Con su enorme talento para sostener una actitud política por encima, en contra y hasta más allá de cualquier ley gravitacional, Andrés Manuel ha dicho al confirmar sus impugnaciones al proceso electoral en el cual Enrique Peña lo venció: “vamos a presentar, a mediados de la semana próxima el Plan Nacional para la Defensa de la Democracia y la Dignidad de México». Quizá sea el correspondiente político electoral del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.
Como tan complejo empeño no es cosa de un día, ni se logrará el afanoso propósito de lograr plenas democracia y dignidad mientras se intenta limpiar un proceso electoral en una batalla quizá perdida desde ahora, con relativo presentimiento de la derrota, el anuncio parece destinado a ofrecernos una segunda edición de la Presidencia Legítima, cuyo término sexenal (si la legitimidad también durara seis años, como la constitucionalidad), llegará el próximo 20 de noviembre.
Si el derrotado candidato de las izquierdas tuviera fe en la prosperidad de sus impugnaciones ante el Instituto Federal Electoral, la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, quizá no plantearía, es obvio, un proyecto a futuro para el renacimiento moral de México (cualquier semejanza con la renovación moral de Miguel de la Madrid es pura coincidencia); plantearía la madre de todas las elecciones, en la cual derrotaría, ahora sí, a Enrique Peña, a los poderes fácticos, a las televisoras y las casas de encuestas y la mafia ladrona del poder, a través de un largo camino para darle al país una “segunda vuelta electoral”; una elección purificada, con apego constitucional o como le quiera llamar a tan nunca vista circunstancia y anunciaría –de paso– su contundente victoria y dejaría la ya dicha renovación, renacimiento, reinstauración o florecimiento de la conciencia pública, como piedra de su proyecto de gobierno.
Una segunda elección sin apoyo de los medios, sin la mano negra de los bancos, sin tenderos de tarjeta compravotos; en fin, limpia, limpia como si la hubieran organizado, supervisado y confirmado, René Bejarano y el profesor Bortolini.
«No aceptemos –dijo– que la corrupción domine por entero la vida nacional. Luchemos por el renacimiento moral de México… proceder de otra manera sería renunciar a nuestros derechos fundamentales y admitir la antidemocracia como forma de vida y como sistema de gobierno”.
Su impugnación recae completa en la violación constitucional del artículo 41, el relativo a la equidad, limpieza y libertad. Sin eso no hay elección válida ha dicho. Y las conductas de los ganadores violaron precisamente –dicen él y dicen sus seguidores—esos principios rectores consagrados en la Carta Mayor.
Por eso vino la queja. Y por eso se recurre a la movilización “pacífica, ordenada y sin violencia”. De eso se van a encargar otros, los previamente organizados bajo cualquiera de los muchos membretes ya conocidos, como esa asociación de usuarios de los servicios financiero de muy reciente aparición plantados en las oficinas de Monex o los agentes de la contra-diplomacia cuyo estéril recorrido por las embajadas pretendía convencer a gobierno extranjeros de negarle hasta el saludo a Peña cuando todos habían sido obsequiosos en los saludos y parabienes.
Pero el asunto de la moral no es cosa nueva. Ya lo había planteado Don Andrés. Independientemente de cómo evolucionen estas conductas políticas (ya ayer se hablaba aquí de una anulación moral; no jurídica) , vale la pena analizar una de las fuentes de inspiración de Andrés Manuel: la cartilla de Alfonso Reyes.
Como se sabe de sobra, en 1944, como complemento de las jornadas nacionales de alfabetización y con el impulso de Jaime Torres Bodet, Don Alfonso redactó la “Cartilla moral” cuyo arranque es este y en cuyas líneas el hombre de Tabasco, ha hallado inspiración y ejemplo:
“El hombre debe educarse para el bien.
“Esta educación, y las doctrinas en que ella se inspira constituyen la moral o ética. (La palabra «moral» procede del latín; la palabra «ética» procede del griego.) Todas las religiones contienen también un cuerpo de preceptos morales, que coinciden en lo esencial.
“La moral de los pueblos civilizados está toda contenida en el Cristianismo. El creyente hereda, pues, con su religión, una moral ya hecha. Pero el bien no sólo es obligatorio para el creyente, sino para todos los hombres en general. El bien no sólo se funda en una recompensa que el religioso espera recibir en el cielo. Se funda también en razones que pertenecen a este mundo. Por eso la moral debe estudiarse y aprenderse como una disciplina aparte.
“Podemos figurarnos la moral como una Constitución no escrita, cuyos preceptos son de validez universal para todos los pueblos y para todos los hombres. Tales preceptos tienen por objeto asegurar el cumplimiento del bien, encaminando a este fin nuestra conducta.
“El bien no debe confundirse con nuestro interés particular en este o en el otro momento de nuestra vida.”
No podemos detenernos en el análisis de estas ideas de Don Alfonso (ni sobre el resto del folleto) para quien la civilización y el cristianismo son casi sinónimos (se cargó a las tres cuartas partes o más de la humanidad no cristiana), pero vale la pena destacar una idea:
“La moral es una constitución no escrita”.
Hoy Andrés Manuel, ante las violaciones denunciadas de la constitución escrita, propone una conquista ética. Propone, como diría el regiomontano sabio, la reescritura de otra constitución no escrita: la moral. Y eso, frente a la historia de la Revolución Democrática hecha partido clientelar y contratista, no deja de ser una paradoja.
Pero volvamos al mundo terrenal, al de las leyes escritas y los tribunales y las procuradurías especializadas en delitos electorales a las cuales se acusa de no actuar, como culpa al Tribunal de prevaricar y al IFE de tolonguear.
Como todos sabemos el artículo 77 bis de la ley de medios de impugnación (electoral) define tres causas para la anulación de las elecciones:
“Cuando al menos el 25 por ciento de las casillas hubiera sido anulado por irregularidades; Cuando no se hubiera instalado el 25 por ciento o más de las casillas; Cuando el candidato ganador de la elección resulte inelegible”.
Otras irregularidades, como los gastos de campaña o la coacción del voto, reciben sanciones diversas, pero no envuelven a todo el proceso. Las dos primeras causales involucran a todos los participantes en el cotejo; la tercera, sólo al ganador.
Ricardo Monreal, quien posee sólidos conocimientos jurídicos y enorme habilidad política, dijo ayer mismo algo realmente ingenioso:
“Sufragio comprado, no es elección”.
Pero más allá del gracejo propuso una fórmula popular de robustecer las impugnaciones frente a los casos de omisión en los cuales según él el IFE ha desestimado 12 quejas sobre (mala) fiscalización y la Fepade ha ignorado cientos de denuncias: invitar a los ciudadanos a adherirse a la petición anulatoria.
“(invito) a todos los ciudadanos que quieran hacerlo, a que firmen este recurso de invalidez de la elección presidencial”. Una especie de muro de los lamentos, pues.
“El deseo y la exigencia de la coalición –dijo– es que el Tribunal electoral limpie la elección y repare la violación de los derechos constitucionales, el “Trife” debe invalidar la elección y reparar el daño.” Obviamente el daño –si lo hubiera como ellos dicen–, sólo se podría reparar reponiendo el proceso. Una nueva elección presidencial, nada menos.
Monreal se refirió a los millones de ciudadanos inconformes con esta elección, pero nada dijo de quienes sienten haber llevado a su candidato al triunfo. Y los conformes, también son ciudadanos. O como ha dicho Joaquín Coldwell, presidente del PRI, “millones de voluntades no pueden ser cuestionadas por una actitud que se niega a reconocer el valor del voto universal, directo y secreto…el único problema en esta elección fue haber tenido a alguien quien ha sido un mal perdedor”.
Pero por ahora el anuncio de Andrés Manuel nos permite vislumbrar una nueva forma de actividad opositora frente a la cual los partidos ajenos al frente progresista deberán actuar con ingenio y frescura política. Y sobre todo con paciencia. Cuando se acabe el auxilio financiero para todos estos movimientos, merced al desarrollo de las ambiciones de quienes podrán operar el riego de divisas a la legalidad moralizante en un futuro cercano desde el DF, Morelos y Tabasco, muchos cauces quedarán secos.
Alguien prometió –ese es el riesgo de las frases felices–, rebasar a AMLO por la izquierda y el carro se le salió a la cuneta con las llantas balaceadas por los narcos.
A la izquierda, como a cualquier opositor político se le debe rebasar con un buen gobierno. Nada más, pero nada menos.