Imposibles una mayor claridad y un mayor denuedo.

Reunido con los mexicanos de allende el Bravo, esos cuya nacionalidad se diluye y a veces hasta concluye cuando el sueño americano entrega la ardua papelería de la residencia o la ciudadanía, el presidente Felipe Calderón –convertido en un nuevo Dreyffus– ha extendido el índice de fuego y les ha dicho a los gringos nada más lo siguiente:

“Yo acuso a la industria armamentista norteamericana de miles de muertes que están ocurriendo en México.

“Yo acuso y exijo, exijo (dos veces exijo) que se ponga orden en ese tema.

“Y no se trata de reformar la Constitución de Estados Unidos siquiera. Tan sólo con que restablecieran lo que puso el Presidente Clinton alguna vez: The Assault Weapons Ban, la ley que prohibía la venta de armas de asalto, con eso iríamos de gane en muchas cosas.

“Si ustedes observan la Assault Weapons Ban expiró en el 2004. Y ustedes pueden ver claramente cómo la violencia empezó a crecer desde 2005 y, por supuesto, que tomó una espiral hacia arriba durante estos últimos seis años.

“Tienen que tomarse medidas, porque esto no es un problema sólo de México. Esto es un problema de corresponsabilidad. El hecho de que vivamos al lado del mayor consumidor de drogas del mundo y que todo mundo quiera venderle droga a través de nuestra puerta o nuestra ventana, y que además, el amigo mismo le venda armas a todos los criminales, ese es el meollo y el problema de lo que estamos viviendo”.

Ya después el presidente hablaría acerca de las responsabilidades de este lado. La corrupción de las policías, el abuso, la complicidad, las autoridades pasivas y a veces compasivas con el delito; la urgencia de reformar las instituciones de justicia y todo cuanto su denodado esfuerzo nacional ha emprendido con los resultados hasta ahora conocidos y con una promesa: ¡Vamos a ganar esta lucha!

Pero un abogado siempre es un abogado. Y en el fondo de su corazón, sobre todo si es un fanático del futbol (recuerde usted, la única actividad presidencial sometida a consulta fue su asistencia a la copa en Sudáfrica), el presidente necesitaba mandar a un mensaje de aliento a esos “muchachos” (los mismos a quienes mi amigo “El Perro” Bermúdez convierte en, «muchaches”! cuando los estimula en la transmisión) hoy señalados por consumo de sustancias ilícitas.

“…yo honestamente –ha dicho–, creo que los muchachos, porque los conozco, son buenos muchachos, los de la Selección, a propósito de este tema”.

Obviamente la atropellada sintaxis es natural en una improvisación oratoria inflamada por el patriotismo, pero la síntesis de todo esto se halla en el uso de dos palabras: dopaje, como se le dice en el mundo deportivo y contaminación como se alega en la defensa abogadil.

La Federación Mexicana de Futbol, por cuyo prestigio de cachirules y trácalas sin fin nadie puede meter ni un dedo al fuego, no digamos ya la mano entera, desveló este caso y se protegió mediante el recurso labioso de su presidente, Justino Compeán quien insistió en separar los hechos: ellos no se dopan, se contaminan. Si hay responsable es el proveedor de la carne o del polo o de quién sabe cual de los alimentos.

Y esa explicación de mercadólogo ha sido incluida hasta en el discurso presidencial.

Y es obvio, no se puede llegar a una competencia deportiva internacional como la “Copa Oro”, con todo y su chafa mediocridad, con cinco mexicanos (siendo como representantes de un país y aunque sea solo por los colores nacionales en el uniforme) dopados, atascados de esteroides o clembuterol, mientras la bandera del Estado es la lucha contra las drogas. Todas las drogas.

Fue como TV Azteca, cuando a media campaña contra las drogas le matan a un “dealer” a quien tenía como conductor estelar en su televisora. Pero eso fue hace mucho, volvamos a los días de hoy y el discurso ejecutivo.

“…Pero les digo, si un policía tiene, no este asunto del clembuterol, hagan de cuenta, si tiene adicción; cocaína, marihuana, heroína, crack, piedra, todo eso. Cómo puede servir a la sociedad”.

Por eso el Presidente salta la barrera entre lo diplomático y lo deportivo.

“Y de veras, ojalá, quiero que salgan bien. Yo sí creo que sí es un asunto de contaminación de comida, porque, efectivamente, muchos para que pese más kilitos la vaca, sí le ponen quién sabe cuánta sustancia.

“Y, además, cuatro o cinco deportistas de primera, muchachos de primera, que no tienen ninguna adicción, que son sanos, de repente que sufran esto, la verdad es que me parece triste, injusto. Y ojalá todo salga bien”.

Pues sí, tienen razón nuestro bienamado presidente y Enrique Bermúdez: ¡VAMOS «MUCHACHES»!

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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