Con esta declaración, divulgada ayer durante horas y horas, Alessandra Rojo de la Vega marcó el rumbo del debate entre los aspirantes al gobierno de la ciudad de México:
“Sin duda mi vida nunca va a ser igual. La gente que me conoce sabe que me he enfrentado al sistema, que he sido activista en un país en donde te atacan por hacer el bien. Me ha perseguido la policía, la Fiscalía y ahora intentaron matarme, tal vez para bajarme de una elección”, declaró la candidata.
El karma de la peor violencia registrada en la república mexicana (muy pronto 200 mil, muertos cuya rigidez demuestra la ausencia de la violencia, según el vidente presidente), persiguió a la candidata oficial, Clara Brugada desde el arranque de las hostilidades verbales.
Su cantaleta de la seguridad, se fue por el caño.
Pésimo momento este del atentado contra Alessandra. Tan inoportuno como esconder la información relacionada con el agua contaminada en la alcaldía de la ciudad de México y tan fuera de ocasión como el calor y los apagones o la imposibilidad de atender la contaminación y evitar las contingencias ambientales registradas entre debate y debate. .
Y aquello de las hostilidades –líneas arriba–, lo tomo de cualquier crónica deportiva, pero el hecho es muy sencillo, el tercer debate encontró a la candidata de Morena en peores condiciones de cuando le salvaron el pellejo electoral con el invento de Juanito o le ganó al ganador de la encuesta por el muy discutible mérito de su condición femenina y las exigencias partidarias, mientras a Don Omar García (candidato de Claudia Sheinbaum) le pagaron la comprensión, con la más amplia mercadotecnia jamás lograda (como de rockstar) por un aspirante al Senado. Lo han convertido en el ajonjolí de todos los moles, a cambio de su docil resignación y su silencio tras haberle quitado la candidatura y una muy posible victoria. Por eso Clara, ni lo menciona.
Con ese marco el debate ya tenía un cuarto participante. Alessandra o la violencia. Alessandra o el delito urbano, y hasta el allanamiento de la casa de Karen Quiroga en Iztapalapa (¿dónde más?), aunque Clarea Brugada diga:
“…Hago un llamado a actuar con responsabilidad y a no politizar los hechos…” (el intento de homicidio de una mujer que hace política no se puede politizar, dice la doña); usted puede escoger, y Taboada también, porque ante la eclosión del tema favorito (el cártel inmobiliario), se analiza el otro cártel, monopolio del gobierno central, el del uso del suelo, cuyo inmoral desastre comenzó cuando Andrés Manuel fue jefe de Gobierno y emitió bandos como ucases Pedro el Grande.
Pero nadie explica el desastre urbano agravado tras casi treinta años de gobiernos de izquierda, cuya gestión convirtió “La ciudad de los Palacios” en esta ruina contaminada, sucia, inoperante y mal administrada de principio a fin.
Ordenamiento territorial, promete Clara, lo cual implica desorden, pues sólo se ordena lo caótico, etc, etc.
Todo cuanto en el debate se dice se ha repetido hasta la saciedad y en algunos casos hasta la suciedad. Salomón Chertorivsky promete 40 mil viviendas cada año. Y lo dice poco después de exhibir un “porro” madrileño. Tanto habla de lo “chilango” y ni siquiera le llama carrujo a un churro. “Porro”, jolines.
Este debate bordeó los límites del ridículo. Como ”Chabelo”, “por el bien de todos, primero los niños”. Y los niños salen a preguntar bobadas y a decir sus nombres y el rizado de sus cabellitos y su evidente uso de los anteojos. Pobres infantes.
Y todo esto en medio de una tarabilla de imposible cumplimiento; viviendas para los indígenas, como dice Clara, para los jóvenes, para los etc, etc., puro rollo demagógico. Ni propuestas ni respuestas.
Puro cuento. Y a eso le llamamos democracia.