Una de las mayores deficiencias de la democracia (y no digo la mexicana, sino cualquiera otra) es la imposibilidad de llegar a las masas sin negociar con sus intermediarios.

¿Quiénes son?

En muchos casos los poderes sociales; esto es, sindicatos, asociaciones gremiales, iglesias, cofradías, agrupaciones diversas abiertas o simuladas. En otros, los poderes mediáticos, los editores, los concesionarios de la radio y la TV y en términos un poco más ligeros las redes cibernéticas.

Ante el auge de éstas, poco tiempo antes de morir, Carlos Monsiváis escribió estas líneas cuyo contenido se aplica a las dichas redes pero también a las comparecencias por medio de las cuales los poderes fácticos se convierten en sinodales y en su caso, verdugos.

“Entonces, ¿a quién persuadir?, pues a los más enterados, a los más competentes, a los que rigen los destinos de la nación, nos referimos naturalmente a nosotros mismos. De esta manera nuestra estrategia mediática y nuestras redes sociales se dirigen a ese objetivo maravilloso: convencernos a nosotros mismos. Si logramos eso, lo demás ya no importa. Hablamos para oírnos.”

¿Cuál fue –por otra parte–, la finalidad de ir convocados en grupo a la Semana de la Radio y la TV, más allá de la necesaria exposición en la pasarela de las vanidades?

Ninguna, excepto darles más poder a los concesionarios.

De ninguna manera a la opinión pública la cual no será persuadida ni inducida como resultado directo del fulgor en la tribuna sino del arreglo con los medios. Primero la tribuna, después la registradora.

Por eso resultan notables las palabras de Andrés Manuel López Obrador quien no acudió ni orgulloso ni sumiso.

Expuso el riesgo de caer nuevamente en una guerra sucia alimentada desde los medios e insistió en su teoría de la construcción de un presidente desde el duopolio de la TV. Y además delineó un programa de gobierno para construir el aeropuerto de Tizayuca, entre otras cosas interesantes.

¿Servirá de algo todo esto dicho a los medios?

Pues no.

No se los dijo a los medios, se los dijo a los dueños de los medios y ellos los administrarán de acuerdo con sus conveniencias.

FINANCIAL TIMES

Mientras todos preparaban su “acordeón” para ir a cantar a la CIRT, Enrique Peña Nieto les pegó un “Lulazo”.

Le dio una entrevista al Financial Times y en ella dejó muy clara su distancia del dogma petrolero nacional:

“El delantero en la elección presidencial de 2012 elevó la perspectiva de una apertura del sector petrolero, controlado por el Estado, a la inversión privada por primera vez en medio siglo”, dijo el diario británico sobre cuyas páginas todos los neoliberales, tecnócratas y políticos de la corrección en todo el mundo rezan la oración matutina.

En esas condiciones se ha ganado las simpatías de todos aquellos para quienes la estrategia de Lula da Silva debió haber sido seguida por los mexicanos hace mucho tiempo, sobre todo para acercarnos a Petrobrás (o Repsol) y alejarnos del reumático Pémex.

“Pueden ser explorados diversos mecanismos para asegurar que se involucre el sector privado en alianzas con Pemex. Brasil es un ejemplo”, añadió Peña.

“México no puede desaprovechar esta oportunidad…creo que es posible encontrar mecanismos que garanticen el control del Estado sobre el petróleo y lograr que el sector privado se involucre más… debemos dar pasos más audaces”.

JOSEFINA

La reacción de Josefina Vásquez Mota en contra de los métodos internos de designación de candidatos en el Partido Acción Nacional y la amplitud e facultades auto concedidas por los actúales dirigentes al Comité Ejecutivo Nacional, ha resultado comedida, tibia, suavecita, tersa y blandengue.

–¿Le costaba mucho denunciar la manipulación de padrones y procedimientos como una indudable maniobra para favorecer a Ernesto Cordero a través de los mecanismos de operación del calderonismo?

Al parecer sí. Se fue por las ramas y se extravió e los laberintos de la buena educación. Modosita ella.

KHADAFI

Ante la creciente ola de adhesiones en contra de las corridas de toros, esta columna desea sumarse a tan pía circunstancia y proponer un nuevo espectáculo internacional promovido por las naciones más civilizadas del mundo y del todo distante de la salvaje práctica de matar a los toros a estoque.

Se llama la caza del moro. Es como la británica caza de la zorra pero sin caballos ni casacas escarlata; sin cornos, sabuesos, galgos ni lebreles.

El alguacilillo podría ser Alain Juppé, canciller de Francia, quien ha declarado el orgullo de Francia por haber participado en la cacería de Khadafi .

En este caso, como el de Bin Laden, tras la persecución viene el asesinato y la exhibición de las fotografías heroicas acompañadas por el rostro asombrado de la señora Clinton y la satisfacción de oreja a oreja del señor Obama quien necesita más trofeos de esta naturaleza para intentar una reelección cada vez más complicada.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

Deja una respuesta