
–Le podríamos decir a Aurelio (los políticos confianzudos hablan así del secretario de Educación) a ver si le conseguimos un concierto al “Potrillo”. No mejor una función con él y Luis Miguel. Mucho varo, mi buen, mucho varo…
Bellas Artes es uno de esos lugares donde todos tenemos una historia. Alguna vez una emoción sin olvido; en otras una cita memorable, alguna vez un trabajo feliz, un hallazgo, una conferencia, una mesa redonda en la cual uno en el fondo de la vanidad y el ego, dice, no está mal, yo también estuve en Bellas Artes, yo le expliqué los murales a un gringo, yo me vi sólo y mi alma la exposición de Miguel Ángel y me decepcioné como nunca antes, pero también oí tocar ahí a Thelonius Monk y eso era, caballero, para irse al cielo con zapatos y luego regresar por ellos porque en el programa seguía Bill Evans y todo mundo a callarse.
Bellas Artes recinto que albergaba lo que se solía llamar al arte universal fuera pintura música escultura letras danza que invaden el espíritu para hacernos soñar y a veces hasta volar. Ahora no sabría qué es invadido por cantantes o cantautores con sus letras y música ramplona pero que los hacen dignos de hacerles homenajes en el recinto que otrora era el Palacio de las Bellas Artes
No te claves Hilda!
música ramplona? Dijeran por ahí, hay música buena y música mala, a mi entender creo que algunas canciones de Juan Gabriel son buenas, el problema aquí es que pareciera que la letra de una canción tiene que ser un poema u obra literaria para ser de calidad y me parece que no es así. Por ejemplo tenemos la Traviata, que cualquier persona que la menciona se siente de un nivel superior y lo curioso es que en su tiempo era una obra corriente, bueno, lo sigue siendo, solo que ahora la consideran una súper obra clásica, cosa que también está mal ya que no pertenece a ese periodo, pero bueno. Ahí tenemos también a los Fabulosos Beatles (que me encantan) su canción hello goodbye es una letra bastante chafa, otro ejemplo, The Rolling Stones con su paint in black también súper chafa la letra, pero que entendiendo lo que dice o no te transmite algo y gusta, lo mismo pasa con Juan Gabriel, ah pero como entendemos bien lo que dice (letras sin rebuscar nada) el cuate es homosexual y demás, sale a relucir, principalmente, nuestros complejos, ay no, yo no escucho eso! Ay no, eso es para nacos! Ay no sé qué!
Sería bueno que las personas nos quitáramos los complejos y tuviéramos la suficiente capacidad para decir sin temor al qué dirán lo que nos gusta y lo que no, por supuesto, sin tener que quedar bien con nadie o aparentar algo. Humilde opinión