No recuerdo cuando lo escuché por primera vez: Cada cabeza es un mundo.

Como todos los refranes puede ser una gota de sabiduría o un insostenible lugar común, útil para nunca profundizar en el análisis de la nada. Cosa de peluqueros, taxistas, periodistas o cantineros.

Después oí una variante: cada cabeza es un partido político. Cosa de españoles y tabasqueños.

Luego una más avanzada, quien analiza y opina públicamente, en los medios formales, es parte de una relativa forma de poder llamada por algunos (pertenecientes a ella, por cierto) “comentocracia”.

Las opiniones lanzadas a las páginas de los diarios o a los micrófonos de las estaciones de radio o televisión, son tantas como para no hallar tiempo suficiente en un día de leerlas o escucharlas todas. Y para colmo, las noticias ya no existen. Se publican en su lugar las opiniones de señores muy importantes cuyas declaraciones sobre los dichos de los otros, llenan los titulares.

En esas condiciones la democracia podría ser definida como el sistema en el cual todo mundo opina y donde nadie toma en cuenta las opiniones ajenas.

Entonces se aparecen los hermanos gemelos de la opinión: Don Diálogo y Doña Tolerancia.

Y así vamos. Plenos, felices, tolerantes y satisfechos cuando los diálogos a su vez generan otras opiniones y entonces se opina sobre lo ya dicho.

En esas condiciones el reciente Dialogo de Chapultepec, cuya realización ya se convierte en tema de disputa en la cual la paternidad gozosa se divide entre la sagacidad de Calderón o la legitimidad de Sicilia, se ha convertido en el triunfo de todos. Comio siempre, cuando no se tiene nada inteligente se dice: ha triunfado la democracia. Nomás p’al gasto.

Como no todos tienen los mismos accesos a los medios, muchos “opinólogos” han utilizado el episodio para reforzar su respaldo al gobierno o para condenarlo. Otros lo han visto pasar como la mayor prueba de civilidad habida en México y muchos más como la prueba de hasta dónde son frágiles los “amateurs” de la política frente a los profesionales del gobierno quienes se los merendaron sin cocer.

Personalmente yo dije: este ha sido el mejor momento de Felipe Calderón y lo ligué a varios eventos favorables para su causa ocurridos en la misma semana, como el respaldo del presidente Santos de Colombia, la reunión de los gringos con sus colonias centroamericanas en Guatemala y la captura del Chango michoacano. Eso no me convence ni me convierte.

Otros me secundaron, de seguro involuntariamente y dijeron: este es el mejor Calderón. No es lo mismo, evidentemente.

Quienes ya estaban convencidos, de la actitud presidencial (por convicción o por conveniencia), hallaron motivos de sobra para insistir en la monomanía. Los quejosos ante la intransigencia y la terquedad del camino único, también encontraron materia para afianzar sus ideas.

A mí me parece una muestra de habilidad presidencial ante los adversarios. Los atendió, los escuchó, se condolió con ellos (o aparentó hacerlo de modo convincente) y los metió en sus terrenos donde les entregó una comisión trimestral por ellos solicitada. Hasta ahí.

Una comisión para cualquier cosa es la mejor manera de empantanar las cosas. Eso ya lo sabemos. Lo demás cabe en los gozosos y dolorosos misterios del rosario.

La reunión de Chapultepec podría ser (lo veremos con el tiempo) el principio de la asimilación y dilusión (no desilusión, conste) de un movimiento cívico disperso y diverso. La beligerancia ha dado paso a la diplomacia y la cortesía y eso sería suficiente para tocar las campanas a júbilo, pero no para resolver los problemas. Mucho menos éstos de tan enorme complejidad.

¿Cayeron los sicilianos en una trampa de terciopelo? Quizá.

Lo único cierto es esto: nada ha cambiado en estos días y nada cambiará si los factores del problema siguen siendo los mismos. A iguales procedimientos, iguales resultados.

Todo lo demás son buenas intenciones, brillantes diagnósticos y sentidas declaraciones de dolor, desesperanza y frustración, como fue el caso de Julián Lebarón y los demás.

LEONARDO

Quizá haya sido tarde pero bien vale la pena la explicación ofrecida ayer por el Consejero Presidente del IFE, Leonardo Valdés Zurita.

“…Considerando el ambiente que ha persistido en la opinión pública durante las últimas semanas, en relación con la actualización de la reglamentación interna del IFE, es necesario subrayar que este documento norma la hipótesis prevista en el artículo 347 del COFIPE. Esta aclaración es importante, porque nuestras modificaciones reglamentarias respetan los diferentes ámbitos de competencia y atribuciones constitucionales…

“…En el Consejo General del IFE no hay confusión: En materia electoral federal la única instancia facultada para legislar es el Honorable Congreso de la Unión”.

En estas condiciones el IFE tiene una salida a la mano pero no se les ha ocurrido: si quieren “actualizar” la «reglamentación interna», deberían ofrecer como razón jurídica y política para NO hacerlo, la inválida operación de un órgano incompleto.

Cuando el IFE tenga completo su consejo, entonces podría comenzar con estos espinosos asuntos. Antes no.

Así la responsabilidad recaerá en quien lo mantiene insuficiente e incompleto: el Poder Legislativo. Lo anterior vale por otra razón: el proceso electoral, cuya viabilidad el IFE pone en riesgo, según la CIRT, comienza en octubre. Para entonces ya habrá consejeros.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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