Obviamente nadie puede estar en contra de la inmediata respuesta del gobierno mexicano para auxiliar a los haitianos en la hora triste de este terremoto cuyas condiciones destructivas no hacen sino agravar la endémica e insuperable pobreza de esa nación cuyos esfuerzos, sin embrago la iban llevando en j una ruta ascendente desde el fondo de las estadísticas.
Por lo pronto su crecimiento económico (o subeconómico, si se quiere) es mayor en términos porcentuales al de la economía mexicana, en algunos casos.
Pero no trata de econometría esta columna sino de otra cosa. Trata de la actitud nacional en relación con los extranjeros.
En el caso mencionado México ha cumplido a cabalidad con el compromiso no escrito pero siempre respetado de ayudar donde haga falta en las mayores condiciones posibles. Por eso nuestra heroica Marina Armada ha acudido a sitios tan remotos como Indonesia en el caso de un gravísimo tsunami o al Caribe cuando el sismo nos ha llamado con su ronca voz de estremecimiento destructivo.
No faltaba más. Si hasta en televisión lo anunciamos pues ya se sabe, nunca pierdas la oportunidad de salir en la tele, especialmente en los tiempos duros. Pero esa también es otra cosa. Antes la ayuda se mandaba y ya. Hoy primero se anuncia con platillos y tambores.
Pero los extranjeros no son nada más quienes viven fuera de este país y en cuyo auxilio nos volcamos cuando ocurren fenómenos en los cuales no intervenimos ni tampoco los creamos. Causas naturales graves. Por eso el Presidente de la República ha llamado hermanos a los haitianos.
“Y quiero hacer un llamado muy especial a todas las mexicanas y a todos los mexicanos. Los mexicanos sabemos, mejor que nadie, que la tragedia que está viviendo este país hermano reclama urgentemente la ayuda de otros países hermanos”.
Sin embargo uno quisiera ver ese mismo sentido de fraternidad conmovida ciando las tragedias para los extranjeros se generan aquí, por autoridades mexicanas e instituciones corruptas en agravio de quienes son hermanos cuando viven en sus tierras y por lo visto dejan de serlo cuando caen en las manos de los polleros y sus cómplices de Migración o la policía.
El amor al extranjero se acaba cuando el extranjero llega a territorio mexicano.
Tengo en mis manos un libro con testimonios de los centroamericanos atrapados por las redes de tráfico y secuestro de personas en territorio nacional. Fue hecho en septiembre del año pasado por la CNDH, concretamente por el visitador de entonces, Mauricio Farah. “Bienvenidos al infierno del secuestro”; se llama el opúsculo.
Uno de los testimonios dice: “… ellos fueron secuestrados por la Mara Salvatrucha, la MS; entonces el tren iba a llevarlos a Coatzacoalcos, donde esta la plaza de Los Maras en Coatzacoalcos. Entonces la Mara los entrega a los Zetas, y los Zetas le dan la comisión a la Mara. Se que son de la Mara porque andan tatuados, incluso dicen que traen tatuadas las letras MS.
“Lamentablemente hay paisanos, también hay salvadoreños, también hay guatemaltecos, trabajando para el cartel de Los Zetas. Hay zetas que son salvadoreños, hay zetas que son guatemaltecos, que no les importa ver a un hombre llorar, sacarle los sesos. Cuando uno les habla de Dios nomás se enojan. “Aquí no existe Dios, me dicen, “aquí existimos nada más nosotros.
“Platicando con un amigo que logró escaparse de los Zetas, porque si se puede, tienes que jugarte la vida, pero se puede. Se escapa, llega a un puesto, y les dice a los federales:”Me secuestraron los Zetas”, y les dio las señas de la casa donde lo tuvieron y le contestan: “¡Ah!, no te preocupes, nosotros te vamos a ayudar.” Y lo llevaron nuevamente ahí, con los Zetas.
“Entonces los Zetas le dijeron: “Para que aprendas, te vamos a cortar la mano, cabrón”. Y sí, se la cortaron. Y lo dejaron abandonado. Llegó la Cruz Roja y lo llevó al hospital, pero no hay investigación.
“Aquí, sin usted ve un inmigrante muerto a la puerta de su casa y usted va a denunciar, dicen “Es un pinche muerto. Pero no hay declaraciones de quien es. Cómo fue; nada más es un pinche muerto. Un perro más. Lo enterramos y asunto arreglado.
“Hay muchas personas, pero muchísimas, que han perdido la vida aquí en México y no son investigadas…
“… están bien organizados, hacen turnos, traen a los nuevos en las noches. Mandan cinco mil, tres mil, dos mil dólares, por cantidades, por 15 personad diariamente, y no hacen preguntas. Ahí también se me hace que Western Union, así como la autoridad federal y la Migración, así trabaja también Western Union. Porque estos llevaban una lista de personas y las claves y les decían: “Mira esta es la clave de fulano…”
Si no podemos ayudar a los extranjeros aquí, por lo menos ayudemos a los extranjeros de allá. Haití prácticamente se ha acabado.