No se trata de la imposible discusión con alguien cuya ausencia resulta obvia, pero la muerte del arquitecto Ricardo Legorreta me lleva a repensar la famosa frase Octavio Paz en torno de la histórica condición insobornable de la arquitectura como testigo de su tiempo.
¿Es la arquitectura nada más un testimonio o es también un retrato cuya inamovible imagen le confiere una importancia inexistente? Dicho de otro modo, ¿la arquitectura nos define a todos o nada más a sus creadores, promotores o propietarios?
Como ejemplo vale una pregunta, ¿todo México es como la obra de sus grandes arquitectos? ¿Acertará quien así defina nuestro tiempo nada más cuando en el futuro mire los vestigios de esos edificios, conjuntos y soluciones espaciales?
Si tal ocurre habrá errado en su juicio.
México ha tenido a lo largo del tiempo grandes constructores y enormes arquitectos. Ha tenido de manera permanente la solución del binomio constructivo: proyectos de levedad casi poética e ingenieros capaces de mantenerlos en pié. La arquitectura mexicana funde de Tolsá y Guerrrero y Torres, por ejemplo, hasta nuestros días, incomparables momentos de audacia.
Hace muchos años le pregunté a Ricardo Legorreta:
¿Cómo solucionó en el proyecto la carga del edificio Celanese? (ese cuyo primer piso parece flotar colgado del piso superior. Es como si se hubiera volteado la gravedad. Lo de arriba sostiene lo de abajo).
–Muy sencillo, es como ver a un hombre caminar con dos maletas en los brazos.
La obra de Legorreta tiene muchas interpretaciones. Hay quien lo considera un imitador aprovechado de Luis Barragán y hay quien lo califica como el arquitecto cuyo talento mejor aplicó y extendió un estilo genuino, limpio y de extrema pureza, con una influencia pero con una aportación personal vasta y suficiente como, por ejemplo, la conversión de la intimista celosía rectangular en la cuadrícula de ventanales y fachadas integrados.
Como se quiera ver la aportación de Legorreta al paisaje urbano nacional, ya sea con su plaza Juárez donde se aloja la nueva cancillería o con el Centro Nacional para la Cultura y las Artes en los terrenos de los estudios Churubusco, resulta altamente gratificante y enorgullecedora.
Se trata de una impronta nacional (quizá hasta nacionalista) para crear un estilo único. Nadie lo confundirá con otro, nadie le restará méritos propios. Nadie lo podrá desdeñar.
En lo personal sigo viendo en el Hotel Camino Real su obra maestra. No superada ni siquiera en las repeticiones de este edificio vecino de Chapultepec. Ni siquiera los ubicados en zonas costeras con sus fachadas solares.
El Camino Real es un edificio cuya sencillez y autenticidad lo convierten en un emblema de su tiempo. Aquí se cumple a cabalidad la frase de Paz.
Quizá Legorreta tuvo en los últimos años algunas reiteraciones estilísticas derivados de su abundante carga de trabajo. Como suele suceder en México (le ocurrió a Ramírez Vásquez y casi se cumple con Abraham Zabludovsky) su calidad se convirtió en una moda ineludible. Con ello vino la repetición, el formulismo.
Pero la calidad de los arquitectos mexicanos no se correspónde con el desastre urbano del país. Ninguno de ellos, ni todos ellos, ha podido contra el contrartismol comsionisrta, las obras sin planeación y la planeación sin respeto.
Guardadas las proporciones a nuestros arquitectos les ocurre como a los politólogos italianos (de Maquiavelo a Sartori): tienen maravillosas obras en medio de una realidad inadmisible y distante de su trabajo.
TERMÓMETRO
Los hay de mercurio, digitales; solares, ambientales, y de bandas de cristal.
Se fabrican en muy diversas dimensiones, una para cada uso; desde los discretos bucales para niños hasta los monstruosos cilindros graduados para fines veterinarios.
También los usan los fabricantes de automóviles pára determinar las condiciones de la combustión y su temperatura; los hay de tipo aéreo y algunos pára exteriores domésticos. Hay termómetros para todo, hasta para sacar a un advesario de la contienda interna del PAN.
Por eso Gustavo Madero dice; esta «encuesta indicativa» es como un termómetro.