En la triste crónica del subcontinente latinoamericano (el prefijo se aplica en todos sentidos) los conflictos familiares y las dinastías bananeras (los Somoza antes y los Ortega ahora, en Nicaragua, como ejemplo), los escándalos familiares (el peronismo –Evita, Isabelita, los Kirchner-, son miserables páginas de astracán, por decir lo menos), en los cuales son inevitables el nepotismo, la corrupción, la impunidad y los privilegios, como ahora en Bogotá.
Los hijos de los caudillos han sido ejemplos permanentes del uso indiscutido de los méritos no merecidos excepto por el accidente de haber nacido en la cuna de poder, como fue el escandaloso caso de los juniors de Rafael Leónidas Trujillo, quienes eran una horrible mezcla de Güicho Domínguez con “El santo”; depredadores y abusivos en todos los sentidos de la corrupción y el machismo.
Pero los conflictos dinásticos no vienen únicamente como anillos en los dedos de los caciques.
La izquierda (supuestamente pura y limpia) tiene sus ejemplos y para no hurgar en otros casos de hijos problemáticos o hermanos recaudadores, vámonos en vuelo directo a Colombia donde al señor Petros, lo han pillado con los dedos en la puerta de la corrupción electoral, ahora enfrentada con frases dignas de la revista ¡Hola!, en cuyas páginas todo fracaso es el inicio de una nueva oportunidad para ser feliz.
Ahora, cuando queda claro cómo llegó el pillado señor Nicolás Petro a hacerse de la muchas mulas de su repentina riqueza (recaudador para la campaña de papi, con dinero de la única industria colombiana, el narcotráfico); el señor presidente de Colombia (papi) , con la entereza del cinismo curtido por los años de guerrilla, ha dicho con cachaza de vallenato:
“…Si eso [el ingreso de dineros sucios] fuese cierto, este presidente se tendría que ir el día de hoy, porque yo no soy Uribe, no soy Santos, no soy Duque, no soy ninguno de los que ha venido atrás. Pero nosotros venimos de algo diferente, de otra realidad, de otra sensibilidad, entonces tengo que decirle a esa persona: no siga diciendo mentiras… a ninguno de mis hijos les he dicho jamás que delincan, eso no ha existido…”
Pues si no se los ha dicho, al menos lo hicieron sin haber sido instruidos para ello, lo cual da una oportunidad de teñir de rosa el siniestro caso de la visible corrupción:
«Como lo dije antes, no presionaré como Mandatario a la Justicia en su caso, los funcionarios judiciales que intervengan en su proceso serán por mi respetados… Lo sucedido con mi hijo es, para mí, terrible y muy lamentable. Ojalá algún día pueda hablar con él y perdonarnos (¿?)».
“…Petro recordó en un largo mensaje en la red social X que conoció a su hijo cuando él se encontraba en la cárcel tras ser detenido por porte ilegal de armas al formar parte de la guerrilla M19.
«Espero que nazca de su pareja un nieto que pueda conocer a su papá en libertad, yo conocí a Nicolás en las rejas de mi prisión… Aun en lo más terrible se aprende, que todos mis hijos e hijas, incluido Nicolás y yo mismo, podamos con esta dura experiencia ser mejores seres humanos.»
Quizá una buena manera de lograr una humana mejoría consista en reconocer los pecados, los delitos, las fallas y las mentiras. Pero el presidente Petro prefiere este infumable rollo (quién sabe a quién se parece):
“… (El país).- Si eso [el ingreso de dineros no declarados a su campaña] fuese cierto, este presidente se tendría que ir el día de hoy, porque yo no soy Uribe, no soy Santos, no soy Duque, no soy ninguno de los que ha venido atrás. Pero nosotros venimos de algo diferente, de otra realidad, de otra sensibilidad…”
Ya nada más le falta una proclama por la Transformación y el “humanismo colombiano”. Típico de las izquierdas corruptas.
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