Hay muchos documentos a los cuales podríamos acudir en busca de pronunciamientos definitivos en torno de la anhelada importancia mexicana en el mundo. Sin embargo releer las loas a nuestra presencia mundial, con base en nuestro trabajo de calentar una silla en el Consejo de Seguridad de la ONU esperando las órdenes de Washington; por ejemplo, es algo cercano a la inutilidad y el aburrimiento.
Y no vengamos ahora con el heroísmo de nuestra postura cuando la crisis de Irak (durante el gobierno de Fox), pues a final de cuenta ni siquiera llegamos a votar ni en contra ni a favor. Los americanos, los españoles y los ingleses se pasaron a la ONU por el forro y le metieron candela a Bagdad con las consecuencias hasta ahora sabidas y predichas.
Durante la más reciente revisión de la política exterior, la muchas veces comentada comida con los embajadores, los cónsules y la burocracia de Tlatelolco (hoy Alameda), la secretaria Patricia Espinosa Cantellano, untuosa como suele ser cuando le habla al Presidente, les dijo a él y a sus colegas del servicio exterior (tan exterior como para andar en la Luna):
“Profundizamos en el papel de los nuevos mecanismos de concertación indispensables en el diseño de una arquitectura internacional que responda a las necesidades de nuestro tiempo, así como las grandes tareas que nos esperan este año con motivo de las varias grandes cumbres que se celebrarán en nuestro país…”.
Nadie negará lo bonito del discurso. Eso de la concertación para diseñar una arquitectura internacional es una chulada. No me lo rechace.
Obviamente siendo la arquitectura una combinación de arte y técnica podríamos suponerle importancia a las obras arquitectónicas preservadas bajo la condición de zonas patrimoniales del mundo, entre las cuales muchas se encuentran en México, pero dejemos eso por ahora, pues quizá la palabrería de la señora secretaria no haya sido sino una forma metafórica de hablar.
Por lo pronto, mientras se llenaba la boca con estas promesas de incidencia en la obra mundial, por otra parte ordenaba el cierre de la oficina nacional ante la oficina cultural de la ONU, donde dejamos botada la participación en algunas cosas importantes, como éstas, por ejemplo:
Once cátedras “UNESCO” sobre Integración Regional y Universidad; Derechos Humanos, Comunicación, Conservación de Bienes Culturales; Gestión del Hábitat y Desarrollo Socialmente Sostenible, Nuevas Tecnologías de la Información; Transformaciones Económicas y Sociales Relacionadas con el Problema Internacional de las Drogas y del Aseguramiento de la calidad de la educación.
La cancelación de nuestra participación o al menos la participación a control remoto, sin domicilio permanente ni inclusión en el aparato administrativo y político de la UNESCO; demuestra nada más dos cosas.
La primera, el poco interés sobre los asuntos, al menos en ese campo. Y la segunda, el triunfo del “cuentachilismo” sobre la diplomacia.
La operación de la oficina de la UNESCO le costaba al país un millón cuatrocientos mil pesos. El funcionamiento del consulado de Boise, Idaho, cerca de 800 mil.
Bueno, pero en Idaho hay mexicanos necesitados de protección, nos dirán. Pues quién sabe, pues en ese lugar hay 186 mil habitantes y apenas un cuatro y medio por ciento de población hispana; no todos mexicanos. Y si le cuento del consulado de Presidio, Texas, de 850 mil para un pueblito de cuatro mil 5000 habitantes, nos morimos ambos de la risa.
Por eso debemos reflexionar en la profundidad y seriedad de las palabras del señor Presidente dichas el pasado ocho de este mes:
“Hay mucho que hacer para el Servicio Diplomático y para la Cancillería. Simplemente, no quiero extenderme en ello ahora. Simplemente, quiero expresarles, amigas y amigos, mi reconocimiento por el trabajo profesional que realizan fuera de México y en México en favor del país y en favor de los mexicanos”.
Pero un año antes, el mismo presidente Calderón hacía excitado discurso a los funcionarios del servicio exterior a perseguir altísimos fines internacionales, entre los cuales la cultura era también una preocupación. Así los instruyó (para usar una palabra frecuente de su diccionario):
“Yo reitero la convicción de que necesitamos más mundo en México y más México en el mundo. Más mundo en México, porque requerimos más inversión para generar empleos, mayor acceso tecnológico, mayor conocimiento.
“Y más México en el mundo para que nuestros productos, nuestra cultura lleguen a más mercados y sean conocidas por más habitantes del planeta. Tenemos que asumir el papel que nos corresponde en la arena internacional.
“En ese tenor, la candidatura de México a un puesto no permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para el bienio 2009-2010, busca contribuir a la conformación de un orden mundial más justo y democrático que permita dar respuesta a las amenazas globales bajo un marco de cooperación internacional para la paz, la seguridad y el desarrollo”.