“Carne de cañón”, la llaman los analistas de la guerra a esa tropa casual, mal preparada y levantada de manera aleve, cuya finalidad es contener a cualquier precio así sea por poco tiempo, un avance enemigo. Una especie de barrera humana mal preparada y peor destinada cuyo fin irremediable es sucumbir frente a la artillería del enemigo. No sirve para ganar; sirve para distraer.

Ya lo describe Vladimir Grossman en “Vida y destino”.

“Desde la orilla oriental ciento de piezas de artillería pesada soviética hacían fuego. La artillería pesada alemana hacía saltar terrones en la ladera sur del Mamayév Gurkán, y cubría el terreno de barrizales.

“…Varias veces al día, los soldados del Ejército Rojo, ensordecidos y con los ojos inflamados, hacían frente a la infantería y los tanques alemanes…”

Millones de rusos fueron carne de cañón. Pero a fin de cuentas ganaron en el Frente Oriental.

Otras actividades han asumido la imagen y el paralelo y hasta la frase misma de quien participa sin esperanza. En la fiesta de toros los matadores con poca habilidad y frecuentes visitas al “hule” son llamados por sus compañeros “carne de toro”. Cates a cada rato.

En la política la masificación como argumento, el número, la cifra; el contingente irreflexivo y a veces inconsciente; el sindicalizado de pase de lista, el maestro abrumado, el burócrata comprometido por encima de su conciencia. El acarreo, en fin. El traslado casi vacuno de las personas en camiones (o aviones) de redilas.

A eso se le ha llamado en esta elección “carne electoral”.

Y la frase se le debe acreditar a Javier Sicilia quien de esa manera explicó el desencuentro casi blasfemo (para los devotos de Andrés Manuel), en el Castillo de Chapultepec durante los diálogos con los aspirantes a quienes el poeta les leyó la cartilla y les halló los peores rasgos de su incierta propuesta para el futuro nacional.

Incierta no por falta de explicaciones, sino por la anulación misma de los propósitos, divergentes a veces de la naturaleza de los compromisos originales de cada quien. Si pudieran hacer cuanto prometen en el futuro, no lo habría traicionado en el pasado, parece decir Sicilia.

Para quien no recuerde los hechos, valga la pena este repaso. Sicilia recibió a Andrés Manuel quien de entrada esquivó el beso poético como si fuera algo indecoroso. Al analizar su postura política, JS le dijo:

“…usted, señor López Obrador, significa la intolerancia, la sordera, la confrontación –en contra de lo que pregona su República Amorosa– con aquellos que no se le parecen o no comparten sus opiniones; significa el resentimiento político, la revancha, sin matices, contra lo que fueron las elecciones del 2006, el mesianismo y la incapacidad autocrítica para señalar y castigar las corrupciones de muchos miembros de su partido que incluso, contra la mejor tradición de la izquierda mexicana, no han dejado de golpear a las comunidades indígenas de Chiapas y de Michoacán o a los estudiantes Guerrero.

“Significa también la red de componendas locales con dirigentes que años atrás reprimieron a quienes buscaban un camino democrático, el señor Bartlett es sólo la punta del iceberg”.

Obviamente la respuesta de Andrés Manuel no hizo sino confirmar lo dicho por el poeta.

“A mí no me pueden meter en el mismo costal”, dijo no como tabasqueño sino como argentino.

Posteriormente en la revista en la cual desde hace muchos años uno puede hallar la evolución del pensamiento y la acción de Javier Sicilia, (Proceso), apareció una entrevista en la cual queda muy claro el sentido político de esa mañana en el otero, cuando el poeta dictó el “Anatema del Castillo” y no dejó –como aquí hemos dicho– , títere con cabeza.

“Me dicen: eres un hijo de la chingada, eres un traidor, un ojete. Pero eso es fascismo, estalinismo y yo no voy con eso. Se lo dije a Andrés Manuel: “A usted lo respeto y lo admiro”. Muchos en Morena son mis amigos y los respeto. Pero con ese fascismo yo no quiero nada. ¡Pinto mi raya!

Y después el reportero le pregunta cómo fueron sus anteriores encuentros con el movimiento.

–Agresivos, responde. Yo escribí un artículo en Proceso explicando por qué no puede existir una república amorosa y me respondieron con insultos, en lugar de una discusión de altura… nos quieren ver como carne electoral, como votos, y no somos votos, somos ciudadanos, somos víctimas de una guerra.

“Gane quien gane tendrá que vernos porque somos la agenda dolorosísima que tiene que ver con la nación.”

El segundo revés.

METRO

Subo al vagón número N1994 de la línea 2 del Metro. Atestado. Sobre las puertas y a los lados de ellas hay espacios para propaganda y publicidad. Hoy casi todo se lo lleva la contienda política.

A Enrique Peña, vestido con camisa verde, le han opuesto un grueso tache con plumón negro en la boca. A Andrés Manuel le fue peor: le han raspado los ojos. Quedaron dos agujeros negros.

El único anuncio intacto es el de Mancera. Nadie le puso nada. Ni un grafiti.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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