De pronto, acostumbrados como estamos a encontrar —o inventar— causantes de todos nuestros males, nos venimos a dar cuenta de quién es el peor de los villanos de México, al menos del centro de México: la Comisión Nacional del Agua.

Y todo por una “K” invertida y un error de comunicación.

Ayer fue catalogado como “el peor día” de una emergencia cuyas dimensiones no fueron de ninguna manera catastróficas como lo serán algún día futuro. La mayoría de la gente (cuya crónica condición no es la escasez), no sufrió escasez aguda ni fue el principio, como alguien lo llamó, del “aguacalipsis”.

No hubo disputas callejeras por una cubeta ni se tomó por asalto ninguna cisterna rodante como si fuera un transporte de valores. Los vendedores de tambos y tinacos hicieron su agosto y de pronto la Conagua resultó culpable de una tragedia monumental. Pero la tragedia no ocurrió, aun cuando los plazos se incumplieron y la obra fue costosa.

Muchos se han tirado la cabellera o se han rajado la toga, el peplo, el manto o la camisa, porque se gastaron 500 millones de pesos en diseñar una nueva forma de distribución con el fallido aditamento mayúsculo, ese llamado K invertida. Vaya, pues agréguenselo a los 120 mil millones del aeropuerto cancelado y dejémonos de dramas excesivos. Además las nuevas tuberías ahí están y serán colocadas tarde o temprano.

La Conagua se encargó desde hace muchos días, en sincronía con el servicio hidráulico capitalino, de persuadir a los habitantes de cuidar el agua, de almacenarla en lo posible y de comprender una fórmula técnica compleja en un sistema de captación y bombeo al cual se le había negado el servicio de fondo en los últimos quince años, por lo menos.

Ahora se vieron forzados a hacerlo y con exceso de celo nos dijeron todo lo anterior y nos hicieron conscientes de la gravedad de las cosas.

Pero ahora, por una falla técnica —posible en cualquier proceso de esta magnitud y reparado en lo posible con rapidez—, se le van encima a Roberto Ramírez De la Parra, a quien yo le hubiera recomendado, en un principio, un anuncio más amplio.

Si hubiera dicho nos vamos a tardar diez días y lo entrega en cinco, con todo y la “K” traidora e invertida, le habría ido mejor.

Pero no, quisieron ser tan transparentes como el agua brotante de la planta de los Berros y les fue como a los perros. Los apalearon.

Ayer la Conagua distribuyó un boletín interesante. Pero nadie lo estimó:

“…Para compensar los días en que el Cutzamala estuvo en mantenimiento, se mantendrá por los días que sean necesarios el incremento de 10 por ciento al caudal de agua “de 15.2 metros cúbicos por segundo a 16.8” que se entrega al Sacmex (Sistema de Aguas de la Ciudad de México) y a la CAEM (Comisión de Aguas del Estado de México), tal y como se hizo previo a los trabajos.

“La Conagua reitera que si bien su prioridad en estos días fue restablecer el servicio, los trabajos de mantenimiento realizados cumplieron con el objetivo principal de instalar la Línea de Alta Presión 2 que dará redundancia al Sistema Cutzamala; es decir, contar con una segunda línea de conducción de agua que permitirá en el futuro darle mantenimiento al sistema sin parar operaciones e interrumpir el suministro.

“Cabe señalar que es precisamente la operación individual de ambas líneas de Alta Presión lo que permitirá más adelante colocar la pieza “K” —que interconectará ambas líneas—, sin tener la necesidad de realizar paros al Cutzamala”.

Total, al Sistema Cutzamala le han hecho una operación a pecho abierto y le dejaron por mientras la válvula por ahí.

No la conectaron porque se desplazó, pero lo podrán hacer más adelante, cuando ya gestione la 4T y todo sea perfecto en México.

Mientras tanto quedan estas palabras de Ramón Aguirre, el mayor experto en problema del agua en la CDMX:

“Éste es el corte más largo de la historia; la anterior suspensión fue de 90 horas y ésta de 155; aún no ha llegado el agua pero viene en camino, hay que dar tiempo de que llegue a los tanques”.

Y entre todo esto queda una conductora de televisión, en la histeria de un linchamiento contra la Conagua, por una tragedia sin tragedia, quien convertida en juez, no en periodista, gritaba como la reina de Alicia:

“…¡Que le corten la cabeza!…” Exagerada y sobreactuada la niña.

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Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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