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No me mintió. Carlos Salinas de Gortari negoció el Tratado de Libre Comercio y al parecer ganó mucho dinero en su paso por Hacienda y la Secretaría de Comercio. Ahora tiene una empresa de consultoría internacional

En los lejanísimos años de mi vida universitaria en la carrera de Sociología cursé una materia espantosa: se llamaba Métodos de Investigación Social. Se complementaba con otro infierno: Estadística.

No diré el nombre de mis maestros, pero para justificar mí fobia a tales disciplinas, confesaré algo: en ambas materias resulté aprobado (“haiga sido como haiga sido”) y una vez recibida la boleta del segundo semestre, me cambié de carrera.

Los hechos posteriores carecen de importancia, como también los anteriores. Pero en fin.

Cuando mudé mis escasos talentos al aprendizaje de la arquitectura, un amigo me quiso disuadir. Me habló de las maravillas futuras del conocimiento sociológico, me anticipó el fin de los abogados en la política y me abrió los ojos de la ambición a los promisorios pastizales de la nómina burocrática para sociólogos y economistas.

No me mintió. Carlos Salinas de Gortari negoció el Tratado de Libre Comercio y al parecer ganó mucho dinero en su paso por Hacienda y la Secretaría de Comercio. Ahora tiene una empresa de consultoría internacional y se lleva a cuartos con la mitad del Banco Mundial y de piquete de ombligo con los del BID.

—No, mano, le dije .Yo me voy a otra cosa. No quiero acabar haciendo encuestas para el PRI.

La arquitectura tampoco satisfizo mis deseos y esas fueron algunas de las razones de mi inscripción en la única escuela de periodismo útil en el mundo: la realidad y su curso interminable en las redacciones. Ingresé en la dicha escuela hace 41 años y pronto me graduaré de principiante.

El periodismo es la única profesión en la cual los autodidactas nunca se sienten titulados.

Pero en aquellos años de acercamiento a la realidad siempre necesitada de intérpretes, uno hallaba en los reportajes una herramienta insuperable para nutrir la calidad de los periódicos. Por eso se había inventado el verbo “reportear”, en sustitución del castizo reportar.

Con el paso del tiempo los políticos, cuya labor alimenta la mayor parte de los afanes periodísticos, se fueron a Estados Unidos. Ahí se inició un cambio fundamental para los diarios: la mercadotecnia sustituyó a la propaganda. O mejor dicho, la propaganda se hizo con base en herramientas de la mercadotecnia.

La estadística sustituyó a la lógica; la infografía a la escritura y el “nuevo” periodismo (ágrafo y superficial) se dejó llevar por la corriente. Además, en vez de trabajar reportajes, ahora publican encuestas.

Personalmente conozco y estimo a casi todos los encuestadores famosos de este país. No los voy a mencionar, pero si usted me da un nombre de seguro tengo o he tenido tratos con él. Su trabajo me parece importante, pero el uso propagandístico de sus investigaciones (asunto del cual ellos no son responsables, sino sus clientes) me resulta abominable, falso y absolutamente literario: es puro cuento.

Ayer, sin ir más lejos, Héctor Serrano Martínez manda una plana a la prensa, para anunciar a tabla completa (horas antes del debate entre Manuel Añorve y Ángel Aguirre):

“Señala María de las Heras tendencia ganadora de Manuel Añorve en Guerrero”.

Eso y el pronóstico del tiempo para el jueves de la semana entrante tienen la misma validez: ninguna. Y no por el trabajo de María de cuyo profesionalismo y talento personal y demoscópico tengo pruebas muy añejas, sino por el uso convenenciero y oportunista de la investigación.

Obviamente Añorve necesita aprovechar todo, como esa brillante salida en el debate ante el ataque sufrido por el representante del PRD ante el Instituto Electoral del estado de Guerrero, Guillermo Sánchez Nava, y de cuya paliza brutal se culpa al PRI:

“Nunca les ha importado ni siquiera el estado de salud de su compañero, nada más quieren saber en cuántos noticiarios ha salido la información. Les importa poco.”

BROZO Y CHEDRAUI

El muy ortodoxo Antonio Chedraui, archimandrita de una iglesia con escasa feligresía en México, pero con una presencia política enorme, levanta el cáliz frente a Enrique Peña en una multitudinaria comida en el Estado de México. Lo ha consagrado, dicen algunos, como también al “niño” Del Mazo.

Brozo, por su parte, “destapa” en su programa al secretario de Educción, Alonso Lujambio, inerme ante las “carnes” del “clown”.

Los dos reciben sucedáneos del agua lustral, en distintos escenarios y liego se encuentran en la fiesta de una iglesia ajena al voto pobreza. Aquí no ha pasado nada.

EGIDIO

Abierta la terrible temporada de caza de alcaldes (en 2010 fueron asesinados 14 y en este año ya van tres), Egidio Torre, gobernador de Tamaulipas, va a Nuevo Laredo. Ahí les promete a los neolaredenses, con el alcalde Benjamín Galván, a un lado, comprensión y respaldo:

“Tenemos muchas ganas de hacer las cosas y sabemos que con gente como ustedes lo vamos a lograr desde el primer día, contando para ello con la unidad y la participación de todos”.

“Bragao el pelao”, dijo alguno.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona