Sordos por conveniencia, no quisieron escuchar las voces de alerta.
Porfirio Muñoz Ledo, tras su retiro de la posible contienda publicó algunas reflexiones cuya profundidad fue demasiada para el desmesurado apetito de poder de Marcelo Ebrard y Manuel Camacho.
El siete de este mes, en un texto inolvidable (y ahora imprescindible) dijo Porfirio:
“…El predominio de la mercadotecnia sobre la deliberación y de los anuncios espectaculares sobre las trayectorias y las propuestas. La intrascendencia de la imagen aparencial de los candidatos por encima de la dimensión de las tareas a emprender. Las encuestas sirven, en ausencia de reglas democráticas, para sondear la popularidad inducida de las personas pero no transparentan proyectos ni capacidades.
“Han propiciado la feria abusiva de vacuas vías de promoción: todo género de retratos acompañados de no más de cinco palabras, libros de dudosa manufactura propia, revistas desconocidas que se exhiben en bardas, botargas réplica del Dr. Simi, informes innecesarios y tumultuarios, vinculación de programas públicos a los funcionarios, tanto como una avalancha de llamadas telefónicas y cartas a los domicilios, en combinación con las empresas encuestadoras.”
Si a todo ese análisis se le agregan los ecos de charlas y diagnósticos internos, revelados por la imprudencia o la inducción de Alejandro Rojas, ex secretario de Turismo, de notable y añeja cercanía política y operativa con el jefe Marcelo, se puede deducir claramente el equívoco en el cual cayeron, de noche y de “DIA”.
Ayer al mediodía Manuel Camacho zanjó la filtración (y peor aun ignoró su contenido y trascendencia) mediante el sencillo recurso de anunciar los resultados para hoy mismo por la tarde y reconocer –si la hubiera—cualquier falla. Y colorín colorado, según él.
“Un `marcelista` confiable y leal”, dijo el indiscreto Rojas, y no sabemos si en esa definición abarcaba a Miguel Ángel Mancera o lo invitaba a reconocerse como parte del selecto grupo de los íntimos.
Pero el caso es simple: no pudieron llevar a cabo el proceso ni siquiera con las reglas elaboradas por ellos mismos. Se tropezaron con sus ambiciones y sus compromisos. La concesión, canonjía o prebenda otorgada por Andrés Manuel en favor de Marcelo, una especie de compensación ante su retirada en el proceso nacional, para conducir la sucesión en la ciudad de México, le ha quedado grande. Casi como la basura (sin analogía alguna).
Si como es casi seguro hoy nos enteramos del triunfo de Mancera en las encuestas levantadas el pasado fin de semana, no habrá ya ninguna duda sobre el despido de Rojas: lo habrán corrido por chismoso, no por mentiroso.
Pero la única persona aquí perjudicada sin haber metido las manos (obviamente además de Alejandra), ha sido Miguel Ángel Mancera. Si en algún momento fue beneficiario de los nuevos métodos, hoy es víctima del desaseo denunciado por Barrales desde días antes del “Rojazo”.
Por su parte la aspirante y diputada no tiene mucho margen de acción. Si su protesta llega al límite se retira de la contienda y desaparece, cosa a la cual no está dispuesta así nomás. Si persiste en jugar con los dados cargados, la esquilman los tahúres de la encuestología y también pierde, a lo cual tampoco está resignada.
En medio de este embollo aparece el Tribunal Electoral del DF cuya sentencia nulifica la vinculación de las encuestas y dispone a cambio una votación real en los partidos, para determinar candidato y terminar -.-al menos en este caso— con la luz del DIA y dar paso a un segundo capítulo del enredo.
ARTAUD
Escribía Antonin Artaud al mirar los misterios de los tarahumaras:
“De lo que es el Yo, yo no sé nada. ¿La conciencia? una repulsión espantable de lo innominado, del mal urdido, pues el yo aparece cuando el corazón lo ha anudado por fin, lo ha elegido, lo ha jalado, a través de la eterna supuración de lo horrible, cuyos no-yo, demonios todos, asaltan lo que será mi ser, el ser que no ceso de ver cómo decae ante mis ojos, mientras Dios no haya pasado la llave por mi corazón”.