La bomba estalló con un estrépito colosal: uno de los grandes héroes del deporte – actividad antítesis de la vida insana, dicen—asociado, coludido o mezclado con lavadores del narco dinero de todos los cárteles habidos y por haber, del Golfo al Pacífico.
Y para prolongar el desastre un músico de la antimúsica, “El Julión”; grupero y palenquero (como Joan Sebastian y todos esos) se ve inmiscuido en los mismos enjuagues o peor aún, no está mezclado en nada, pero ya la voz del imperio se ha escuchado: todos son culpables aunque demuestren lo contrario.
La lógica de los cazadores de brujas siempre es la misma.
–¿Aceptas servir a Satanás?
–No, lo niego.
–Claro, es Satanás quien habla por tu boca. Mientes, a la hoguera.
Y si en la pira confesaba, el inquisidor juntaba las manos y miraba al cielo y decía: por fin aceptó y se arrepintió.
Yo no sé si el señor Márquez o el señor del superlativo son culpables o son hermanas de la caridad. Pero lo evidente es esto: las acusaciones, el linchamiento, la retención de sus capitales, el congelamiento de sus cuentas y la virtual confiscación de sus propiedades no tiene ni un ápice de justicia ni de respeto por el sentido común y las convenciones internacionales.
Lo adecuado habría sido actuar después de un proceso penal. E imponer penas como consecuencia, no como primer paso. Lo otro, el método intimidatorio, arbitratorio del gobierno de Estados Unidos (y eso no es producto del régimen “trumpista”, es una actitud histórica y perdurable).
Resta manera de actuar del gobierno de Estados Unido es posible por dos razones. La primera por su potencia mundial. Nadie les puede poner un alto.
La segunda, consecuencia natural de lo anterior, la obsecuencia del gobierno mexicano (de este y de todos los previos del siglo XIX para acá), siempre dispuesto a la forzada obediencia.
Cuando los idiotas y las idiotas acusan a Enrique Peña Nieto, por ejemplo, de no haber actuado con firmeza patriótica cuando Trump le dijo sobre los defectos de nuestras fuerzas armadas, solamente dan risa o lástima.
Tenemos la frontera vigilada por dones (y con la imposible amenaza de una muralla), acuerdos para la libre navegación de embarcaciones americanas en todos nuestros mares; control de todas las aeronaves de espionaje, propiedad de todos los satélites de supervisión y seguimiento de aviones de Sudamérica para México; control de nuestros archivos financieros, dominio sobre nuestras exportaciones y manga ancha para sus espías, agentes y diplomáticos disfrazados de cualquier cosa en nuestro territorio, pero debemos pedirle al Presidente un comportamiento como Juan de la Barrera.
Una prueba más de esto la ha ofrecido al gobierno de la ciudad de México: no bien se disipaba la polvareda, cuando ya habían sacado al “Tío”, Raúl Flores Hernández, del reclusorio capitalino para enviarlo a La Palma, en Almoloya, estado de México. Un penal federal mientras se cumple con su extradición a, los Estados Unidos.
–¿Por qué ahora? Por la presión de los Estados Unidos. O la orden, como se quiera.
Pero la decepción nacional por la salpicadura del espejo deportivo y “ejemplar” de Rafael Márquez apenas halla semejanza con aquel episodio de otro de nuestros efímeros ídolos nacionales, el general Humberto Mariles, quien vivió del cuento de una medalla de oro en Londres, montado encima de un caballo tuerto.
Primero lo vimos asesinar a sangre fría a un albañil en un incidente de tránsito y después supimos de su muerte en la cárcel francesa de La Santé, donde estaba procesado por haber sido detenido con 60 kilogramos de cocaína.
Mariles explicó la droga aduciendo consumo personal.
–¿Sesenta kilos, general?, le dijeron.
–Bueno, también los caballos consumen, ¿no?
Los héroes pecan, los boxeadores se pierden en la bruma del alcohol y las drogas, las vedetes de antaño son limosneras hogaño; los ejemplos de la vida se convierten en los despojos de la vida, pero ni siquiera eso justifica el linchamiento o el aprovechamiento político del asunto.
Hoy se ceban todos en la fotografía del presidente Enrique Peña con “El Julión”; pero nadie hace lo mismo con la imagen de Margarita Zavala con Rafa Márquez. Aquella va a la primera plana; la señora del rebozo, va a interiores. No vaya a ser.
A fin de cuentas ambos son señalados por las mismas causas. ¿O no?
Y si hablamos de linchamientos y anticipaciones, ya fue liberado Guillermo Padrés Dagnino, el hijo de Guillermo Padrés Elías, ex gobernador panista de Sonora.
Injustamente lo acusaron de “lavado de dinero” y estuvo preso casi diez meses. ¿Quién le repone ese tramo de su vida?
Nadie. Usted perdone.