Perdidos en la escandalera de la política a veces los casos ejemplares del servicio público nos pasan por alto.
Sin embargo nunca es tarde para reflexionar sobre un par de hombres singulares en la vida de la ciudad. Esa vida tan diversa, tan amplia y a veces tan incomprendida por los medios y por consecuencia ignorada o minusvalorada por los ciudadanos. “undívaga y abierta, como el mar”, decía el poeta.
Los casos a los cuales me voy a referir tienen además una entraña invisible. Se trata de dos funcionarios atados por una historia y alimentados por la mutua noción del servicio. Uno ha sido jefe del otro. Uno es como un padre y el otro como el más grato y aventajado alumno. Ambos son médicos y aun cuando uno de ellos no ejerce como tal, por ahora, atiende su responsabilidad con el rigor de un cuadro clínico.
Me refiero al secretario de Seguridad Pública y ex Secretario de Salud, Manuel Mondragón y a su sucesor en este cargo, Armando Ahued.
El doctor Ahued recibió hace unos días en la Asamblea Legislativa del DF una distinción única en la historia de la ciudad de México: todas las fracciones parlamentarias, esas cuyos debates en ocasiones terminan con gritos, patadas y sillas voladoras, conformaron una opinión unánime y deliberada: Armando es el mejor funcionario del gobierno actual.
Yo no sé si es el mejor del país. Pero su trabajo, a la vista, lo hace un hombre hoy por hoy, insustituible. Tanto por su calidad profesional como por su valor humano.
Alguien al leer estas líneas podrá preguntar: ¿cómo en una columna periodística se repiten las frases elogiosas de los políticos? y ¿de dónde la asociación entre estos dos hombres cuya única línea aparente de relación es haber ocupado ambos el mismo cargo tiene contenido informativo?
La relación, para quien no, lo sepa es muy vieja. Ahued fue formado profesionalmente por Manuel Mondragón y por fortuna el alumno ha superado al maestro. Tanto como para agradecer a la vida haberse encontrado con ese hombre quien lo marcó para siempre.
Pero también hay otra razón para enlazarlos en estas líneas.
Por los mismos días cuando la Asamblea Legislativa del DF reconocía la labor y el empeño fervoroso de Ahued en el área de la salud, acompañé a Manuel Mondragón a una ceremonia de graduación de casi 300 muchachos cuya formación policial en la escuela del Desierto de los Leones había terminado. Cerraban también su ciclo de licenciatura una treintena de licenciados en criminología.
Vi una institución en orden y limpieza, con una tropa disciplinada, marcial, correcta y formal. Orden, disciplina, lealtad, convicción.
Y desde el micrófono Mondragón los arengaba como hace un general con los soldados de una batalla decisiva. Y sí, la batalla por una policía eficaz, honesta, profesional y orgullosa de su trabajo. Por eso entendí la indignación del secretario de Seguridad Pública cuando vimos un video del “pocito” en Tepito.
–“No importa si los recibieron a balazos”, dijo cuándo comunicó su indignación con la misma vehemencia como estimulaba a los recién egresados cuyas familias reclamaban la posibilidad de tomarse una foto con ese hombre cuya voz los impulsaba y su ejemplo los honraba.
Por eso veo una línea en el servicio público de estos dos hombres más allá de su amistad. Esos ejemplos no ilustran; arrastran, forman, crean buenos ciudadanos y mejores servidores. Emocionante ver a los futuros policías en formación y simetría. Marchosos, serios, formales y convencidos de su papel presenta y su responsabilidad futura.
Pero también fue emocionante escuchar al diputado Jorge Palacios, del Partido Acción Nacional, adverso a la interrupción voluntaria del embarazo –ley por la cual se dio el encontronazo con la Iglesia Católica–, reconocer la labor de orientación materna del secretario de Salud quien entiende el aborto como un derecho femenino pero no como una obligación ni mucho menos una imposición.
Dijo Alejandra Barrales, presidenta de la Comisión de Gobierno de la ALDF cuando explicó el valor político de este acuerdo plural en cuya concreción todos los partidos aplaudieron sin matices ni colores:
–“Necesitamos muchos Armandos”.
Es verdad. Muchos funcionarios como, él y como Manuel Mondragón, harían de esta una mejor ciudad para todos. Sin duda el mejor. Sin duda los mejores.
Y en este caso se debe reconocer el tino y habilidad de Marcelo Ebrard para tener a dos hombres de esta calidad en su equipo cercano.