Nunca se había visto una presentación pre electoral tan anti climática como la del señor Ernesto Cordero, hasta hoy secretario de Hacienda. Su paso del dedazo al dedazo fallido es, de acuerdo con la nueva especialidad mexicana, una pieza para enriquecer cualquier libro de “records” o de marcas límite.
Por donde se le quiera ver, el precandidato puede quedarse en esa límbica condición por el resto de su vida, así se sigan utilizando los edificios públicos o los buques nacionales para intentar, sin remedio, la extracción de una de sus extremidades del charco de su verborrea incomunicante.
Y lo peor de sus explicaciones no es la razón o sinrazón de los dichos previos. No solamente se llega al error por pensar de modo erróneo –lo cual ya es cosa irremediable–, sino por expresar las cosas con el enrevesamiento propio de una mala sinapsis, de una notable desconexión entre el pensamiento y la palabra.
O como dicen algunos, cuando no se conectan la lengua y el cerebro.
Recordemos algunas expresiones de este hombre cuya pre candidatura ha sido un petardo del tamaño de una catedral. Obviamente sin olvidar la abstrusa aceptación de las adhesiones partidarias rumbo al 2012.
El célebre sí, pero “ahorita no” …
Antes de abandonar su puesto en la Secretaría de Desarrollo Social, al cual llegó tras el fracaso de Beatriz Zavala, y en una comparecencia ante el Poder Legislativo, Ernesto Cordero hizo malabares con las cifras pero dejó en claro el crecimiento reciente del número de pobres en México: cinco millones en los (entonces) pocos años del sexenio. La iglesia en las manos de Lutero, habría dicho mi tía la de Morelia.
“(OEM)… Recordó a los diputados federales que el saldo de la crisis de 1995 fue 15 millones más de pobres. En esta crisis hay un incremento en la pobreza de cinco millones, una tercera parte de lo que creció en 1995”.
Lo notable de esta extrapolación es el olvido: en 1995 el bienestar o su ausencia, no eran responsabilidad del gobierno actual. Los cinco millones de ahora, sí. Una especie de Harakiri con cuchillo oxidado.
Pero no se frenaron ahí los tropezones declarativos del señor Cordero.
Ya en la secretaría de Hacienda y en un trastabillante juego de cifras e ideas, hace pocos meses, se lanzó a medir el esfuerzo y mérito de quien poco tiene, con la frase inmortal de los seis mil pesos mensuales. El “bartolismo” económico lo puso en ridículo y la posterior explicación, corrección o reedición, lo dejó todavía peor:
“Hay familias mexicanas (Exc) que con ingresos de seis mil pesos al mes tienen crédito para una vivienda, tienen crédito para un coche, se dan tiempo de mandar a sus hijos a una escuela privada y están pagando las colegiaturas”
Y al día siguiente:
“Insisto, mis palabras están aclaradas en la página de la Secretaría de Hacienda pues era un reconocimiento a las familias luchadoras y esa es la palabra: luchadoras; y coincido con la sociedad, es impensable pensar (sic) que se pueda vivir con un ingreso de seis mil pesos…”
Impensable pensar. Prohibido prohibir, decían en París.
Como se ve el problema no es sólo de conceptos sino de comunicación. La gente no se sabe comunicar con el señor Cordero. El dice una cosa y los demás entienden una diferente. Siempre lo malinterpretan, siempre lo dejan fuera del necesario campo de la comprensión. En ese sentido es una víctima.
Un político, especialmente si quiere convertirse en conductor nacional, en líder, en esperanza y abanderado de alguna causa depende en un alto porcentaje de su capacidad de comunicación. No su capacidad para pagar columnistas o programas de radio especializados en finanzas. No, eso es asunto de estanquillos mediáticos.
Lo otro es condición natural para el liderazgo, como le llaman ahora los neoliberales de la autoayuda. Y eso no se adquiere. Se tiene o no se tiene.
Ernesto Cordero es un hombre con capacidad técnica y fidelidad política. No en balde ha sido distinguido como ninguno otro en este gobierno con dos secretarías de Estado y una pre candidatura cuyo origen algunos ubican en Los Pinos. Y quizá sea así, de otra manera no se entiende cómo utiliza un buque de la Marina Armada para dar una explicación sobre sus más recientes enredos.
¿Cuáles? Estos:
«…Hace mucho tiempo que México dejó de ser pobre… es un país de renta media con un problema de pobreza muy serio que tenemos que enfrentar y que estamos enfrentando… que empieza a consolidar clases medias como hacía mucho tiempo que no lo lográbamos».
Y luego el intento de remediar el escándalo burlesco:
«…A lo que me refería ayer – intentó aclarar (Universal)- es a algunas clasificaciones que hace el Banco Mundial, donde establece que México es un país de renta media, pero México tiene un problema de pobreza muy serio que, les repito, estamos atendiendo…”
Cordero debería aprender desde ahora, si quiere seguir avanzando en sus afanes o cumplir con las instrucciones recibidas así sean servir de pantalla, un viejo proverbio tan cierto como sencillo:
“El hombre es amo de sus silencios y esclavo de sus palabras”.
CHÍCHAROS
–¿Si Javier Hernández, nuestro mejor deportista en el extranjero es “El chicharito”, podremos llevar a las grandes ligas de las finanzas internacionales a Agustín Carstens como “El chicharote?