Al colectivo #yosoy132 le hacen falta muchas cosas. Una de ellas es una cabeza visible, un líder de arrastre. No tienen su Danny “El rojo”; ni siquiera su Marcelino Perelló. Muchos menos su Roberto Escudero.
Pero a falta de eso han logrado traer a México a Camila Vallejo quien ha sido el personaje más notorio de las movilizaciones de la joven izquierda chilena, cuyo activismo puso literalmente contra la pared, al gobierno de Sebastián Piñera, con una notable diferencia del incipiente y de seguro fugaz movimiento mexicano: aquellos no buscaban acosar a un candidato.
Querían aquellas movilizaciones, ampliar la educación popular gratita, pública y hasta donde se pudiera laica en un país donde el laicismo no existe explícito en la Constitución.
También pedían la recuperación de los recursos naturales, en especial del cobre (¿cuándo han protestado aquí los locales contra la rapaz minería canadiense y sus depredadoras concesiones extendidas por todo el país?) y el fin del modelo neoliberal de la economía de mercado, cosa ausente en las quejas de quienes sólo saben invocar a Mario Aburto y corretear camionetas en los mítines de Peña o simular importancia mediante una caprichosa convocatoria al debate-celada cuando a estas alturas los ciudadanos ya estamos hartos de las campañas, las promesas y las ocurrencias de los candidatos y ya se han fatigado cámaras y micrófonos con la misma canción y la misma cantaleta de algunos.
Por otra parte, mucho se ha hablado y escrito en torno de la intervención e instrumentación de los herederos locales del exilio (cuyo volumen llenó las instituciones académicas mexicanas de los años setenta), en la organización del colectivo cuyas similitudes con las movilizaciones chilenas se logran tirando de los pelos algunos argumentos.
El más visible de ellos es la declaración inicial de la propia Camila quien dijo en la Universidad Autónoma Metropolitana, cómo en Chile los jóvenes también sufrieron la andanada de los poderes mediáticos, lo cual resulta altamente inexacto.
En todo caso en México los poderes mediáticos son quienes han sufrido la andanada de los estudiantes quienes han enarbolada una bandera superficial en materia de comunicación social la cual no es sino una repetición elaborada de la queja eterna de AMLO por el inexistente “cerco informativo” y la construcción de una candidatura de TV, suficiente para una imposición mediática en el Ejecutivo.
Como sea, si se necesitaba una presencia, una efigie, un símbolo viviente del movimiento. Ya lo tienen. Y no podía ser mejor, así ella misma les haya señalado la esterilidad de salir a las calles para oponerse a un candidato en lugar de ir tras reformas de fondo para cambiar el estado de cosas imperante e injusto.
Se trata de una joven educada en la escuela contestataria del viejo partido comunista chileno, con una facilidad oratoria como de Rosa Luxemburgo y una apariencia como la de María Schneider.
Su activismo trascendió las fronteras del Tercer Mundo y el Cono Sur, hasta el extremo de ser considerada por la prensa de los Estados Unidos, o una parte de ella, como un peligro, lo cual no deja de ser una honrosa distinción. Sobre todo a esa edad.
Si usted no lo conoce le ofrezco un despacho periodístico del primero de mayo, cuyo texto no puede ser más elocuente. Fue cuando Anastasia O´Grady, articulista del Wall Street Journal, llamó a Camila, (1 de mayo 2012) “la bebé de los pañales rojos”.
“… (EFE) El furor que despertó en Chile la actual vicepresidenta de la Federación de Estudiantes Chilenos, Camila Vallejo, fue criticado por Mary Anastasia O’Grady, periodista del diario estadounidense “The Wall Street Journal”.
“En su columna, afirmó que Vallejo logró poner a la defensiva al Gobierno de centro derecha de Sebastián Piñera y aclara que “los comunistas no se están tomando Chile”, pero sí parecen haber copado el plano mediático.
“Desde el año pasado, esta bebe de pañal rojo, cuyos padres eran partidarios de Salvador Allende, ha liderado multitudes de manifestantes que exigen una educación universitaria gratuita, la nacionalización de la industria cuprífera y el fin del modelo económico liberal”, se lee en la columna.
“Según la periodista estadounidense, un fenómeno como este es todo un misterio en Chile.
“Es más, lo que allí sucede debería de funcionar como una advertencia para los Estados Unidos:
“La respuesta podría encontrarse en el ambiente político e intelectual de Chile, el cual está desesperadamente carente de voces que defiendan la moralidad del mercado y la santidad de los derechos individuales.
“Advierte que, “aunque los beneficios materiales de la economía de mercado se han acumulado por décadas, Chile se ha visto inundado intelectualmente por las ideas izquierdistas. El principio común es que la desigualdad económica es inmoral y el Estado tiene la obligación de corregirla”.
“O’Grady critica a la derecha chilena que “en vez de luchar contra esta invitación a la tiranía, a menudo le cede la supremacía moral a quienes la proponen”. El principal culpable de no poder contrarrestar la ofensiva de la joven de pañal rojo es, siempre para O’Grady, Piñera.
“Sus tibias medidas de respuesta, diseñadas para satisfacer a los elementos moderados de las brigadas igualitarias están socavando la libertad chilena. También están socavando su poder al hacerlo ver débil e incompetente”, aseveró en su artículo.
Como se ve la señora O’Grady podría también apellidarse Pinochet sin deshonrar a tan notable personaje.
Pero la fogosa y carismática “princesa de la barricada” ni está manca ni mucho menos. Así le respondió al WSJ:
“La vicepresidenta de la FECh, Camila Vallejo, respondió al duro editorial publicado en «The Wall Street Journal», que lamenta el aparente retroceso del ideario liberal en Chile –evidenciado en las protestas masivas– y tilda a la líder estudiantil como un «bebé con pañales rojos».
«…cómo les duele cuando Chile toma conciencia. Esto es señal de que avanzamos».
Pero además de estas habilidades para la polémica en los medios, Camila tiene su papel bien ensayado y puesto.
La posibilidad de ser señalada como una intrusa indeseable en los asuntos políticos mexicanos, prevista siempre en el vigente artículo 33 de la Constitución, (al cual nadie apelará y menos desde el gobierno del PAN, feliz por un movimiento “antipeña”), fue anulada con esta declaración casi franciscana:
“A México vengo a enriquecerme de lo que pasa en México y a difundir el movimiento de los estudiantes chilenos, no para dar consejos a nadie… los mejores consejeros de los movimientos son los propios estudiantes en sus países, saludamos y valoramos lo que ha hecho #YoSoy132 en México. Venimos a enriquecernos».
Obviamente su convocatoria a la autonomía del movimiento y a la selección de sus propias normas de organización y dirección, fueron del agrado masivo y la joven de los “pañales rojos”. Se convirtió desde ya (parafraseando a Vallejo Nájera) en “la virgen de los indignados”.
Pero quizá sus mejores palabras no fueron en la UAM donde les dijo a los jóvenes sobre la insuficiencia de la protesta y la marcha callejera, sino etas ideas extraídas de la entrevista concedida al licenciado Brozo en el programa de ayer por la mañana:
“En todos los movimientos estudiantiles a lo largo de Latinoamérica y el mundo salen a decir basta de abusos y basta de desigualdad, queremos ser parte de los procesos de transformación, es muy saludable y lo rescatamos en este momento.
“…También es de resaltar que la juventud siempre da el primer paso, logra romper esquemas, cuestionar los viejos órdenes, logra despertar las conciencias, aunque no basta con la juventud se movilice, lo aquí se requiere son movimientos sociales, amplios y diversos, que cuenten con el respaldo de los trabajadores.
“…La juventud a nivel mundial tiene una gran tarea, una gran responsabilidad, por su sensibilidad ante la injusticia y las opresiones, que hacen que su muevan, el uso de las redes sociales es fundamental.
“…Yo creo que hay una batalla muy importante, que es la batalla de las ideas, creo que tiene que ver con un proceso de recuperación que se ha venido viviendo producto de situaciones y momentos históricos violentos en distintos países”.
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La acusación de fraude de un empresario llamado José Luis Ponce de Aquino contra los integrantes del equipo de comunicación social de Enrique Peña es un camelo monumental. Demandar por el incumplimiento de un inexistente contrato cuyos documentos no existen, es una forma sutil de colaborar con la guerra sucia.
Si el señor Mandoki y sus compañeros solicitaban seis millones de dólares para lograr el triunfo de AMLO en las elecciones federales, cómo es posible creer en una campaña de más de 60 millones de dólares para posicionar a Peña en ¡Estados Unidos!, donde nadie vota.
El voto de los paisanos en el extranjero es otra costosa fantasía, dicho sea de paso. En el 2006 sólo votaron 32 mil ciudadanos con residencia allende el norte.
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La candidata priísta al Senado, Araceli García Rico, nos demuestra cómo las campañas políticas son fuente inagotable de ideas para llamar la atención. Ahora se le viene a la mente la necesidad de ampliar a los varones los servicios y respaldos ahora sólo femeninos.
Por eso ofreció promover guarderías para hijos de hombres asegurados y las licencias de paternidad para los trabajadores.
Araceli García Rico, “Ara”, como se hace llamar en la campaña, fue madre recientemente. A pesar de ello no ha interrumpido su campaña política y quizá su esposo trabaje doble en el auxilio político y también con una mamila de vez en cuando.