El verdadero peligro en México, por encima de la violencia generada por los delincuentes perseguidos de manera tan ineficaz por el Estado (o mejor dicho, las fuerzas del Estado) radica en la formación ilegal y paralela de grupos de ataque y falsa reivindicación.
Me refiero, obviamente a los genéricamente llamados “paramilitares” y en cuya ilegal conformación algunos creen adivinar la solución de la “otra” violencia. Como si hubiera de “otra”. Una buena y una mala.
En todo caso el peligro es mayor y –como dice José Cárdenas en atinada expresión-, no termina la rabia cuando se acaban los perros.
El debilitamiento sistemático de las fuerzas nocivas de la criminalidad, como lo llamó ayer Alejandra Sota; vocera del gobierno federal, no se logra con la aparición de grupos misteriosos, sombríos o embozados provengan de donde sea. Pero por desgracia la experiencia nos dice: no hay delincuencia organizada sin la protección de grupos policiales ni tampoco “escuadrones de la muerte” sin disimulo o patrocinio (según el caso) de fuerzas regulares del Estado.
En algunos sitios de América Latina (campo de ensayo de todas las atrocidades imaginables) no se lograba la “paramilitarización” de la actividad contrainsurgente sin la complacencia de las fuerzas militares regulares. En México –hasta ahora–, podemos razonablemente suponer lo contrario. Ojalá.
La creación “espontánea” de grupos de ajusticiamiento por encima o sobre los mecanismos judiciales o las ejecuciones extrajudiciales no sean sino pasos a la barbarie. Si llegaran a provenir de esferas oficiales veríamos la promulgación de la nueva Ley de la Selva.
En este sentido las declaraciones del secretario de Gobernación y su tardío complemento en voz de la señora Alejandra Sota (en su primera intervención
como vocera en asuntos de esta naturaleza), son justificadas y convenientes. No se pueden tolerar el uso de las armas y los “ajusticiamientos” por propia mano o por manos misteriosas en cuya forma de actuar muchos advierten residuos de fuerzas regulares.
En Guatemala, El Salvador, Colombia, Venezuela, Brasil, Perú, Argentina España, se han demostrado los peligros a futuro de organizar grupos de mastines de esta naturaleza. Llega el momento de su descontrol y ya nadie es capaz de gobernarlos. Terminan asociados con aquellos a quienes iban a destruir en una extraña fusión se alían contra sus creadores y por consecuencia se generan fuerzas antisociales de extrema peligrosidad.
Los grupos paramilitares en Guatemala, por ejemplo las Patrullas de Autodefensa Civil (PAC), se constituyeron “en defensa del Estado y la propiedad privada” y cuando los quisieron disolver (en el gobierno de Portilllo) les ofrecieron dinero a cambio de cesar sus funciones e incorporarse a la vida civil.
No hicieron ni lo uno ni lo otro. Comenzaron a trabajar “por su cuenta” en acciones de extorsión, pillaje y asesinato.
En El Salvador, país donde también se quiso sofocar a los fenómenos sociales mediante los paramiliatres y otros defensores de la santidad democrática, se crearon, los “Escuadrones de la muerte” cuya forma de operar, aquí descrita, nos puede parecer asunto conocido (Lucrecia I. Molinari):
“Los escuadrones de la muerte desplegaban un mecanismo represivo que era a la vez, constante e impredecible. Su metodología más característica era el secuestro seguido por el abandono del cadáver horas después, mutilado o con diferentes huellas de brutales torturas, en zanjas y plazas.
“Negados sistemáticamente por autoridades nacionales y extranjeras, y siendo sus crímenes en general imposibles de rastrear, los escuadrones de la muerte hacían muchas veces alarde de su impunidad y connivencia con la justicia y el poder político de turno, secuestrando y asesinando a plena luz del día.
“Este juego enloquecedor de secreto/ visibilidad lograba aterrorizar y paralizar. Era, entonces, no el producto del accionar de bandas de extremistas sin relación con el estado, o “agrupaciones derechistas que están aplicando la ley por mano propia” sino, el resultado de un accionar cuidadosamente planeado.
“Su carácter clandestino y paramilitar, desdibujaba los claros lazos que unían a los escuadrones con las fuerzas estatales”.
La ejemplar y sobrevaluada “democracia” española quedó manchada para siempre con la organización clandestina de los Grupos Antifascistas de Liberación (GAL). Se podrá decir, había u n diferencia, aquellos grupos peleaban contra organizaciones políticas de ideología extremista cuya finalidad era la demolición del Estado y en México no sucede lo mismo.
Quizá, pero un asesino con “Cuerno de Chivo” mata igual, no importa el bando de su afiliación ni los fines “políticos” o delincuenciales. Es un asesino. Punto.
ROJAS
Francisco Rojas, el coordinador de los diputados del PRI habló ayer en la Fundación Colosio y mostró un indicio del tono futuro de la campaña presidencial:
“… la gran prioridad nacional –dijo–, es definir con el concurso de todas las fuerzas políticas y organizaciones sociales, las soluciones apremiantes y las metas de México en el siglo XXI; reconstruir la confianza perdida, mostrar una voluntad sincera y definir el rumbo con orientaciones que los ciudadanos puedan ver con claridad…retomar el rumbo de la justicia social como expresión de la democracia y contar con un guía que convoque a todas las fuerzas políticas y organizaciones de la sociedad civil, a la suscripción de un gran acuerdo para revertir el deterioro del país y devolver la esperanza a la sociedad”.
Suena bonito.