Si no se tratara de algo tan lamentablemente dramático, el reciente episodio entre Andrés Manuel y el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas nos debería mover a la carcajada. En ambos casos estos políticos de la izquierda (y eso es sin ánimo de ofender) han hecho sendos castillos en el aire, pero nos han dado una muestra de cómo bordar en el vacío, arar en el mar, peinar calvos, hacer esgrima sin espada, afilar cuchillos sin hoja, regalarles telescopios a los ciegos, circuncidar a las niñas; enderezar a los jorobados y boxear contra la sombra.
Pero además de su condición absurda la izquierda mexicana es cosa risible. Mire usted.
En uno de sus arrebatos de oportunismo, Marcelo Ebrard, alentado por Manuel Camacho, se llevó a medio mundo al hotel Hilton del Centro Histórico, para ahí lanzarlo como candidato al gobierno del Estado de México. Ese movimiento coronado con gacetillas laudatorias para la sagacidad del jefe de Gobierno no tomaba en cuenta el aparentemente inocuo movimiento de Andrés Manuel quien había sacado a la escena –con la misma finalidad–, a la señora Citlali Ibáñez a quien algunos conocen como Doña Yeidkol.
Ante el rechazo de algunos, la señora, como “Juanita” ya había dicho: por Alejandro Encinas yo declino. Y en eso dejaron las cosas.
Por esos días se presentían los vientos de la tempestad sucesoria en el Partido de la Revolución Democrática cuyo candidato derrotado a la actual presidencia menguante (en todos sentidos) es el señor Alejandro Encinas quien no obstante las fanegas de estiércol recibidas (y enviadas durante el “chuchinero”, o sea la pelea sucesoria anterior, resuelta por el Tribunal) se tragó el sapo y aceptó la unción tanto de Marcelo como del “Chucho” mayor; el célebre Jesús Ortega quien con ese gesto se quiso congraciar con quienes especialmente AMLO se sintieron agredidos por las suciedades del proceso y su entreguismo a la derecha panista.
En ese ambiente los perredistas se dieron cuenta de algo muy preocupante: no tenían (ni tienen) un candidato a presidir el partido, pues ya son tantas las tendencias, movimientos, frentes, (des) organizaciones internas, clubes, tribus, grupos y grupúsculos como para no ver nada de nada en medio de la negrura.
Entonces se les encendió un bombillo (más bien fundido) y propusieron una solución ante cuyo esplendor el sabio Salomón habría quedado en condiciones de párvulo: llamen a Lázaro Cárdenas. Él nos garantiza equilibrio, buen juicio y sensatez, características de las cuales evidentemente disfruta el ex gobernador de Michoacán, quien es tan equilibrado, juicioso y sensato como para decirles a los claudicantes perredistas de la alianza fácil, no señores, muchas gracias, pero ¿saben ustedes? Tengo otros asuntos cuya atención reclama mis afanes, demanda mi tiempo y exige mi atención.
Pero antes de eso el señor Cuauhtémoc Cárdenas, quien sostiene una relación envidiable con sus hijos y toda su familia, ya había dado un anticipo de cómo se piensa en esa casa en relación con el “perredé”: eso no lo arreglamos ni con un milagro.
Y con taumatúrgica influencia quizá sí, posiblemente con una intervención divina las cosas se podrían resolver, pero hasta donde se sabe Dios no tiene tiempo para esas cosas. Y Lázaro tampoco.
Poco después surgieron la oratoria, la convocatoria y la declaratoria para justificar mediante una consulta una alianza pactada en Los Pinos, pero AM los paró en seco con un recurso genial: les pidió licencia para cesar su militancia en el PRD como si no lo hubiera hecho desde hace mucho tiempo. Nada más los mandó al carajo, como ya les había advertido desde la invención de “Juanito”.
Y entonces todos se indignaron y se asustaron. Como al Peje le tienen un miedo cerval y ninguno de ellos es capaz de hablarle cara a cara (cuando mucho le mandan un desplegado como el de ayer), no se atreven a expulsarlo a pesar de los muchos motivos y recursos estatutarios para hacerlo. Prefieren invocar un reglamento para no licenciarlo; como si el permiso fuera en serio.
Con un humor digno de Chesterton o de Gila, el ingeniero Cárdenas les recomienda, pues mejor háganlo presidente del partido y a ver hasta dónde llegamos y ante la magnífica ironía cardenista, responden los chuchos con el burocrático recurso de la prohibición estatutaria.
Total, estos políticos son capaces de transitar todos los terrenos. De la solemnidad al ridículo; del humor a la parodia, de la chanza a la amenaza y no salen de la misma ronda absurda en la cual la dirigencia rechaza su origen y quiere jugar en dos canchas, pero eso sí, en el nombre de la democracia, como si ésta consistiera en hacerle el caldo gordo al partido del gobierno.
Y Marcelo se queda con el álbum de fotos de su fiesta de lanzamiento de Encinas mientras este dice, ¿alianzas con ésos? ¡Ni madres!, ni padres, ni nada.
Y en el fondo de la sala AM sonríe: ¿a poco MEC se creyó en serio su capacidad de cooptar a Encinas y sumarlo a su capital y sus aspiraciones (personales) de ser candidato por encima de Andrés Manuel? Ahora le quieren enseñar al “Peje” a navegar en aguas bajas.
¡Sí!, Chucha. O mejor dicho, ¡No! Chucho.