En estos momentos ya nadie se pone a pensar en aquellas viejas campañas  de insistencia infatigable ( a estas alturas la década de los noventa del siglo pasado ya es vejez) con las cuales se nos dijo como una receta infalible para la salud financiera nacional  la  autonomía del Banco de México; para convertirlo por esa vía en la institución más sólida en el catálogo de nuestras aspiraciones frente a  los turbulentos mares de crisis recurrentes en la economía mexicana.

Un Banco Central debidamente separado de la operación del gobierno, nos iba a conducir a una situación estable, constante, de recato y prudencia, y hacia allá se fueron todos los esfuerzos hasta conseguir una institución cuyo prestigio aumentaría por la sola condición de una vida sin las intromisiones ni caprichos de los presidentes republicanos quienes cuando era necesario ordenaban la indisciplinada impresión de billetes cuya anárquica circulación –entre otras cosas–, aceleraba los procesos perniciosos de la galopante inflación.

Y tuvimos banco autónomo, lo cual nos lleva a pensar en las vueltas del tiempo, pues si Manuel Gómez Morín, fundador del Partido Acción Nacional y el banco mismo, fue también rector de la Universidad Nacional y su nombre ha quedado históricamente vinculado a la historia de una redentora y liberadora autonomía de cátedra, pensamiento, investigación científica  y educación superior, no lo es menos la condición de funcionamiento del actual Banco cuya operación tiene el reconocimiento general sobre su calidad,  profesionalismo y eficacia.

Pero por desgracia el Banco Central está habitado por hombres cuya tendencia natural no siempre actúa a favor de los afanes institucionales.

Ese es el caso del señor Agustín Carstens cuya capacidad técnica nadie pone en duda, pero quien no es ajeno a las ambiciones y conflictos personales, porque ahora lo vemos haciendo maletas para irse al Banco Internacional de Pagos  a mitad de la travesía (donde por cierto ya estuvo Guillermo Ortiz a quien le tocó la otra tormenta, la del Fobaproa) como antes lo vimos preparar equipaje cuando quiso suceder a Strauss Kahn, el ex Director Gerente   del Fondo Monetario Internacional a quien defenestraron  por  abusos sexuales contra una morena camarera en un hotel de Nueva York. Y aun si hubiera sido rubia y blanca como la nieve.

En aquel tiempo Agustín Carstens hizo campaña, apoyado por el gobierno mexicano y la cuadrilla feliz de los “Chicago boys” y los economistas egresados de las escuelas gringas, y  se quedó en la orilla pues la vencedora en el proceso fue la señora Christine Lagarde. Recordemos cómo se escribían las noticias en junio del 2011:

“WASHINGTON, 21 de junio.- El candidato a la jefatura del Fondo  Monetario Internacional (FMI), el mexicano Agustín Carstens, declaró este  martes que espera que prevalezca su «experiencia», tras ser entrevistado por el  consejo de administración del organismo.

“Carstens se entrevistó durante poco más de tres horas con los 24 miembros  del consejo en la sede del Fondo en Washington.

«Fue una reunión bastante larga, muy ordenada, donde se me permitió emitir mis puntos de vista sobre el Fondo Monetario y retos que enfrenta», explicó”. En esos días Carstens exhibía su experiencia como carta fuerte para derrotar a la señora Lagarde.Perdió.

El robusto economista se quedó en México y fue elegido durante el gobierno de Felipe Calderón para conducir el Banco Central durante un periodo de cinco años prorrogables, de los cuales aun quedarían poco más de cuatro. Debió irse, naturalmente, en el 2021.

“De ninguna manera se debe leer (en el idioma tribal de quienes atropellan la lengua, leer es sinónimo de interpretar) mi salida –ha dicho Carstens–, a una reacción de mi parte de una situación coyuntural o a un desencuentro con Hacienda o el Gobierno federal.

“La decisión de tomar esta oportunidad es porque me interesa seguir sirviendo desde un ámbito más global. Todavía voy a estar siete meses y espero que la tormenta no dure tanto”, dijo Carstens.

“Lo que me da tranquilidad es el hecho de que el Banco de México es una institución bien formada con estupendos miembros de grandes capacidades intelectuales”, señaló, al tiempo que dijo sentirse honrado por la designación de su nuevo cargo.

“Soy un firme creyente de la cooperación internacional”.

Pues será el sereno o a la señora Chuy ya la bolsearon, pero el  campo en cuya firmeza más asentaba el gobierno sus llamados a la calma, era la la disciplina financiera y el orden de la economía súper estructural, o de grado “macro”, la cual se ha visto zarandeada por dos renuncias en los puestos más altos en los meses recientes.

Primero Luis Videgaray, quien fue removido de Hacienda por sus intromisiones en la diplomacia y su participación  en la visita de Donald Trump, la cual a la larga ni fue el desastre denunciado por las buenas conciencias y las redes sociales (imprudentes e intempestivas),  y ahora el señor Carstens quien en el nombre de la “cooperación internacional” cambia su residencia  a Basilea donde tendrá de todo y en grado óptimo, excepto un parque donde mirar un  juego de beisbol como es su afición conocida.

Carstens insiste en la tersura de su relación con Hacienda y el resto del gobierno, pero eso es un cuento como los de la revista “Hola” cuando explica un divorcio entre famosos: «antes de acabar el amor de mala manera (como si acabar no fuera una mala cosa en sí),  hemos preferido separarnos con todo el cariño posible», pero eso está bien para las revistas del corazón; no para la banca central de un país cuya debilidad es tan notoria como para mirar otro peldaño hacia abajo en la cotización de su vapuleada moneda (responsabilidad de ese banco, precisamente) con el sólo anuncio de una renuncia adelantada y anunciada con casi seis meses de anticipación. Pronto, por este camino, un dólar valdrá 25 pesos.

Pero no salta del barco Don Agustín  por efectos de la tormenta ni daños en el casco o filtraciones en la quilla o el timón; no. Se va simplemente –deberíamos suponer– porque le gusta la vida muelle de la plácida suiza llena de bancos grandes y chiquitos y fábricas de chocolate ( a él le gustan tanto los dulces…)   donde la única perturbación del silencio es el dulce piar del reloj Cucú, anunciando la hora de la salida o la puntualísima llegada de los trenes a la estación.

Pero fieles a nuestra traición de festejarlo todo antes de reconocer una crisis y sus síntomas,  ya decimos cuanto orgullo nos causa un mexicano en las grandes, grandísimas ligas de la economía internacional, y bueno Agustín, de veras esto es una distinción para México y bla, bla, bla, aunque el velamen de nuestra goleta, bergantín o vil falúa, se haga girones y crujan los mástiles y los trinquetes pues la tormenta, cuya duración el nauta fugitivo no  anticipa para tanto tiempo, nos traiga como corchos en el oleaje.

A fin de cuentas no pasa nada; o «pasa nada», como dicen otras personas con sus licencias verbales, mientras la realidad nos muestra los dientes y nos gruñe como mastín enfurecido.

Pasa nada, pasa nada, como le dice una madre a su niña a mitad del cuento de brujas y vampiros.

Pero si nada sucede, ¿entonces cómo sucede tanto?

Y casi todo malo.

CASTRISMO

Como todas las devociones, el “castrismo” no es sino un fanatismo irracional o convenenciero, como también lo es el “anticastrismo”, con una diferencia simple: el primero no necesita al segundo para existir, y sí al revés.

Pero ambas “doctrinas” tiene sus voceros y sus analistas. El conductor de TV, Jorge Ramos ha escrito, desde Florida, un  texto cuya equivocada cursilería agobia. Sería risible en otras condiciones, pero leamos este absurdo:

“…entre mis amigos exiliados (cubanos) hay una serena sensación de vitoria. No diría que es una alegría desenfrenada. Después de todo han sufrido mucho (¿?). Pero sí es el honor y la dignidad de haberse enfrentado y sobrevivido al dictador”.

–¿Cómo es eso, los exiliados, quienes se fueron y dejaron las consecuencia de la dictadura sobre las espaldas de quienes se quedaron en Cuba son quienes se enfrentaron (con discos de Gloria Estefan, será) y sobrevivieron? ¡Ah!, chingao.

¿No les correspondería, en todo caso ese mérito; a quienes padecieron dentro de Cuba y no en Miami?

Como dijo el “iphone”, “no memes”

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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