Muy conocida y más allá la vieja frase sobre cómo “la política produce extrañas compañías en la cama”. A veces, como en ciertos matrimonios, es necesario dormir con el enemigo.
Yo no sé quien dijo eso; pero indudablemente pertenece a la lengua inglesa. Unos se la adjudican a Groucho Marx, que tuvo, de ésas. miles; otros a Henry Kissinger, pero no lo creo, es demasiado añeja.
Y hay quienes —como todas las palabras geniales—, se la atribuyen a Winston Churchill; pero la esencia del tema es simple: en muchas ocasiones, un político debe ofrecer un frente común hasta con sus afines, ya no digamos sus adversarios tradicionales.
La Conferencia de Yalta, por ejemplo, entre Roosevelt, Churchill y Stalin fue necesaria en su momento. Nunca más se sentaron a la misma mesa ni reposaron en la cama del acuerdo las fatigas de la guerra, fría o caliente.
Hoy ese tema salta a la mesa porque en el mes de agosto del año antepasado, el presidente Enrique Peña Nieto recibió en México al candidato republicano, Donald Trump quien basaba su campaña electoral en el desprecio hacia México y los emigrantes nacionales.
Cualquiera puede recordar aquellos días en los cuales, debidamente alimentadas con los leños de la oposición, las hogueras se encendieron contra Peña. Lo menos fue llamarlo traidor a la patria. Hasta las comadres de la programación chismosa de la radio se tiraron de los pelos.
En una pira ardía la efigie de Luis Videgaray, quien no hizo sino activar sus relaciones de primera con el Primer Mundo. Ni modo, ése es el primer mundo y ésos son sus personajes de primera. En la otra hoguera se incendiaba la imagen de Peña. Bueno, ni siquiera la firma de los tratados de La Mesilla provocó tanta iracundia.
¿Cómo darle trato de Jefe de Estado a un lépero?
Pues el lépero llegó a la Casa Blanca y no se le ha quitado un ápice la majadería; pero ahora el futuro presidente de México, don Andrés Manuel, corresponde con un cierto orgullo a las afinidades ya advertidas entre ambos.
En una florida carta, llena de bellas frases y buenas intenciones, con trozos de luna y polvo de estrellas, se reconoce en el habitante del 1600 de la Avenida Pennsylvania.
Sin embargo, antes de leer fragmentos de la carta, recordemos su desacuerdo cuando Peña recibió al inminente ganador de las elecciones estadunidenses:
(Enfoque).- “No estoy de acuerdo en que se invite a Trump a México, pero hay unos hipócritas que están cuestionando esa entrevista y cuando ellos estuvieron en el gobierno —me refiero a los panistas—, no hicieron absolutamente por proteger a nuestros paisanos migrantes”.
Pero eso fue en el fragor de las campañas, cuando no había extraños ni adversarios en la misma cama. Ahora las cosas son distintas y el desacuerdo de ayer se convierte en la concordia de hoy, tanto como para fraternizar en las similitudes, con argumentos un tanto torcidos.
En fin. Leamos y comparemos:
“…me anima el hecho de que ambos sabemos cumplir lo que decimos y hemos enfrentado la adversidad con éxito. Conseguimos poner a nuestros votantes y ciudadanos al centro y desplazar al establishment o régimen predominante. Todo está dispuesto para iniciar una nueva etapa en la relación de nuestras sociedades, sobre la base de la cooperación y la prosperidad. Hagámoslo”.
Pero esta reflexión ante el espejo de Donald Trump, tiene una coincidencia notable: hace ya un par de semanas Trump reconoció como su similar a don Andrés Manuel. Al divulgar sus apreciaciones sobre el futuro presidente de México, se halló tan parecido a él, como para trazar una caricaturizada versión de sí mismo: lo llamó “Juan Trump”.
Recordemos (CNN, junio 2018).- Mark Feierstein, exasesor de Seguridad Nacional de EE.UU., asegura en un artículo para la revista Americas Quarterly” que en la Casa Blanca se habla de “Juan Trump”. Feierstein dice que, según un funcionario del Gobierno, así se refiere el presidente Donald Trump a su próximo homólogo mexicano, Andrés Manuel López Obrador”.
En aquella ocasión el diario The Washington Post, afirmó con pragmatismo; parecerse no significa llevarse bien. Y si AMLO gana las elecciones, posiblemente el emponzoñado ambiente producido por Trump, les impedirá la concordia. Palabras más, palabras menos.
Pero dejando a un lado las profecías, en la carta del próximo Ejecutivo mexicano hay varias cosas raras, por decir lo menos: una, la apresurada defensa del Tratado de Libre Comercio fue redactada antes de la más reciente estrategia de la Casa Blanca: hablar por todas partes y a todas horas, de un avance en el tratado bilateral con México en materia de comercio.
La bilateralidad significa, por definición, la muerte de un tratado de tres.
Dejemos nada más esta precisión y sigamos cuando llegue a México la señora Chrystia Freeland.
(18 de junio).- Washington, D.C..- El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aseguró hoy que ha tenido conversaciones “muy buenas” con el presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, y reiteró su interés en firmar un acuerdo comercial con ese país y negociar “más tarde” con Canadá, lo que pone en duda el futuro del TLCAN”.
Aquí alguien está mintiendo.