Podrá el lenguaje oral decirnos cosas maravillosas, pero hay detalles en la vida, gestos, posturas, movimientos inconscientes, detalles en el silencio del cuerpo cuyos contenidos explican mucho mejor las cosas y a cuya gestualidad los expertos le han llamado lenguaje no verbal y en las fechas recientes abundan muchos de ellos (expertos, no gestos), y no desea esta íngrima columna ser uno más, pero hay actitudes cuyo contenido nos aturde o nos explica, por ejemplo, mucho se ha hablado de la dominación del señor presidente en la formación y carrera de la actual Candidata ganadora de las elecciones y ya pronto presidenta electa y dentro de muy poco tiempo más, Ejecutiva en ejercicio pleno de las facultades constitucionales contenidas en el artículo 80 al cual por cierto se le debe cambiar el texto para ajustarlo a los días corrientes, pues dice el referido párrafo:
“…Se deposita el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo de la Unión en un solo individuo, que se denominará «Presidente de los Estados Unidos Mexicanos», y así en los sucesivos artículos del título Tercero del texto constitucional cuyos machistas redactores escribieron todo en masculino (patriarcal, falocentrista, falocrático, machista y etc., etc.), cosa simple de comprender porque la Carta Magna fue escrita en el siglo antepasado, en 1917 para no ir más lejos y en su raíz está presente la misoginia así haya sufrido más de 600 cambios sin nadie para darse cuenta de este asunto del género y una cosa es el México revolucionario de balazos, ferrocarriles y caballería (cuando las mujeres no tenían derechos políticos, ni de otros tampoco), pero en fin, eso será cosa del Congreso y de alguna avispada legisladora o advertido senador o diputado quien advierta la omisión y la necesidad del cambio, pero por ahora quiero volver al asunto de los gestos y no me contengo al analizar la fotografía con cuya contundencia fraterna ornaron sus páginas los diarios de este país y las redes y los sitios de internet en muchas partes, porque en el extremo del entusiasmo y el fervor de la victoria (les pertenece a todos los morenos), cuando el pasado lunes nuestro bienamado señor presidente invitó a su antigua discípula y colaboradora a comer al Palacio Nacional y al recibirla en las puertas, le aplicó algo parecido a una llave de lucha libre, porque su brazo pasó en torno del cuello de la señora doctora y con la fuerza de la palanca del antebrazo, asimismo, pues como se hace con “La china” o la “Nelson Full”, pero de lado, y así la atrajo hacia sí –con firmeza– para después obsequiarle un gran beso con lo cual, se expresaron dos cosas: la primera una sujeción inmovilizante (no faltará quien describa también así la relación política hasta ahora), y la segunda una expresión pública de afecto muy evocadora de la sumisión o el dominio, pues mantuvo por segundos a la señora doctora en los siempre incontrolables terrenos de la sorpresa, y para muchos en una imagen reveladora: te quiero mucho, pero no te suelto: no dejo en paz ni tu camino, ni tu decisión, ni tu destino ajeno al mío, y así ya se pueden elaborar todas las teorías habidas y por haber, pero el hecho fue ese, la doctora quieta y con ojos de plato, mientras el presidente le muestra su afecto y por desgracia uno vive en el mundo refranero de la tradición oral mexicana y como dice el dicho, tanto quiere el diablo a su hijo, hasta que le saca los ojitos, cosa imposible en este caso, porque el señor presidente no es Satán, ni la Doctora es hija suya, para eso están quienes están, pero hay amores mortales, pasiones sofocantes, apegos paralizantes y después de eso nos dicen, la señora está invitada a recorrer el país en alguna gira de las muchas del señor presidente a quien el cargo, como todos sabemos, nunca le quitó lo errabundo, pues el despacho presidencial le viene estrecho, y el palacio le queda chico y es la suya un alma libre, dispersa, diluida en todos los paisajes y vientos de la patria y no se le ofrezca a un tiburón la tranquila estrechez de una pecera, pues no se trata de un delfín entrenado para saltar en pos de la sardina mientras los niños del circo acuático aplauden, no, de ninguna manera y así le dice a la obsecuente (hasta hoy) sucesora, vamos al sendero, recorramos la brecha, impregnemos nuestra pie, con el aroma del pueblo bueno y sabio y ella dice, vamos pero no se le advierte el mismo entusiasmo, como si toda esta incomodidad fuera un simple ejercicio de paciencia porque en octubre ya te quiero ver, compañero, aunque ahora yo me suba al Mexicana de Aviación y tu vueles en el Grumann de la Fuerza Aérea Mexicana y vayamos juntos a aplaudir tu obra (aplaudirte a ti); por la ruta del Tren Maya o el corredor Transístmico o las Dos Bocas de la Refinería y el AIFA y… bueno, nada más porque no hay más cosas ni más obras ni caprichos adicionales, excepto si hablamos de las modificaciones, transformaciones y reformas a las cuales se someterá el siempre adverso Poderes Judicial cuyos recursos de amparo ya han sido esmerilados por la Cuarta Transformación y cuyos ministros, magistrados y jueces serán designados por el voto popular, lo cual quiere decir, por Morena, cuya capacidad poca convertirá al Poder Judicial en una sucursal del Movimiento de Regeneración Nacional en detrimento de cualquier asomo de calidad y en destructivo afán de toda pluralidad, incluyendo en este amplio concepto la anhelada neutralidad de los juzgadores, pero así eso las cosas y la señora le quiere dar vueltas al asunto y ahora viene el simulacro democrático de las consulta y el parlamento abierto, lo cual, es una pachanga siniestra cuyo resultado conocemos anticipadamente, mientras en el otro mundo, el mundo no moreno los mercados financieros externan su resquemor y le dan forma a su desconfianza, y cuando se dan pasos para restaurar esas condiciones, zácatelas, tómala barbón, el señor presidente insiste y como Zeus alza la voz: la reforma va porque va porque yo lo digo y yo la pido para septiembre y para septiembre estará lista como todos veremos, como todos sabemos…