Durante los últimos años se ha establecido en México una especie de concurso para ver quién halla el peor calificativo pera el gobernador del estado de México, Enrique peña Nieto.
Le han dicho, entre otras cosas, dispendioso de los dineros públicos, afectado, frívolo, mujeriego, opaco, represor, copetón engominado, “gaviotón”, delincuente electoral; dinosaurio, solapador, cómplice de Montiel, protector de los corruptos y tantas y tantas cosas cuyo volumen es tan excesivo como para generar precisamente el efecto contrario al anhelado. Lo han fortalecido.
Muchos han hablado del efecto “Teflón”. Nada se le queda. Las acusaciones resbalan sobre él como si tuviera el cuerpo cubierto de aceite.
Hoy, a pocas horas de la elección en el estado de México, en la cual seguramente Eruviel Ávila ganará con amplitud y los opositores irán al tribunal a exigir la anulación (ya lo pidieron hasta con el registro del candidato, a cuatro días de abrir las urnas) el “Chucho” Zambrano recoge una ocurrencia del pasado sin advertir su caduca condición de advertencia electoral: Peña es un peligro para México; su intención de re4gresar al PRI a Los Pinos significa una regresión democrática y eso es peligroso.
Si la frase tuvo impacto en el ya lejano 2006 fue debido a su originalidad. Describía con eficacia los riesgos de intervención estatal siempre presente en los temores clasemedieros cuya virulencia se enciende bajo cualquier llamada de atención. Con base en esos miedos irracionales se han echado abajo en México campañas de vacunación y se ha sembrado el pánico por epidemias a fin de cuentas inocuas, como fue el caso de la influenza.
Con ese conocimiento de la credulidad colectiva propia de un pueblo inculto como el nuestro, el publicista Solá, contratado por el Partido Acción Nacional le endilgó a López Obrador la riesgosa categoría de peligro para la patria. Esa mentira halló sustento en otra: López ha mandado al diablo a las instituciones, cosa jamás dicha por el tabasqueño cuyo discurso era precisamente el contrario, quienes han pervertido las instituciones nacionales son los amafiados del poder, y a esas mandó al demonio. No a las reales, las traicionadas, las pervertidas por el insano ejercicio del poder.
Pero con esas dos premisas construyeron el inicio de la campaña negra, de la guerra sucia.
Y en ese tiempo Jesús Zambrano (quien por esos días lagoteaba incesantemente al tabasqueño), externó su queja en todos los tonos por el golpe bajo con cuya repetición hoy goza.
Zambrano rechaza la respuesta de Felipe Calderón en una entrevista en la cual muy a modo (Milenio TV) le han preguntado si considera como peligro nacional a Peña, y él se ha rehusado a definirlo de tal modo.
Pero los perredistas con Jesús a la cabeza han rechazado tal respuesta y han dicho, no, el señor gobernador si es todo lo malo posible y más allá. Se trata de un íncubo maligno, un súcubo de las profundidades del averno, un malo de malolandia, como hubiera dicho el mismo López O.
Armando Ríos Piter, otro perredista cuya condición de llanta de repuesto habilitada por Marcelo Ebrard, lo llena ahora de satisfacción y orgullo, pues ya se desempeña como coordinador de la bancada amarilla en San Lázaro, explica cuál es el horror por venir en el caso Peña:
“Representa los intereses más perversos y sin duda es un peligro para México”.
Josefina Vásquez Mota fue mucho más cauta y de acuerdo con su estilo de dama siempre bien planchada y compuesta, ha contemporizado y por los holanes del faldón se va a los cerros de Úbeda y dice, en la democracia son los ciudadanos quienes expresan sus opiniones en las urnas, sin reparar en cómo esa opinión puede ser modificada, inducida o moldeada con base en los milagros de la propaganda.
En los meses por venir, con la inminencia del proceso electoral cuyo resultado marcará el futuro nacional quizá de manera más honda de como ocurrió con el comienzo de la alternancia en el año 2000, vamos a ver muchos más de estos asuntos.
Algunos serán generados desde los propios partidos con la intención siempre presente de deturpar y lastimar a sus adversarios y en otros casos debido a la intervención interesada o simplemente ocurrente de los medios para quienes ganar un titular es a veces tan simple como preguntarle al presidente :¿Usted cree que Peña es un peligro para México?
La respuesta afirmativa o negativa nunca podrá borrar la pregunta misma cuya formulación ya lleva un juicio implícito. Es un recurso de principiante.
Hace muchos años un reportero ávido de notoriedad le preguntó a Luis Echeverría todavía en la presidencia, en noviembre de 1976 y en medio de un oleaje de rumores sobre un golpe de Estado:
–¿Señor, se dice por las calles que habrá un golpe de Estado, usted qué piensa?, le preguntó:
–Eso es absurdo, dijo Echeverría quien por esos días usaba chaleco de plomo y pistola al cinto por cierto.
El reportero se creyó muy listo y escribió: El presidente de la República calificó de absurdas las versiones sobre un golpe de Estado en México. Lo verdaderamente absurdo es preguntar de esa manera.