El gran Mago de Oz sería, obviamente el presidente Peña, quien en un alarde de ilusionismo o prestidigitación, sacó de su trono esmeraldino, las reformas trabadas durante los últimos años. El león sin corazón, podría ser Andrés López, cuya resistencia ante los cambios y reformas, ha sido simbólica o un poco menos.
En diferentes lugares he leído artículos sobre los 75 años de la película clásica de Víctor Fleming, El mago de Oz, y su incomparable repercusión en la historia de la música y el cine, o por lo menos del cine estadunidense, cuya industria ha conformado —para bien o para mal—, el gusto de los mexicanos, sin desestimar por eso nuestra vocación perpetua por el melodrama de corazones estrujados y nudos en la garganta, como dice José de la Colina acompañado de Marga López.
Al autor del texto básico sobre el cual se sostiene la película, Frank Baum, se le han atribuido condiciones de mensajero sublime, lo cual puede o no ser verdadero, pero a veces suena verosímil, como por ejemplo en este análisis de Quentin Taylor, quien señala “demasiados ejemplos de paralelos con los eventos políticos de aquel momento” cercano a la depresión y otros eventos.
“El hombre de hojalata representaría al obrero industrial, el espantapájaros al agricultor y el león cobarde a William Jennings Bryan, ex secretario de Estado y tres veces candidato a la Presidencia de Estados Unidos y la Ciudad Esmeralda sería Washington. Real o no esa interpretación, valdría la pena jugar con ella en el juego político local de nuestros días.
El gran Mago de Oz sería, obviamente el presidente Peña, quien en un alarde de ilusionismo o prestidigitación, sacó de su trono esmeraldino, las reformas trabadas durante los últimos años. El león sin corazón, podría ser Andrés López, cuya resistencia ante los cambios y reformas, ha sido simbólica o un poco menos.
La Bruja Mala del Oeste viviría, en el reclusorio de Tepepan donde está confinada desde el año pasado. Obvio, este papel le fue asignado a Elba Esther Gordillo.
El hombre de hojalata, el industrioso trabajador, sería el senador Carlos Romero Deschamps, quien en días pasados, en su calidad de líder de los petroleros, acompañó la promulgación de la reforma con estas palabras: “combativos pero institucionales, aguerridos pero responsables, ninguna voz podría con objetividad cuestionar esta constante en el actuar de los petroleros de México. Mal comparados y vituperados, siempre hemos dado nuestro mejor esfuerzo…”
Dorothy, la niña cuya vida el tornado transformó, resultaría, Alejandra Lagunas, quien opera toda la estrategia de comunicación digital del mago de Los Pinos.
El “espantapájaros” sería, el emproblemado gobernador de Morelos, Graco Ramírez, quien de lejos parecía una figura importante y de cerca resultó una lamentable botarga de la izquierda. Los resultados ya los conocemos.
Pero más allá de las similitudes o fantasías en torno de la película y sus interpretaciones, Víctor Fleming hizo posible un viaje perpetuo por el mundo de la ilusión y Harold Arlen (con letra de Yip Harburg) le dio al mundo una simple canción de amor y de esperanza, para buscar detrás del arco iris, una nueva mirada o un remedio para la melancolía.
Con eso basta para considerar esta cinta y esta música, parte de nuestra educación sentimental.
rafael.cardona.sandoval@gmail.com