La desgracia actual en México es la cantidad de millones ciegos frente a su existencia.
El resto de esa tragedia en la cual vivimos, independientemente de los confinamientos por una epidemia mal catalogada, con cifras inciertas e instituciones rebasadas desde el principio, es la división ya insuperable de los eternos dos bandos irreconciliables.
La espiral descendente en casi todo, es visto como un punto de vista político y como el preludio de un cataclismo inminente. El régimen ha encontrado una vacuna contra las opiniones críticas: la verborrea interminable, el diagnóstico repetitivo y la canonización de su propia imagen. Es el despeñadero sin peña.
Alguien ha dicho, para el gobierno la inteligencia y la verdad, son adversarios políticos. Enemigos, para decirlo con la palabra exacta.
En estos días, cuando el Presidente de la República utiliza el púlpito para recrear las palabras del Papa Francisco, he encontrado una frase cuyo contenido estremece. Se la debo a Claudio Magris (Utopía y desencanto):
“…fracasa al final, porque, en lugar de dirigirse hacia el porvenir, se demora entre los escombros de mundos declinados, entre las reliquias del espíritu del pasado y el sueño del paraíso perdido, de ente todos los sueños, el peor o el más mortífero…”
Hoy los mexicanos vivimos una administración autocrática, cuyos pies, de barro, ni siquiera se asientan en el suelo firme. Somos tan descuidados, tan improvisados y de tan escasa calidad, como para aceptar esto sin protestar o por lo menos morir de risa.
“El reportero Richard Ensor, corresponsal para «The Economist», publicó una entrevista con López-Gatell titulada » una charla con el zar del Coronavirus en México, en la que el funcionario dice que “México le vendió una gran cantidad de mascarillas a China en febrero, y ahora le compran las mismas mascarillas a 30 veces su costo…
«…En retrospectiva –dice LG en su plática– , tal vez debimos haberlo hecho (distribuirlas aquí). No lo hicimos. No hubo una consideración como ‘tenemos que hacerlo’ y, de hecho, China tenía la necesidad, China tenía el poder, es decir, de localizar los suministros…”
“…Agregó que haber detenido la venta de mascarillas habría implicado tomar decisiones extremadamente disruptivas (como las de ahora) como haber declarado un estado de emergencia (como el de ahora) en México por el COVID-19, entonces…”
Además de esta lógica de “científico bananero”, López Gatell revela los motivos de la pérdida de tiempo: rechazar las medidas “extremadamente disruptivas”, lo cual ocurrió tarde, cuando pudo haber sido antes.
Este solo episodio exhibe la falta de criterio o la aplicación de criterios equivocados en la administración de la medicina pública en este país. ¿A quien se le ocurren estas sandeces? No lo se, pero esto dice el presidente:
“…Bueno, lo primero, sí, está llegando equipo, material médico de China. Le agradecemos mucho al gobierno de China porque nos ha dado facilidades para adquirir equipos que no se tenían, sobre todo de protección al personal de salud…”Bendito sea Dios.
Otro “ejemplo banana”, guarda relación con la ciudad de México.
Hoy hay cientos de personas de la Tercera (o la cuarta) edad impedidas de recibir consultas médicas o atenderse en sus domicilios. Para ellos se hizo el más exitoso programa de salud pública en la historia de la capital, reconocido hasta por las Naciones Unidas y replicado por lo menos en 18 grande ciudades del mundo: El médico en tu casa.
La primera acción de la nueva secretaría de Salud, fue suprimirlo. ¿Por qué? Porque opacaba el neo asistencialismo de la 4-T, el cual no fue siquiera tan hábil para apropiárselo.
Y en esas condiciones sólo florecen dos cosas en este país: el encono y la curva de los contagios y muertes por el virus, mientras la más eficaz de las pol
íticas públicas es guardar a los ciudadanos en su casas, sin exámenes de contagio suficientes. De ese modo se aísla todo, menos los virus.
Y otra cosa en crecimiento geométrico es el encono: el Consejo Coordinador Empresarial ya riñe con sus representados y le echa en cara al Presidente haberles estrellado la puerta en la nariz (¿pero qué tal cuando los tamalitos extorsionadores?), sordo e indiferente a sus propuestas y solicitudes, mediante la falsa siembra de una idea mentirosa: quieren repetir el Fobaproa.
Justificar la desatención con la condena de indebidos rescates del pasado, es una forma cínica de darle la vuelta a las cosas. Algo típico de su tradición.
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