Como si no hubieran sido suficientes los caudalosos ríos de tinta y la vocinglera catarata de estudiosos, juristas, todólogos y demás desde aquellos memorables días del montaje del Caso Cassez, con sus ingredientes de una segunda Batalla de Puebla (¿te acuerdas, Pablo Reinah?) en la cual todo mundo, especialmente los burócratas mexicanos hundieron las piernas en el lodazal (patas o pezuñas sería grosero), el proyecto del ministro Arturo Zaldívar para amparar a una secuestradora indebidamente procesada, ha encendido de nuevo un debate condenado al fracaso.
El proyecto se quedará en eso, me atrevo a decirlo.
Sin embargo el novelón y sus consecuencias, los rasgos nacionales en él contenidos y por revelado una vez más por este documento en la Suprema Corte de Justicia, lo convierten en un asunto de múltiple interés y no menos consecuencias de largo plazo.
Este es un caso judicial; sí, pero sobre todo es un asunto político con incómodas e inconvenientes ramificaciones diplomáticas. Es también un maravilloso motivo para el debate jurídico y también materia para el análisis del papel impuesto o autoimpuesto por los medios de comunicación.
Es a fin de cuentas un árbol envenenado; una fruta amarga, un contagio producido por alguien pues no existe la generación espontánea; una madeja cuyo primer nudo es visible, conocido y reprobable. A pesar de eso el gobierno presionó al Ministerio Público no para hacer justicia plena sino para satisfacer una necesidad compulsiva de hacer creer; de impresionar a quien se deje, de sembrar una idea de plena eficacia en una nueva policía nacional, presentada el día de su fundación, por el ex presidente Vicente Fox, como nuestro FBI.
Un caso hasta ahora sin responsables por su podredumbre inicial (la deformación consciente de la realidad, le llama el ponente); sin consecuencia judicial para quien incumplió el debido proceso y atropello garantías elementales en pos de una espectacularidad a fin de cuentas convertida en un bumerán.
Pero sobre todo es un enredo cuya complicación se debe a la muy mexicana costumbre de dejar hacer y dejar pasar si así conviene políticamente. Al menos en el plazo inmediato. Después, ya veremos.
No se pueden quedar al margen de los elementos en juego, en cualquier análisis, el papel y el peso de los activistas sociales inmersos en la condena del secuestro y por tanto reacios a cualquier circunstancia de aligerar la condena de Florence Cassez o siquiera de acceder a su traslado a Francia.
Este es un caso sobre el cual el observatorio SOS, de Alejandro Martí y el movimiento contra el secuestro de la señora Isabel Miranda, (hoy candidata del PAN al gobierno del DF) ejercieron mucha presión social, política y mediática.
Pero es también una circunstancia, como dijo Olga Sánchez Cordero, un asunto de derechos. De Derechos Constitucionales.
Y es sobre todo un quebradero de sesera, un rompecabezas cuyas piezas no encajan pues si se reconoce un derecho se limitan los de la otra parte. Sí; es materia de respeto a las víctimas, pero esta condición no solo se aplica a los secuestrados, ahora una parte de la Corte nos dice cómo la victimaria se convierte a su vez en víctima de los atropellos policiacos y judiciales. Y eso después de varias instancias judiciales en las cuales esto se ignoró o no se quiso ver.
“[La corte] Censura que las autoridades encargadas de una detención deformen conscientemente la realidad con el fin de crear un filtro de esta realidad a fin de exponer a una persona frente a la sociedad y, principalmente, frente a las futuras partes del proceso, como los culpables del hecho delictivo”, dice el documento.
Y también expone:
“…Los testimonios de las víctimas, así como las declaraciones de los policías, son producto de una deformación de la realidad provocada por la Agencia Federal de Investigación”. ¿Así o más claro?
Aun si estas afirmaciones no llegaran a constituir la materia suficiente para echar abajo todo el caso (el árbol podrido, pero no de todas partes), ya serían suficientes para avergonzar a quien pueda sentir el mínimo rubor.
Pero si todo esto no fuera suficiente, las derivaciones diplomáticas del caso ponen al gobierno mexicano en entredicho. No solamente quedan los acíbares de aquella tarde en el Senado cuando se le quiso imponer al presidente francés una restricción temática a su discurso (¿sabe usted, como cuates mejor no hable de la chava esa, no mi buen?) sino el encontronazo por el cual hasta la presencia cultural de México en Francia fue cancelada con todo y nuestra fama de nación bananera.
Hoy este caso le cae a Sarkozy del cielo. En abril son las elecciones y el único sitio seguro para él hasta ahora es el suelo. Esto lo podría levantar, con cualquier desenlace. Por eso habla de este modo:
“Es dijo, la primera verdadera buena noticia en cinco años y medio… confío en la justicia mexicana… Florence Cassez es una joven que hace casi seis años se enamoró de alguien que no era la persona ideal y desde entonces vive un infierno… no haré más cometarios para no influir en el proceso de la justicia mexicana”.
A pesar de la pedantería crónica de Monsiuer Sarkozy, sus palabras tienen eco.
Y los días de aquí al 2, cuando sea analizado el proyecto del Ministro Ponente, corren presurosos.
Sea cual sea el punto final, alguien ha hecho un ridículo cuya dimensión, en otras circunstancias, en otro país, en otro mundo quizá, obligaría a removerlo y quizá enjuiciarlo. Todo un país en ridículo por algo tan innecesario e inútil a la larga como la captura fingida, la eficacia teatralizada.
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Interesante el camino escogido por J.J. Rodríguez Prats quien como todos sabemos tras su mudanza del PRI al Partido Acción Nacional se convirtió en un apasionado defensor de una doctrina cuyos postulados no sacudían su conciencia juvenil.
Pero al grito de nunca es tarde para la verdad hoy es un neo doctrinario convencido.
Por eso se ha peleado con la mitad del PAN “calderonista”. Todavía tiene tiempo para enemistarse con la otra mitad. Lo va a lograr.
Incorporado a las filas del “chepinismo” (antes había militado con vehemencia por Alonso Lujambio cuya candidatura, por muchas razones, no pudo ser) escribió recientemente estas líneas. Iba yo a decir estas conmovedoras líneas, pero dejémoslo como estaba.
“…Si se me pidiera precisar en unas cuantas palabras cuál fue la causa principal que inspiró a los fundadores para crear el partido, sin ninguna duda señalaría el denunciar y frenar los abusos del poder. Resistió desde la oposición sus embestidas.
“Paradójicamente, su más grave problema es que ahora, estando en el poder, ha perdido su entereza como partido político y se ha atropellado la dignidad de la militancia.
“El PAN ha vivido siempre con un reclamo por no vivir en plenitud sus principios doctrinales, lo cual es explicable. La política es una permanente tensión entre lo que se piensa y lo que se hace. Las convicciones deben reafirmarse periódicamente. Para su actualización y enriquecimiento, es necesario recurrir al abrevadero doctrinario.
“Confío en que, antes del primero de abril, fecha de arranque de las campañas, los órganos del partido actúen conforme a los principios panistas. No hacerlo significaría dejarse arrastrar, como otros institutos políticos, por el oportunismo o, como decía Efraín González Luna, perderse en la “escaramuza de lo electoral”.
Pues sí, pero sin la escaramuza electoral” quienes hoy están no estarían y por haberla perdido no están quienes querían.
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Podría tratarse de una traición del subconsciente, pero hay cosas sutiles en eso de la comunicación subliminal, como le llaman algunos, especialmente cuando se habla de política.
Quizá a nadie le pareció significativo pero ver a Andrés Manuel vestido con la franela del equipo de los amigos (negro y amarrillo, como debe ser) y el número tres en la espalda y el pecho, resulta una especie de confesión sobre la esperanza del futuro.
–¿Tercer lugar?
Debió haber salido al diamante con el número uno, siquiera como una muestra de confianza para alguien cuyo porcentaje de “bateo político” va por encima de los 300 y cuya exhibición deportiva muestra (esa era la intención) la fortaleza de su salud y la inexistencia de las enfermedades del “desafuero clínico”.
“Los pejes que vos matáis…, habría dicho Zorrilla, gozan de cabal salud.
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Alguien con ánimo morboso (dejémoslo así) le solicitó al IFAI los nombres de los marinos de la Armada procesados por delitos contra la salud en esta etapa de alta presencia de los hombres del mar en la lucha contra la delincuencia organizada.
El IFAI buscó y buscó y nada encontró. Al menos así se lo hacen saber al solicitante y a la propia institución. Simplemente no hay marinos presos ni investigados por nexos con el narcotráfico.
El expediente tiene los números de folio 0001300076.14 y en él se manifiesta no haber encontrado indicio alguno.