Carlos Salinas irrumpe en la discusión nacional con un tema abiertamente electoral en un foro de esa misma naturaleza, cuando ha sido señalado una y otra vez (Andrés pasea por toda parte sus fotografías con EPN) como promotor y protector de un candidato. Si no impulsa ni propulsa la candidatura de Peña Nieto, ya es algo absolutamente irrelevante
uizá contagiado por el ejemplo de los chilenos cuya mayor tarea ha sido arrancar de la entraña minera a los compañeros hundidos en el socavón, Carlos Salinas de Gortari, como quien nada dice, anuncia sus intenciones: echar al Partido Acción Nacional fuera de Los Pinos.
Eso y no otra cosa significa su proclama sobre la conveniencia de la alternancia inmediata. “Si la alternancia es prueba de la democracia, bienvenida la alternancia para el 2012”.
Esa palabra tiene hoy un peso semántico muy distinto de aquel de los años ochenta o noventa. Si antes de Vicente Fox significaba derrota priista, fin de una era, epílogo de un tiempo, conclusión de los gobiernos revolucionarios, término forzoso de la dominancia partidaria, muerte de la dictadura perfecta (para hablar como Premio Nobel), hoy alternancia significa fracaso histórico del PAN y con eso el acabose de la nueva retórica.
Como se sabe, el hombre cuyo arribo a la presidencia nacional se vio empañado por “la caída del sistema” terminó su sexenio creando instituciones democráticas como la CNDH y el Instituto Federal Electoral, entre otras.
Por eso su asistencia a un foro sobre democracia efectuado con motivo de los primeros XX años del IFE fue visto como un oportunista aprovechamiento de la efeméride y hasta en los ojos de algún crítico mordaz una burla al espíritu verdaderamente democrático vigente hoy en el mundo. Transitar del fraude al libre juego y beneficiarse de ambos, era para muchos una desfachatez.
Sin embargo, la historia nunca probó el fraude y ha convalidado la importancia de las nuevas instituciones. Tanto el IFE como la CNDH han hecho significativos aportes a la civilización mexicana. Con todo y sus desaciertos.
Salinas explicó la raíz de la alternancia y la resistencia en su contra por parte de la “nomenklatura” priista. El IFE fue entonces la respuesta a las inconformidades de un amplio sector del electorado. De ella y sus frutos habló con elogio de los casos en general y señaló su necesidad en Baja California, Jalisco, Guanajuato y el Distrito Federal, donde las oposiciones de entonces no han dado paso a cambios de partido y “corriente alterna” (para usar la expresión de otro Premio Nobel).
Pero, ¿será el señor Salinas tan absolutamente neutro como para ir a dar clases de historia reciente de México durante un foro en el Palacio de Minería, territorio universitario, al fin y al cabo? Desde mi punto de vista no.
Carlos Salinas irrumpe en la discusión nacional con un tema abiertamente electoral en un foro de esa misma naturaleza, cuando ha sido señalado una y otra vez (Andrés pasea por toda parte sus fotografías con EPN) como promotor y protector de un candidato.
Si Salinas no impulsa ni propulsa la candidatura de Peña Nieto, ya es algo absolutamente irrelevante. Esa especie se ha sembrado de manera convincente en el público y nadie la va a rechazar abiertamente, aun cuando nadie pueda probarla, en especial cuando el ex presidente invoca el valor supremo por el cual su partido (en contra la pétrea “Nomenklatura”) aceptó en su tiempo cambiar las reglas y competir en distintas circunstancias.
“Esto (la duda electoral) se combinó con un malestar social derivado de la crisis financiera de finales de 1987, la única hasta entonces, además de aumentos desmedidos en los precios.”
Si esos fueron los dos factores coincidentes (entre otros) para hacer posible la salida del PRI de Los Pinos, no es menos dudoso el resultado electoral de la presidencia actual ni son para menos, además de los problemas económicos, la pérdida de competitividad, la crisis financiera y los 28 mil muertos de una guerra sin fin.
Junto a las condiciones actuales los asesinatos y el alzamiento zapatista en tiempos de Salinas parecen asuntos menores.
Pero el problema con Salinas es el impacto de su personalidad. Impone tanto cuando habla o cuando elude, como para alimentar la hoguera de todas las especulaciones. Ayer –por ejemplo– ya se juraba la libertad de Diego Fernández de Cevallos sólo por la expresión de CSG en cuanto a su próxima liberación y su reinserción en el trabajo político.
Y en cuanto a su papel de rescatista, pues es muy sencillo: si Felipe Calderón se convierte en el ariete contra Andrés Manuel y la parte “religiosa” de la izquierda, pues el PRI ve entrar a la arena a Salinas con todo cuanto su historia significa. En el telón de fondo de todo esto se halla el Estado de México.
Si el PAN tiene al Presidente, ahora abiertamente el PRI tiene al ex presidente.
LA GALLINA
Como en la paradoja sobre el origen del huevo o la gallina y quién apareció primero, la alianza (o la coalición) en el Estado de México es en sí misma un enredo.
¿Quién se va a aliar con quién? ¿El Partido de la Revolución Democrática con el Partido Acción Nacional o al revés? ¿Mami arriba de papi? ¿Pero quién es papi?
Los aliancistas han resuelto casi todo, menos lo principal.
Peña Nieto ya resolvió todo en relación con ellos. Legalmente les desbarató las confusas candidaturas comunes e impuso las coaliciones ordenadas, con dinero limitado y poco tiempo para la campaña. Justa o injustamente, pero el gobernador actuó con la ley en una mano y la política en la otra. Hizo valer su poderío y su mayoría y les metió un estate quieto.
Pero los promotores del ayuntamiento no saben todavía cómo resolver el problema fundamental: a quién van a ungir como candidato. No pueden traerse a Gabino Cué, por cierto. Si a un azul vestido de amarillo o un amarillo vestido de azul. Sea como sea, les va salir un arlequín verdaderamente esperpéntico.
Y ahora aparece el factor Salinas.