Tras observar una violenta jornada en la CDMX, una de las más notables de los últimos días, en los cuales al cobijo de la tolerancia, el vandalismo es intocable y creciente expresión del lenguaje político callejero, sin rumbo ni sentido, y como una preparación para la semana por llegar con su inevitable “Dos de octubre no se olvida”, el Señor Presidente se hunde en explicaciones insustanciales sobre si los cavernícolas de la piedra y la bomba se merecen el profundo título de anarquistas o son despreciables “conservadores”.
Conservadores, en todo caso, esos trabajadores de la Conservaduría palaciega, cuya paciencia restauraba el viernes por la mañana los vestigios de pintas y quemazones en el Palacio Nacional, herido una vez más al amparo de la condescendencia oficial y el tolongueo de un gobierno capitalino cuyo dudoso talento es imitativo y destructivo: para acabar con los perjuicios de las turbamultas callejeras enfrentadas a los cuerpos de seguridad, eliminó los cuerpos de seguridad. Al menos el cuerpo de granaderos. Genial.
–Si a usted le duele la cabeza, córtese la cabeza, podría decir el médico de la señora CS, cuya voz repite, como cámara de eco, las palabras de su mentor y patrono: no son anarquistas, son conservadores. Y como así se resuelven los problemas, ¡helás. No pasó nada.
Ni se rompieron cristales (cada quien tiene, a su modo, su noche de cristales rotos como en la Alemania de 1938) y su quema de libros o su asalto a los anaqueles o el simbólico vejamen del principal edificio histórico (ya convertido en vivienda en comodato sexenal), en una ciudad cuyos monumentos se quedan paulatinamente cercados por tablones de restauración, como la Columna a la Independencia o la estatua de Cuauhtémoc.
Es la tradición de la mediocridad: tapa los efectos para no resolver las causas.
Muy costosa ha sido para todos los ciudadanos, la cotidiana y estridente manifestación de ideas o posiciones políticas (más de mil trescientas marchas y bloqueos cada año), protegidas por el sentido del desgobierno (excepto en la tarascada fiscal) y la libertad garantizada para todo exceso, con el cual se autoriza tácitamente el vandalismo con cualquier motivo o sin él.
Ayer por la tarde (ya no hubo tiempo tras cerrar esta columna para reportar el caso), las mujeres de los pañuelos verdades (aquí no hay chalecos amarillos), tomaron el asfalto para decirnos cómo urge legalizar el aborto en todo el país. Pero el día anterior eran los electricistas inconformes con Martín Esparza y antes los profesionales de Ayotzinapa y así hasta el infinito de los pretextos.
Pues las señoras de la libertad uterina mejor debieron manifestarse donde hace falta el cambio jurídico y no aquí o en Oaxaca donde ya es legal de toda legalidad tirar a la basura un feto con hasta doce semanas de gestación.
Pero cada quien busca los espacios para dotar a sus ideas de importancia. Como se apisonan las uvas y se les saca el mosto, así se pisan las banquetas con los puños al aire y se extraen las verdades del futuro. Después las conveniencias políticas las legislan y, sin importar cómo, chocan unas leyes contra otras y se atiborran los anaqueles de tomos y más tomos de cánones oportunistas.
Pero el Señor Presidente pide, no confundáis a los conservadores con los anarquistas, pues estos son (ni Bakunin lo hubiera dicho mejor), “muy profundos”, sin advertir la dudosa gloria en las profundidades de cualquier cosa. Profundo no siempre es sinónimo de inteligente.
Pero bueno. No es la Primera Magistratura, creo, aula para lecciones de Ciencia Política, especialmente cuando nuestro Señor Presidente ya ha dicho sobre la inutilidad de la ciencia en el intuitivo y sencillo arte de gobernar con el sentido común. Como él.
Ya una vez tuvimos un Ejecutivo presto a dialogar con Quetzalcóatl o proponer dudas filosóficas sobre la vigencia de Hegel, y así nos fue. Filosofar es un peligro para quien debería nada más cumplir y hacer cumplir las leyes, pues de eso se trata, a fin de cuentas, el ejercicio del gobierno.
Hoy ya no tiene caso, al menos para algo tan simple como aplicar la ley en la apedreada ciudad de los motines, recordar si el Partido Liberal Mexicano debería ser modelo para la actual actividad política o si el periódico “Regeneración” de los hermanos Flores Magón, guía, como una segunda biblia por desgracia o fortuna, los empeños de este “Movimiento de Regeneración Nacional”, convertido en pétreo gobierno unipersonal en este país.
Tampoco discutir sobre el monopolio de la violencia: ese ya le ha sido escriturado a los delincuentes quienes pueden apedrear o emboscar y matar guardias nacionales y soldados (es lo mismo pero revolcado), sin posibilidades por parte del Ejército para repeler –por orden expresa de su comandante–, las agresiones de las balas.
Soldados inermes ante pandillas de terroristas. Así califican la 4-T y su acerado canciller, a los criminales cuando actúan en Estados Unidos; no aquí, donde son pueblo bueno al cual se le deben ofrecer disculpas, tarde o temprano.
Y el Ejército, callado como no lo hizo ni el Santo Job. En fin.
Ni dios ni gobierno, decían los anarquistas mientras se extasiaban en la lectura de Piotr Kropotkin o se masturbaban con los textos de Prudhome.
La utopía comunista llegaba a su clímax delirante con Flores Magón y sus ideas del anarquismo proletario. Hace un trasnochado siglo.
Leo en “Vice.com”, una entrevista con “Libertario 2”. Sus palabras aparecen junto a una fotografía tomada en un edificio del centro de la ciudad, “grafitado” con el circulo envolvente y la “A” del extendido movimiento “anarco”.
“Libertario 2: No todos los anarquismos son iguales. Nosotros casi no nos definimos como anarquistas, nos identificamos como una nada y justo por eso usamos las capuchas, porque no necesitamos ese reconocimiento…”
“….La banda libertaria o anarquista trata de atacar al gobierno de una manera más directa, utilizando incluso la violencia, porque el gobierno siempre ha tenido ese monopolio para él mismo, pero es momento de que el pueblo la empiece a utilizar”.
Y releo a Flores Magón:
“…El derecho de propiedad es un derecho absurdo porque tuvo por origen el crimen, el fraude, el abuso de la fuerza. En un principio no existía el derecho de propiedad territorial de un solo individuo. Las tierras eran trabajadas en común, los bosques surtían de leña a los hogares de todos, las cosechas se repartían a los miembros de la comunidad según sus necesidades…
“… Así por medio de la violencia; por medio del abuso de la fuerza, nació la propiedad territorial privada. El agio, el fraude, el robo más o menos legal, pero de todos modos robo, son otros tantos orígenes de la propiedad territorial privada…
“…Hay que fijarse bien que no fueron los despojados los que dieron a esos ladrones el derecho de propiedad de las tierras; no fue el pueblo de ningún país quien les dio la facultad de apropiarse de ese bien natural, al que todos los seres humanos tenemos derecho.
“Fueron los ladrones mismos quienes, amparados por la fuerza, escribieron la ley que debería proteger sus crímenes y tener a raya a los despojados de posibles reivindicaciones”.
Y el Señor Presidente dice:
“…Vamos a distribuir este documento, es el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, porque aquí están la filosofía y los principios fundamentales que inspiran al nuevo gobierno en la Cuarta Transformación de la vida pública del país.
“Es un orgullo porque, les comentaba ayer, antier, que siempre los planes de desarrollo se hacían a partir de la agenda que imponían desde el extranjero con las llamadas reformas estructurales; esto es distinto.
El antecedente de planes soberanos, independientes, es el plan del Partido Liberal de 1906, que es un documento extraordinario hecho por los Flores Magón; el plan sexenal con el general Cárdenas, y considero que este es el plan que inicia una etapa nueva en el desarrollo del país…”