Vasta es la historia de la utilización del territorio mexicano para dirimir aquí conflictos extranjeros. Quizá la mayor muestra de cómo México ha sido usado para estos fines haya sido la increíble historia del asesinato de León Trotsky, trama en la cual se vieron complicados artistas, políticos, sicarios profesionales y todo tipo de agentes extranjeros en los convulsos años previos a la Segunda Guerra Mundial con España como su laboratorio.
La historia de Trotski en México tras su errante condición de perseguido de José Stalin, la extraña figura de José Ramón mercader y la insólita condición de Caridad, su madre, desalmada, mostraron a México como un país donde ni siquiera el control revolucionario absoluto del general Cárdenas podía evitar el uso del país como arena de crímenes internacionales.
Otra maravillosa historia de espionaje y crimen, frustrado o no, está en la novela de Rafael Bernal, “El complot mongol”, libro de amplia divulgación y bien ganada fama, en el cual la rusticidad de un viejo policía mexicano, desencantado y en el fondo ingenuo, se ubica de pronto en el centro de una compleja trama internacional cuyo objetivo –aparente– es asesinar al Presidente de Estados Unidos, pero debajo de la cual se esconden las ambiciones por el poder nacional.
Obviamente Bernal inventó la historia pero no la condición humana de los hombres del poder. Todo tiene como finalidad lograrlo o mantenerlo. En otros casos, transmitirlo en las condiciones más convenientes para quien lo entrega, como estamos viendo en los días corrientes.
Hace algunos años otro poderoso derrocado, Mohamed Reza Pahlevi, conocido como “El Sha de shas”, busco refugio en México.
Sus agentes compraron una escenográfica propiedad en Cuernavaca; donde se refugió Bárbara Hutton en otros tiempos y también donde discurrieron los ocios sin remordimiento de San Giancana; el mafioso sin cuya ayuda Joseph Kennedy no habría llevado jamás a su hijo John a la presidencia. Precisamente cuando “Momo”, deportado a Estados Unidos tras casi trece años en México, iba a declarar en torno del magnicidio, fue silenciado de expedita manera: le metieron cinco tiros en el paladar.
Y mientras los mexicanos nos divertíamos con el sainete de los “pre” candidatos y sus desfiguros librescos y literarios, bíblicos o no, el dueto alejandrino, Alejandra Sota, vocera presidencial y Alejandro Poiré, secretario de Gobernación irrumpe en nuestras pantallas, páginas y bocinas de radio, para contarnos el “Complot Libio” descubierto por los servicios canadienses de inteligencia, cuya finalidad era llevar a Punta Mita a un falso señor Béjar debajo de cuya ilusoria identidad se escondería un hijo de Muahamar Kadhaffi (o Gadafi, como lo castellanizan en Europa).
El caso descubierto por los canadienses y culminado por los mexicanos, tiene todos los ingredientes rocambolescos de una operación cinematográfica, no se sabe si dirigida por Scott Ridley o por Juan Orol.
La Presidencia de la República presentó el asunto de esta manera (7.12.11):
“Esta mañana, en conferencia de prensa, la Vocera del Gobierno Federal y el Secretario de Gobernación anunciaron la exitosa realización de la Operación Huésped, la cual impidió la internación ilegal de Saadi Gaddafi, hijo de Muammar Gaddafi, y de su familia a México, además de que permitió la captura de una red criminal presuntamente relacionada con el uso de documentación falsa y tráfico de personas.
“En la conferencia, el titular de la Secretaría de Gobernación, Alejandro Poiré, y la Vocera del Gobierno Federal, Alejandra Sota, informaron que se lograron los dos objetivos de la Operación.
“Saadi Gaddafi es acusado por el gobierno nacional de transición libio de estar al mando de los comandos que reprimieron a sus connacionales en meses recientes, la Interpol emitió una ficha roja.
“La labor de inteligencia que impidió el ingreso de Saadi Gaddafi y de su familia obtuvo información el 6 de septiembre. La Vocera aseguró que con estas acciones el Gobierno de México contribuye de manera activa a una Norteamérica segura y que los resultados de la Operación Huésped se suman a otros logros de la Estrategia Nacional de Seguridad y muestran la capacidad creciente de los servicios de inteligencia mexicanos”.
Y es evidente el éxito de los servicios de inteligencia mexicanos. Tanto como para, por eso mismo, extrañarnos de la ceguera de tantos en el asunto de los gringos lava dólares o mete fusiles con cuya delictuosa labor los Estados Unidos nos demuestran su amorosa y permanente cooperación en la lucha contra las drogas y las mafias asociadas.
La impunidad con la cual, los agentes estadunidenses hacen en este país cuanto les viene en gana es realmente escandalosa. Lea usted esta parrafada de uno de sus funcionarios (La jornada):
“Todd Robinson, subsecretario adjunto de la oficina Internacional de Asuntos Antinarcóticos y Aplicación de la Ley, del gobierno de Estados Unidos, afirmó que las autoridades de su país y México “van a usar todas las herramientas que podamos para luchar contra el crimen organizado y el tráfico de narcóticos”, al ser cuestionado respecto a las versiones que señalan que agentes de la DEA lavan dinero de cárteles mexicanos para identificar a miembros de esos grupos delincuenciales”.
¿Así o más claro quién manda aquí?