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El asesinato de Jaime Zapata (la única aproximación estadunidense a la canonización zapatista) ha sido desde el principio materia de suspicacia extrema. No cabe en la cabeza de nadie con dos dedos de frente la recurrente y sobada teoría de la confusión puesta en práctica cuando se quieren ocultar las cosas.

Hoy aparece un nuevo elemento de perturbación en víspera de la reunión Obama-Calderón programada para mañana: el arma homicida (o una de ellas) fue adquirida en los Estados Unidos. Decir eso es tan obvio y tan inútil como el huevito de Juanelo.

Hoy la agencia para el control del Tabaco y las Armas de los Estados Unidos rastrea el arma y encuentra lo obvio, fue metida de contrabando a México (¡vaya novedad!) y con ella ultimaron a uno de los suyos.

Hace unos días el Presidente Felipe Calderón, molesto por la recurrencia acusatoria de los gringos en cuanto a los malos resultados de México en el control de la violencia, cuya amplitud y extensión ya amaga la seguridad norteamericana, recriminó también los escasos frutos para disminuir el consumo de drogas al norte del río Bravo, y la ineptitud (o desinterés) para controlar el flujo de las armas.

En este sentido, diríamos, el marcador va empatado. Cada quien paga por la deficiencia de su sistema. “El piolín” asesinó a Zapata debido a la nulidad judicial: lo dejaron libre cuando lo tuvieron, debido a la mala calidad de las autoridades mexicanas hasta para consolidar un expediente aceptable y suficiente y los americanos sufren por su deliberado desinterés en el control de las armas y la protección del negocio.

Hoy los cañones los miran a ellos.

Robert Champion es un señor bastante peculiar. Trabaja como agente especial de la ya dicha agencia del tabaco y los cartuchos y con sus conocimientos sobre el contrabando de armas) ya podría su agencia haber detenido el flujo de artillería, obviamente de la mano con el servicio de control migratorio y aduanero.

Para un país acostumbrado a repatriar ataúdes desde todos los rincones del mundo, en todas las guerras lejanas en las cuales se meten, el escándalo por este pobre empleado del ICE es sospechosamente desproporcionado. Ni los 50 mil muertos de Viet Nam o los millones desaparecidos en las dos guerras del siglo pasado merecieron tantos monumentos verbales.

Dice Champion: “Este ha sido el clásico esquema de tráfico de armas que hemos estado investigando durante cierto tiempo… (los cárteles) reclutan a individuos en esta área de Texas y luego les piden que vayan a las ferias de armas con el único fin de comprar armamento y munición. Creemos que han creado sus propias redes de contrabando”.

Texas es junto con el estado de Arizona, uno de los puntos de suministro favoritos de los cárteles cuyo suministro es relativamente sencillo gracias a la existencia de hasta 8 mil armerías distribuidas a lo largo de la frontera con México.

Al parecer esta “revelación” cuya capacidad de sorprender sólo recae en personas desinformadas o verdaderamente lerdas, es también para consumo interno pues ya se ha constituido allá una asociación de alcaldes (jueces de condado, se les llama) para hacer contrapeso a la Asociación Nacional del Rifle cuya presión ha contribuido al libertinaje comercial hasta de armas automáticas de alto poder.

Pero aquí hay un asunto fundamental: el contrabando de armas no es responsabilidad de quien mete la mercancía sino de quien la deja entrar: Resulta absolutamente pueril seguir acusando a los americanos por el contrabando de armas cuando es a México a quien le corresponde cuidar sus aduanas para evitarlo.

Pero si en materia judicial este país es un desastre, en cuanto a la cuestión aduanera mejor ni meterse. El asunto apesta por todas partes.

EL DIABOLO

Como evidencia del poderío económico de su dueño; casi como la pirámide del moderno faraón, el museo Soumaya se alza en la zona del nuevo Polanco donde el ingeniero Carlos Slim ha decidido asentar sus edificios corporativos y el monumento a su gusto de ecléctico coleccionista de arte.

Obviamente una obra de estas dimensiones (50 mil metros cuadrados) es digna de reconocimiento y para algunos hasta de agradecimiento. Y la selección de su estilo viendo siendo apenas privilegio de quien lo ha pagado con su dinero (o con nuestros pagos por sus servicios), pero vaya horroroso edificio se ha tirado el señor ingeniero.

Ochocientos millones de dólares para darle al arquitecto Fernando Romero (quien además es suegro del dueño) el privilegio de sentirse competidor de Frank Gehry es apenas privilegio de quien tiene tanto oro y tanta plata como para darse (y darle a su familia) esos gustos.

Pero el museo es muy feo, con perdón del ripio. Ya veremos.

VERACRUZ

La herencia panista le dejó a Aguascalientes una notable peculiaridad: el gobierno del estado se halla metido en algo similar al Buró de Crédito y algo semejante le ocurre a Zacatecas cuya calificación crediticia se quedó a la altura del prestigio de Amalia García, es decir, la alcantarilla.

Veracruz –dicen los analistas financieros–, es uno de los estados en los cuales no se observan estos problemas a pesar de los augurios de quienes se opusieron al esquema financiero de Fidel Herrera.