Los datos publicados aquí sobre Alejandro Ordorica y la idea del Cabildo Metropolitano fueron rescatados originalmente por Paco Ortiz Pinchetti. Vale.
He visto torear a otras mujeres.
A Hilda Tenorio; a Guadalupe López, a Raquel Martínez obviamente; a las españolas Paz Vega y Cristina Sánchez (por edad no vi a Juanita Aparicio ni a Conchita Cintrón), y ahora, cuando me invitaron a ver a esta otra dama de luces, con la enorme responsabilidad en la plaza, quien exige ser llamada “Torera” con “A”, recordé a Cristina quien en un libro de ya lejana edición, dice:
“He llegado por algo a matador, soy un torero. Matador. Matadora. Torera. Torero. En un principio, utilizaban la palabra torera contra mí, con un torno sarcástico: ‘la torera’, ‘la torerita’, y me molestaba muchísimo.
“Se denomina ‘torero’ al que torea, pero la profesión puede ejercerla un hombre o una mujer ‘EL Torero’, ‘LA torero’. Estaba claro que yo era diferente, y para no marcar diferencias también con las palabras, prefería que me llamaran torero, un torero más.
“Ahora ya me da lo mismo, que me llamen como quieran. Ya no lucho contra eso, porque sé que por fin la palabra ha alcanzado el rango de dignidad que se merece. Me llaman ‘torera’ y yo lo escucho con dignidad y respeto”. (Libro Matadora, capítulo «Torero, torera»; pag. 88)”.
Pero eso no tiene ninguna importancia. Son nimiedades de sexo, género o como se le quiera decir. Lo importante es el desempeño frente al toro. Lo demás, es lo de menos, excepto cuando por aquello de la paridad se puedan torear vacas.
En este caso los aficionados saben cómo esta diestra se elevó de la cuadrilla de un torero revolucionario (era su peón de confianza, su mozo (a) de estoques y su auxiliar en cualquier necesidad), y como se dice en la fiesta, “mandón”.
La mujer a quien aludo se mira en la plaza insegura. Su faena, al menos al principio, no tiene hilvanes visibles.
Torea demasiado al callejón, como quien espera instrucciones del apoderado, quien es –obviamente–el matador a quien sirvió por tantos años y ahora beneficiario del treinta por ciento de los dividendos de las tardes contratadas, pero jamás se llevará el treinta por ciento de una cornada si la mala fortuna decide mandarle una a esta matadora, porque ya se sabe, las cornadas las pega el toro, pero las manda Dios.
Veo en su arranque de temporada un cierto desajuste entre la intención y la concreción. Ha decidido torear en la misma escuela de su antecesor; utiliza los mismos recursos de adorno y técnica, pero sin el mérito logrado de quien los inventó.
Tampoco logra imponerse cuando desde muy temprano quiere conectar con el tendido. Como decían los viejos cronistas, es fría.
Y si ser frío no es sinónimo de ser incapaz, a veces desde lo gélido se logran sitios indisputados en la historia taurina, como le ocurrió al gran Fermín Espinosa, “El maestro Armilla”, de quien los envidiosos decían, es como el Canadá: enorme, pero helado. Aquí todavía no se percibe la enormidad.
Sus lances de capa son atropellados; los quites ensucian el percal; sus muletazos son toscos, como para salir del paso. No se advierte en su toreo la catedralicia arquitectura de los buenos coletudos aun cuando use de manera natural, coleta larga sin recurrir al añadido.
Alguien dijo: para ser torero (a) lo primero es parecer torero (a). Fue “El Guerra”, creo. Pero nadie ha dicho , para ser torero (a), lo primero es parecerse a otro. Y aún así le han conseguido una encerrona con seis bureles… o menos.
HUMANISMO
“El humanismo mexicano”, esa corriente filosófica de tan ardua definición, nos lleva a pensar en aquella frase tantas veces repetida por la 4T y sus antecedentes (es el lema de la internacionalmente prestigiada Universidad de la Ciudad de México): “Nada de lo humano me es ajeno”, como dijo Publio Terencio Africano, “homo sum, humani nihil a me alienum puto”, sin homofobia alguna; es latín.
Alguien le debería enseñar eso al señor Director de Pemex, Víctor Rodríguez (Mr. “T” Shirt), cuya noción de la humanidad o la fraternidad (a pesar de su pasado universitario), depende del acta de nacimiento.
Una explosión en la refinería Deer Park, propiedad nacional en Texas, mató a dos trabajadores y dejó herida a una treintena, y él ha desdeñado las consecuencias humanas del accidente con una selectiva y excluyente declaración de extranjería.
–No eran (los muertos ) trabajadores mexicanos de PEMEX”, dijo como si nada, lo cual de seguro garantiza la pronta resurrección de esos desgraciados.