El presidente ha logrado la aprobación de su Reforma Judicial por 18 congresos locales en un tiempo récord de 21 horas después de su paso por el Senado

El presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha demostrado una vez más que en su gobierno, los deseos se hacen realidad y los desafíos se convierten en oportunidades para el festejo. Esta mañana, en una sorprendente manifestación de sincronía política, López Obrador anunció que la esperada Reforma Judicial ha sido aprobada por 18 congresos locales, en un tiempo récord: apenas 21 horas después de su aprobación en el Senado, donde recibió 86 votos a favor y 41 en contra. La reforma será publicada en el Diario Oficial de la Federación el próximo 15 de septiembre, justo a tiempo para coincidir con su última celebración del Grito de Independencia.

El proceso de aprobación fue una carrera contra el reloj. Desde las primeras horas del 11 de septiembre, Oaxaca lideró el camino con una aprobación unánime a las 7:00 a.m. Tabasco y Veracruz se sumaron rápidamente, con votaciones que reflejaron un amplio apoyo en el primero y una mayoría sólida en el segundo, antes del mediodía. Durante la tarde y noche, otros estados como Quintana Roo, Baja California Sur, Colima y Nayarit también dieron su visto bueno a la reforma. Guerrero selló la jornada con su aprobación a las 12:55 a.m. del jueves, garantizando así la mayoría necesaria.

No obstante, no todos los estados se alinearon con la propuesta. Yucatán y Zacatecas no alcanzaron la mayoría calificada requerida, con resultados ajustados que reflejan una resistencia parcial a la reforma.

En una de sus acostumbradas conferencias matutinas, el mandatario se tomó un momento para reflexionar sobre cómo todo le ha salido a pedir de boca. Agradeció efusivamente a la presidenta electa, Claudia Sheinbaum Pardo, y a los legisladores que apoyaron la reforma, describiéndolos como los héroes no oficiales de su administración; un elegante intento de engrandecer a sus aliados en un último acto de camaradería política.

La reforma, que promete devolverle a la Constitución de 1917 su supuesto «espíritu original», parece haber sido un regalo en sí mismo para el presidente. No perdió la oportunidad de hacer una crítica a las reformas neoliberales del pasado, que, según él, habían «desnaturalizado» la Constitución. En un giro irónico, parece que, en lugar de corregir los males del pasado, su administración ha encontrado la manera de consolidar su propia versión de la historia.