Las escenas de cruce irregular se han vuelto cotidianas para esta comunidad fronteriza que vive integrada a ambos lados de la división que marca el Río Bravo y que hoy organizó su fiesta más popular: el Festival de la Amistad, que celebra la herencia mexicana
A pesar de que la ley texana de detención y deportación de inmigrantes SB4 está suspendida por la Justicia, la Guardia Nacional estatal intenta impedir las entradas con alambradas y al grito de «Te va a parar la policía».
Esa es la advertencia para los que osan cruzar a Estados Unidos desde México frente a los puestos de la Guardia Nacional texana, que ha tomado control de la línea fronteriza como parte de la «Operación Lone Star» y que, con la SB4, quiere tratar como delito la inmigración indocumentada.
«Vuélvete a México», «Por el puente» o «Te para la policía», fueron algunos de los avisos que este sábado lanzaba una decena de guardias nacionales a un migrante apostado en el perímetro del parque Shelby de Eagle Pass, blindado con varias líneas de concertina y un muro de contenedores marítimos.
Tras varias horas de intentos por encontrar un hueco en la barrera, que discurre también frente a un campo de golf, el migrante desistió y regresó a Piedras Negras (México).
Las escenas de cruce irregular se han vuelto cotidianas para esta comunidad fronteriza que vive integrada a ambos lados de la división que marca el Río Bravo y que hoy organizó su fiesta más popular: el Festival de la Amistad, que celebra la herencia mexicana.
No obstante, este año los bailes mexicanos no podrán tener lugar en el parque Shelby frente a México, tomado por la policía y militares de Texas, Florida y pronto también de Arkansas, todos estados gobernados por republicanos.
«Nuestros políticos se han prestado a esto y han permitido que el gobernador (Greg) Abbott nos quitara el acceso al parque donde nos reuníamos todos», explica Ricardo Calderón, abogado y editor del Eagle Pass Business Journal.
Pese a que la SB4, una ley estatal que criminaliza los cruces irregulares del río, está suspendida por su posible inconstitucionalidad, Texas ha tomado el control de una parte importante de seguridad migratoria y con barcas y uniformados armados intenta disuadir a los inmigrantes de su entrada.
«Nos han robado el río, nuestro parque y nuestra libertad para disfrutar de la vida en la frontera», explica Jessie Fuentes, dueño de un negocio de viajes en kayak por el Río Grande que ha tenido que cerrar y que hoy desfiló con los cascarones de su negocio fallido en el Festival de la Amistad a modo de protesta.
Solo hay que adentrarse unos kilómetros más al norte para superar la tramoya de alambres, boyas y hombres armados del gobernador Abbott, quien hace menos de un mes invitó al expresidente Donald Trump a ver su despliegue contra la «invasión» inmigrante.
Este sábado las salvadoreñas Laura y Susana cruzaron el río frente a Jiménez (Coahuila) con dos niñas y dos niños de menos de 8 años, y caminaron tierra adentro hasta que fueron arrestadas por una Patrulla Fronteriza tras varios kilómetros de travesía.
«Estamos muy contentas de estar aquí. Íbamos lentos y ya no nos queda nada de agua», explica Susana a la sombra de una pick-up de la Patrulla Fronteriza a la vereda de la carretera, punto final de un viaje de más de un mes hacia Estados Unidos.
Las mujeres exhaustas quieren ser procesadas por la autoridades de inmigración y poder tomar rumbo a Carolina del Norte, donde aseguran que tienen familia.
Los que pasan por los centros de procesamiento son llevados a refugios como Mission Border Hope, que ayuda a los inmigrantes, la mayoría venezolanos, centroamericanos y haitianos, a descansar, recuperarse y proseguir su viaje hacia el interior de Estados Unidos.
Una de esas familias, con las ropas blancas que les entregan tras ser registrados, esperaba a un autobús que les llevaría a Austin (Texas). Habían completado este viacrucis migrante con dos niños, uno de ellos discapacitado.