De un tiempo a esta parte todo mundo viene a México y mete la cuchara en el potaje.
El presidente de Francia, el petulante señor Sarkozy se plantó en memorable ocasión en el Senado de la República y les dijo a los legisladores todo cuanto salió de su ronco pechito. Y ni siquiera nos dio a cambio un “deshabillé” de su señora.
Apenas hace unas horas, por su parte, el presidente Juan Manuel Santos, de Colombia, les leyó la cartilla a los señores senadores y con pleno reconocimiento de la imprudencia (incorrección política, la llamó él mismo) les recomendó cómo hacer su trabajo, sobre todo en cuanto al tratado comercial con los peruanos, tal si algún legislador mexicano fuera a Bogotá a decirle cómo debe planear el próximo bombardeo a los ecuatorianos, por ejemplo.
Pero más notable ha sido el recetario del presidente de Colombia. Como si de veras tuviera una suprema autoridad para poner el ejemplo en la lucha contra el narcotráfico y la violencia, más allá de la sumisión al Plan Colombia diseñado en Estados Unidos, Santos ha desperdigado alegremente su verborrea.
Les dijo a los senadores, por ejemplo: hoy ya no se habla de cualquier capo en Colombia, como antes, aun cuando el negocio sigue porque el mundo no ha sido capaz, como un todo de encontrarle solución al problema. Para el caso colombiano nosotros no tenemos alternativa diferente, y yo diría que para el mexicano también es lo mismo, seguir combatiendo al narcotráfico en todos los eslabones de la cadena y combatiéndolo con toda la vehemencia y toda la contundencia…”
Sin embargo y frente a al resplandor admirativo con el cual, se le mira, tal héroe de la lucha interminable, Santos reconoció las dimensiones del éxito colombiano: relativamente exitosos, dijo, con lo cual, echa por tierra la actitud novedosa de ver en Colombia el espejo de nuestro porvenir.
Si antes se exageraba con la “colombianización” como sinónimo de problemática incontrolada, hoy se magnifica de la misma manera la “neo-colombianización”.
Nunca como ahora circula por el mundo la cocaína sudamericana; lo cual implica nada más una cosa: todo ese combate tenía como finalidad el control de las ganancias del mercado no la supresión de las sustancias prohibidas. Si los fondos de la droga iban a dar a las alforjas del Mono Jojoy, malo. Si van a dar a los lavaderos de Wall Street, bueno para la civilización occidental.
PROHIBICIÓN
Mientras todo el mundo mira el universo de las drogas prohibidas, muy pocos miran otros dramas; las drogas legales, o mejor dicho, las sustancias legales utilizadas por los más pobres, como drogas de consumo peligroso y cotidiano.
Esas sustancias son los pegamentos y el thiner, entre otras. Con ellas se hacen “monas”, las cuales no son sino trapos o estopas húmedas a las cuales los jóvenes olisquean a mañana, tarde y noche. La intoxicación es grave y genera alucinaciones, pérdida de reflejos y sobre todo, disminución casi total del apetito, cosa favorable para quienes, por lo general no tiene la mesa puesta.
En ese sentido es llamativa la campaña de la delegación Álvaro Obregón donde el gobierno de Eduardo Santillán ha llenado bardas y centros comunitarios con advertencias sobre el riesgo de los inhalantes.
“La Mona” mata, dice la campaña.
En este sentido vale la pena revisar, a la luz de esta experiencia, si de verdad la legalización de las otras drogas es una solución como nos han dicho algunos, entre otros el ex presidente de Colombia, César Gaviria.
La pregunta más simple es si las drogas son nocivas y por tanto están prohibidas o si lo están por otras razones. Legalizarlas no las hace inocuas. El ejemplo de los adhesivos y los solventes, cuyo comercio es legal, masivo y cotidiano, es necesario.
A fin de cuentas “la mona” provoca daños a la salud tan graves como la cocaína. O peores. Lo legal no quita lo dañino. ¿O se va a usted a imaginar a Amy Winehouse vivita y cantando nada más por la legalización de la heroína?
El consumo de las drogas, progresivo y a la larga incontrolable, es mortal. Legales o no, las drogas matan. Todo lo demás es ramplonería demagógica.
ENCUESTADORES
Por fortuna los empleados de Roy Campos en la empresa Mitofsky, secuestrados en Michoacán mientras hacían levantamientos de campo, fueron liberados, en relativamente buenas condiciones.
No ha ocurrido hasta la hora de entregar estas líneas, lo mismo con los trabajadores de Parametría quienes pasan por trance similar. La única pregunta es si les va a ocurrir lo mismol a quienes preparen las elecciones de noviembre. ¿Habrtá elecciones en todos los distritos? Caben las dudas.