Hace unos días leí un artículo excepcional de Carlos Fuentes. Pocas personas analizan con la maestría de nuestro prolífico novelista. Escribía en serio, muy en serio, pero de manera castiza, burla burlando, como hubiera dicho Quevedo, analizó aquel célebre parangón entre Churchill y la guerra mexicana.
Pero, ¡oh! fugacidad de los medios, el texto ya quedó largamente rebasado por la ocurrencia más reciente de un destacado panista, candidato al gobierno del estado de México, para más señas.
“En los manicomios –dijo el ex embajador en Francia (cuando había relaciones de primera con ese país) –, hay locos que se creen Napoleón. En la presidencia mexicana, hay un hombre cuerdo que se cree Winston Churchill.
“Aquél, Winston, se enfrentó en soledad al poder victorioso de Hitler, que se extendía de Francia a las puertas de Moscú. Este, Calderón, tiene que vérselas con pandillas de narcos corruptos y corruptibles.
“Churchill se defendía contra una invasión nazi que hubiese acabado con las libertades británicas e instaurado un régimen fascista, militarista, totalitario. Calderón se defiende contras bandas de narcos que sólo existen en gran medida, por las erróneas políticas del gobierno… la desproporción es notoria, insultante y corregible…la comparación no sirve. Insulta a Churchill. Engrandece a los criminales”.
Pero a los pocos días y seguramente estimulado por la creciente disminución de su peso electoral en el estado de México, Luis Felipe Bravo Mena salió con otra humorada digna del gabinete siquiátrico: él sí se siente Napoleón.
Ni más ni menos.
Luis Felipe Bravo Mena, candidato del PAN al gobierno del Estado de México, minimizó la ventaja de más de 30 puntos en las encuestas de su adversario priista Eruviel Ávila porque “esto no se acaba hasta que se acaba y se va acabar el 3 de julio”.
“Al ser cuestionado por estudiantes de la Universidad Anáhuac (Medios México) sobre cuál será su estrategia para revertir la tendencia de las mediciones que lo colocan con 12 por ciento de las preferencias, Bravo Mena aseguró que existe un festival de encuestas y muchas de ellas “desprestigiadas”.
— ¿Qué estrategia pretende seguir para revertir las encuestas que arrojan una ventaja clara en favor del candidato Eruviel (Ávila)? —le preguntaron los universitarios.
—A Napoleón le preguntaban:
“–¿Cómo le va hacer para ganarle a los ejércitos de Wellington” ( a los cuales, como todos sabemos, les rindió banderas en Waterloo) , y él contestaba siempre: “luchar, luchar y luchar” —respondió el candidato blanquiazul.
“Estamos en un festival de encuestas, muchas de ellas, ciertamente bastante desprestigiadas, porque no le han atinado a ninguna elección anterior”, añadió el panista. Explicó que si se atuviera a los números que publican algunas encuestadoras, muchos de los que hoy son gobernadores no lo serían”.
Aquí estamos ante un caso patológico. Bravo Mena no sólo se siente Napoleón sino el Gran Corso frente al peor de sus enemigos, el duque de Wellington quien le pateó la retaguardia y de paso lo confinó a la isla de Elba.
Por lo menos sir Winston ganó la guerra y hasta después perdió las elecciones, pero Don Napo…
Pues bien, no contento con esa batea, ahora el señor Bravo Mena ya tiene otra fuente de inspiración.
Se siente Christian Barnard, quien (también como todos sabemos) fue un cirujano de Ciudad del Cabo, Sudáfrica, cuya aportación a la cirugía fue monumental: logró el primer trasplante de corazón en el mundo (1967).
Ahora el doctor Bravo se propone algo similar:
«…Hay que cambiarle el corazón al gobierno, porque mientras exista un corazón negro, duro y corrupto, las cosas seguirán igual, será un gobierno que no atienda las necesidades de su pueblo. Por eso mi gobierno será con un corazón inspirado en la honestidad, honrado y dedicado a solucionar los problemas diarios de los mexiquenses».
Esa postura “cardiopolítica” es verdaderamente conmovedora. La hubiera propuesto hace 18 años, cuando perdió por primera vez las elecciones en el mismo estado.
ONG’s
Quienes hemos expresado permanentemente dudas acerca de la legitimidad de la “filantropía social” de las Organizaciones no Gubernamentales, ya sean para cuidar ardillas, perros callejeros o gatos atropellados; derechos humanos o procesos electorales, hoy hallamos un ejemplo rocambolesco para documentar nuestro optimismo (diría el desaparecido).
Se trata del caso de la “Loca (así les decían los gobiernistas) de la Plaza de Mayo”, la matriarca de todas las luchas contra los militares argentinos (uno de ellos, por cierto socio de Zedillo y Herminio Blanco en el Renave), Hebe de Bonafini cuyo abogado, administrador y “manager” Sergio Schoklender (un parricida terrible) ha perdido la tapadera.
Un enorme fraude de más de 300 millones de dólares con dineros públicos (como todos los presupuestos de las ONG’s) destinados a vivienda popular y desviados a las cuentas privadas de los maternales bandidos bajo las enaguas de la Bonafini quien como todos reclama ignorancia sobre el asunto.
Yo no sabía, dice mientras se hace la más loca.
Pero lo más notable no es el fraude de los Bonafini-Schoklender sino la afinidad de este binomio con el “kirschnerismo”, una especie de populismo recargado con insufrible demagogia de rentabilidad crematística y sin embargo de enorme éxito en la República Argentina donde, ahora confirmamos, todo puede pasar.