No han sido los críticos profesionales ni tampoco los adversarios políticos. No fueron ni los unos ni los otros. Fue el arzobispo de León, anfitrión del Papa Benito XVI quien le puso al gobierno los dedos en las llagas y presentó una de las más crueles radiografías del sexenio. No tanto por las evidencias en sí mismas, sino por el lugar y el momento cuando fueron dichas.
Fue, digamos, la parre seria de la visita del Papa. Lo demás, fervorines republicanos y mocherías sin sentido.
El triste retrato nacional con los tintes de una penosa circunstancia de miedo impotencia y duelo, fue la parte analítica antes del confeti verbal de los panegiristas del papado o la fe o la devoción o cualquiera de esas otras cosas.
Las palabras de Martín Rábago, a quien el Papa no se cansó de señalar como su anfitrión y agradecerle la visita, son consistentes con el diagnóstico general de la Conferencia de Episcopado.
“La mayoría de nuestra gente no quiere transitar por caminos de muerte y destrucción; anhela más bien vivir en paz y gozar de la felicidad de Cristo… Santidad, llega usted a nuestra patria mexicana en momentos en que oramos con el salmista: oh Dios, escucha mi plegaria… pues veo en la ciudad violencia y discordia… en su recinto, crimen e injusticia, dentro de ella calamidades…”
El arzobispo habló de las “raíces perversas” de este clima pavoroso: la pobreza, la falta de oportunidades, la corrupción, la impunidad y la deficiente procuración de justicia; vehículos para un cambio cultural en cuyo nuevo credo se impone la convicción de una vida materialista sustentada en el éxito económico fugaz.
“Somos conscientes de que padecemos también una grave crisis de moralidad, porque se ha debilitado y relativizado la experiencia religiosa en algunos sectores de nuestro pueblo, con graves consecuencias en la vivencia y educación de los valores morales”, apuntó.
Pero la pobreza, la falta de oportunidades, la corrupción, la impunidad y la deficiente procuración de justicia, no son un diagnóstico pío, ni son la obra de “los malos”, son el señalamiento de las deficiencias estructurales de un gobierno incapaz de cumplir con responsabilidades concretas para erradicarlas.
Y obviamente esa lista de deficiencias nacionales es a un tiempo queja y acusación. Acusación importante debido a su origen: proviene de una iglesia cuya presencia en el panismo se ha mantenido constante toda la vida.
Si los afines opinan eso…
PINCHE SOTA
La revelación de una plática entre Josefina Vásquez Mota y uno de sus jóvenes colaboradores, Agustín Torres Ibarrola, nos ha regalado a los mexicanos una sorpresa mayúscula: la modosa señora candidata del Partido Acción Nacional también sabe decirle pinches a sus enemigas en la grilla interna.
Vaya fea palabra, señora.
Del todo impropia en labios de refinada educación como la suya. Esas cosas no se dicen, Chepinita. ¿Y con esa boquita de falso testimonio recibe la Sagrada Forma?
Pero sea como se haya sido, esas palabras se dijeron y se divulgaron, y son cosas como de patán, como ella misma llamaba a Ernesto Cordero antes de ganar la pelea interna en el PAN, pleito en el cual algunos quieren hallar la explicación del exabrupto sacado a la luz por espías infatigables.
Y también en el campo de lo sorpresivo; vaya cosa esa de adjudicarle al señor secretario de Seguridad Pública, don Genaro García Luna (el hombre más cuestionado del gobierno al cual ella sirvió tanto tiempo) el ocioso e ilegal afán de espiar y grabar conversaciones políticas en lugar de preocuparse por detectar las comunicaciones clandestinas todas ellas del señor Chapo.
Total un enredo, en lugar de hallar al Chapo juegan a ventanear como la Chapoy y luego la vocera del señor presidente (hágame usted el favor) lo filtra; acusación tras la cual se podría hallar el origen de esta filtración al sitio de La Silla Rota, pues de seguro no fueron los periodistas de esa agencia quienes realizaron la grabación. De ninguna manera.
Pero mientras son peras, manzanas o perones, la señora Josefina vuelve al terreno noticioso ahora por una infidencia delictuosamente obtenida e irregularmente difundida razón por la cual va a la Procuraduría General de la República y pone una queja y pide una investigación. La primera no le sirve para nada excepto para solicitar la segunda se le puede untar al queso.
Pura perdedera de tiempo, puras ganas de figurar, de sobresalir y luego de salir al día siguiente con la batea de negar la enemistad interna.
El enemigo no está en casa, nosotros sabemos, ha dicho, quiénes son nuestros adversarios y no están en la casa.
¡Ay!, señora ¿no hay alguien capaz de asesorarla de manera conveniente? ¿No conoce usted las virtudes del silencio?
Si ya puso usted las cosas en las manos de la señora Procuradora, su antigua compañera en el gobierno y su afín en las batallas de género y además funcionaria de ejemplar conducta y más reconocida rectitud e imparcialidad, ¿no era suficiente con eso? ¿No es un ridículo eso de acusar al PRI antes de conocer el resultado de tan profunda y responsable investigación?
Y si el enemigo no está en la casa ¿cómo va a explicarle usted a Genaro García Luna sus dichos, convertida de pronto en enemiga interna? ¿Cómo está entonces eso de andar “pincheando” a la señora Sota?
No hay ninguna lógica. ¿O también sus señalamientos contra Genaro y Alejandra (ya no su ilegal divulgación) vendrían a ser obra de los externos y malévolos enemigos?