Casi al mismo tiempo de conocerse la peor estadística criminal de los últimos y catastróficos años –mil ciento treinta asesinados en un mes; doscientas y pico exhumaciones macabras–, el Presidente de la República cosechó el gran resultado de su viaje al Vaticano: le pidió presencia y consuelo al Papa Benito XVI.
El remedio presidencial, o al menos el bálsamo de nuestros males es muy simple: se sube a un avión oficial, lleva en él a un grupo de monjas y obispos; asiste a una misa de beatificación y en la sacristía le dice al Obispo de Roma, oiga vaya a México, lo invito.
Y para persuadirlo de la necesidad de atender la invitación, le explica, seguramente con rostro pesaroso:
“Estamos sufriendo por la violencia. Ellos lo necesitan más que nunca, estamos sufriendo. Lo estaremos esperando”.
Al menos eso ha informado, oficialmente, la agencia mexicana de noticias, Notimex.
Así pues hemos llegado a un hallazgo maravilloso: si las penas con pan son menos, con Papa son mucho menores y de más fácil asimilación. En esas condiciones y algunas más, se debe reconocer lo provechoso del viaje presidencial. Especialmente para esos “renegados” (les decía Vicente Fox) cuyo talento no sirve sino para hallar todos los “negritos” en el arroz y cuya mala leche se ha expresado en críticas contra los afanes ecuménicos del Papado y los acercamientos espirituales de la Presidencia de México.
Y hablo del provecho en términos generales, pues no solo ha ido Don Felipe de Jesús a cuestiones religiosas, sino también de orden científico social, pues es así como debemos entender, analizar y festejar su encuentro con el politólogo Giovanni Sartori, a quien le explicó los detalles de las reformas políticas mexicanas.
No debe haber tardado mucho en hacerlo pues las tales reformas ni siquiera existen más allá del campo sagrado de las buenas intenciones donde todo es viable, posible y teórico, especialmente por establecerse en el reino de la imaginación.
La presidencia emitió un comunicado de prensa en el cual se dice:
“…Durante el encuentro, dialogaron sobre los avances y desafíos que enfrentan los regímenes democráticos contemporáneos, como la representación y participación ciudadana en la toma de decisiones de política pública.
“El Presidente Calderón compartió al autor del famoso libro Ingeniería constitucional comparada, los principales contenidos de la reforma política aprobada recientemente por el Senado de la República mexicano, así como su convicción de la necesidad de pasar de una democracia electiva a una democracia efectiva, que dé más y mejores resultados a los ciudadanos”.
De acuerdo con este texto los problemas básicos del sistema democrático son el paso de la capacidad de elegir a la eficacia de gobernar con más y mejores resultados para los ciudadanos. No sé si así hablaba Zaratustra, pero así habla Beltrones.
Llama la atención el júbilo presidencial en torno de una reforma política inexistente hasta ahora. “Aprobada recientemente por el Senado”, nada más.
Dicho de otro modo, el presidente conversó con Sartori de algo tan lejano como el remedio contra las congojas de los atribulados mexicanos, derivado de una visita papal.
CREEL
Una de las características principales de las personalidades fuertes es su capacidad de generar seguidores y hasta imitadores. Y eso los panistas dan ejemplo.
Cuando la ciudad de México era gobernada (de algún modo se debe decir) por Andrés Manuel, José Luis Luege Tamargo, en aquel tiempo dirigente del PAN en el DF le copió los horarios de sus conferencias matutinas. No se le acercaban ni las moscas.
Hoy Humberto Moreira, presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, se ha convertido en un provocador verbal. En cada aparición pública suelta obuses de diferente calibre; a veces con ingenio a veces sin él, pero siempre exitosos en cuanto hacen caer a sus adversarios o en el enojo o en la respuesta.
Les marca el paso, dirían algunos.
Por eso llama la atención el exabrupto de Santiago Creel quien durante una reunión con sus “pares” panistas; es decir, aspirantes, le endilga a Enrique Peña el calificativo de “gobernadorcillo”.
Esa actitud recuerda el fallido indigenismo de Diego Rivera quien pintó a Hernán Cortés como un sifilítico deforme. Pues sí así pudo conquistar a tanto indio, ¿cómo habrán estado los nativos?
OSAMA
Barack Obama alzó sus bonos de manera increíble. Como le ocurriría a FCH si capturara o exhibiera muerto al “Chapo” Guzmán.
La felicidad de los americanos, sus muestras de júbilo callejero, la súbita aparición de las banderas en las calles y la satisfacción por la dulce venganza, por un señor cuyo mejor momento fue decirle a Osama Bin Laden con el humeante revolver, “Bye, baby”, se traduce, con toda seguridad en una luminosa reelección del gran mulato.
Si aquí capturaran al primer enemigo social, ya habría pasado una década. Los gringos tardaron menos con el suyo.