Todos conocemos la terrible historia de don Belisario Domínguez. La historia nos ha enseñado cómo fue mutilado y después asesinado por intentar un discurso en contra de un golpista.

En memoria y honor de ese sacrificio los mexicanos instituimos un premio anual otorgado por el Senado de la Republica para reconocer los méritos eminentes de quien se haya distinguido en el servicio de la sociedad y la Nación.

Pero por una de esas cosas raras de la vida mexicana, en cuya peor y tradición se instala el “quedarbienismo”, la presea Belisario Domínguez se ha convertido en una especie de ruleta arreglada para favorecer en cada vuelta a una corriente política.

De esa alternativa manera si a alguien se le ocurrió dársela a Heberto Castillo, tiempo después se decidió otorgársela a Carlos Castillo. No se podía lograr balance mayor. Cada tendencia política se lleva su premio y cada mochuelo a su olivo.

Así sucede también con la nomenclatura: si se hace una avenida llamada Ejército Nacional se debe hacer otra dedicada a la Marina Nacional y más tarde otra llamada Fuerza Aérea Mexicana. Todos contentos, para no hacer menos a nadie.

Y si ya se puso a la UNAM en letras de oro en el “Muro de honor” del Congreso, pues ahora le toca al IPN. Aquí nadie se queda afuera. Todos coludos y todos rabones; todos entenados, todos ahijados.

A veces la presea ha sido un coto de los políticos chiapanecos para premiar a Rosario Castellanos y a Jaime Sabines, como si se tratara no de méritos ciudadanos sino de estatura artística e intelectual. En ese mismo sentido le fue otorgada a Andrés Henestrosa y por razones un poco menos evidentes a Miguel Ángel Granados.

Como sea la ya dicha distinción es como una cataplasma milagrosa. Lo mismo sirve para curar un resfriado o purgar un intestino perezoso.

La reciben igual Rufino Tamayo o Fidel Velásquez; Jesús Silva Herzog o Antonio Ortiz Mena; señores o señoras vivos y hasta algunos especialistas en pasarse de vivos. La ha habido también para difuntos y hasta apara algunos incapaces de hacer ruido.

No tiene mucho caso ahoira calificar las decisiones. No me toca a mi hacerlo. Si por mi fuera ya se la habría yo entregado al «Chicharito» Hernández, al fin y al cabo hace un par de años hubo quien de manera solemnte y en el salón de sesiones propuso entregársela a Luis Miguel.

Si no lo tiene usted claro le recuerdo la iniciativa ciudadana cuya audacia tuvo cobijo en los documentos oficiales del Senado.Fue en octubre del 2006 cuando “Jeanete del Rocío Perdomo envió una propuesta para que Luis Miguel Gallego Basteri” recibiera por sus méritos artísticos desplegados durante 25 años, la máxima presea que se otorga en el País.
“En su petición al Senado (Reforma), la cual se publica este jueves en la Gaceta Parlamentaria, añade, que en su trayectoria, el cantante tiene además múltiples galardones nacionales e internacionales”.
Así pues en este año se vuelven a otorgar las concesiones a distintas tendencias políticas.
Se le concede a Luis Humberto Álvarez, quien fue candidato del PAN contra Adolfo López Mateos en el siglo pasado y actualmente se desempeña en una entelequia llamada comisión para los pueblos indígenas y los grupos vulnerables cuya utilidad se le embarra al Camembert y a Don Javier Barros Sierra (muerto en 1971) cuya defensa de la Universidad en el año 1968 es cosa sabida y reconocida desde entonces, con premios o sin ellos.
Por otra parte, en esto de los méritos y deméritos, yo no se si exista una figura jurídica contra quien atropelle al patrimonio artístico reciente de un país.
Conozco los contenidos del Instituto Nacional de Bellas Artes y del Instituto Nacional de Antropología e Historia, pero cuando se trata, por ejemplo, de edificios no catalogados (el INAH cuida construcciones anteriores al siglo XX; el INBA posteriores), a pesar de su originalidad o estilo, nadie dice nada.
Así sucedió con el edificio del Instituto Nacional Indigenista en la esquina de Avenida Revolución y Las Flores (ahí donde estaba la oficina del director de Publicaciones, Juan Rulfo).
Cuando se instaló la dicha comisión (a cargo alguna vez de Xóchitl Gálvez) en ese lugar, se ordenó una remodelación abusiva y bárbara, por la cual la obra de Margarita Chávez de Caso, una arquitecta notable por su evocación de formas constructivas indígenas, y su obra fue convertida en una especie de “Oxxo”.
Los rugosos muros redondeados, los ventanales delineados en suaves arcos; la reminiscencia del color tierra de las construcciones del norte de México y en general la personalidad del meditado edificio, fueron sustituidos por un indigno y grosero cajón de tablarroca.
Y Don Luis no dijo nada. A lo mejor no le pareció importante. Quizá él mismo dispuso la dichosa y costosa “remodelación” cuya finalidad no se comprende. Pronto se le pintarán bigotes a la Mona Lisa.
Pero de seguro la decisión de este premio no ha sido por su capacidad para respetar el patrimonio arquitectónico del país. Debe haber sido por su pragmatismo en la época salinista; por su tenacidad a pesar de la derrota (perdió el gobierno contra Borunda y la presidencia contra ALM) y por su siempre declarada vocación por la democracia.
De todos modos ojala y el distinguido chihuahuense disfrute su premio.
DUARTE
En su mensaje inaugural Cesar Duarte, gobernador de Chihuahua, propuso una revisión de la estrategia contra el crimen cuando se cumplieran cien días.
–¿Vas a tener algo importante para informar?
–Eso espero. El asunto no puede esperar.
Después de lo ocurrido en Ciudad Juárez todo se ve negro como nunca antes con o sin la esperanza del comprometido gobernador.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona