200710-1c

Hace siete años, en una típica noche de octubre en Coahuila, con un suave viento y muchas estrellas en el cielo, Enrique Martínez y Martínez, entonces gobernador del estado inauguró una escultura monumental, un bello arco amarillo en medio del desierto. Sebastián había alzado un par de espigas gigantescas en forma de portón unido por el curvado dintel y la inauguración del monumento, rodeado de carreteras y con vías de comunicación de varios pisos en el entorno, era como una puerta al futuro de la comarca lagunera. Un símbolo de prosperidad, de orgullo.

La puesta en servicio de la obra —engalanada con una interminable lluvia de fuego de artificio— corrió a cargo del ejecutivo estatal Enrique Martínez y Martínez y del alcalde Guillermo Anaya Llamas. A los dos se les acabaron las palabras para hablar de progreso; la paz, la convivencia, la maravilla, la felicidad, la justicia. Hubo música, fiesta, palabrería y una cena infinita.

Pero la descomposición social ya estaba sembrada.

Si el gobernador podía presumir en esos días del envidiable caso de un estado donde no había ocurrido un solo secuestro, al menos en ese año, la realidad hoy es sumamente distinta. Como si en esos siete años se hubieran muerto no sólo las vacas gordas sino también las flacas.

Mientras en la zona oriental del estado las grandes aguas inundan miles de hectáreas, en la comarca lagunera una vez más se ceban los asesinos:

En seis meses —de febrero a julio—, han ocurrido 214 homicidios violentos en Torreón, 160 más de los registrados durante 2009 y los 100 conocidos en el 2008. En Torreón y Gómez Palacio hubo cuatro crímenes de grupo en el primer semestre del 2010.

José Carlos García, ombudsman en Torreón, se refirió a la más reciente matanza, la de la fiesta dominical y explicó entre otras cosas: desde hace más de tres meses, la ciudad carece de una fuerza policiaca federal y tiene una fuerza local mermada: cuatrocientos policías fueron dados de baja después de una huelga sin sustento legal.

Ante esto, el secretario de Gobernación, Francisco Blake Mora, se comunicó con el gobernador Humberto Moreira para preguntarle comedidamente, si algo se le ofrece. Casi como el infaltable primo cuya pregunta en medio del chubasco, frente al recién llegado a la casa hecho una sopa, solamente puede ser:

—¿Está lloviendo?

En Coahuila hoy la desgracia se abate por todas partes.

El gobernador Humberto Moreira Valdés solicitó formalmente un aumento en los efectivos federales. Como en Ciudad Juárez, por ejemplo, como en Morelia; en Reynosa, en Matamoros, en Victoria. Como en todas partes.

Un comunicado oficial dice:

“En uso de sus facultades, el secretario Blake dará cauce a la petición del gobierno de Coahuila para reforzar el despliegue de las fuerzas federales y mejorar la articulación de la estrategia de combate a la delincuencia organizada y hacer frente a la dinámica de violencia de las organizaciones criminales”.

Quise referir la escena del principio con la jubilosa inauguración de una obra de simbología escultórica solo para subrayar dos aspectos. El primero cuando se podía hacer una fiesta de este tipo y el segundo, recalcar lo corto del tiempo. Hace siete años. El último tercio de Vicente Fox y todo el actual gobierno de Calderón.

-¿Cómo en tan poco tiempo Coahuila pasó de ser un “paraíso” de seguridad en el país, mientras otras zonas norteñas y fronterizas (especialmente Tijuana, Juárez y Reynosa) eran sucursales del infierno?

No lo sé yo y no lo sabe nadie, pero hoy en Coahuila hay muy pocas cosas para festejar. También ahí se ha podrido el asunto. Tanto como en los medios de información: ayer una agencia de noticias decía:

“De acuerdo con reportes de la Procuraduría General de la República, los hechos ocurridos en Torreón, se inició la averiguación previa toda vez que existen indicios de que el ataque fue cometido por integrantes del crimen organizado”. Vaya con la esplendorosa inteligencia de quien en esto advierte “indicios” del crimen organizado.

Pero hay cosas hasta jocosas. El Fonden aportó tres mil paquetes con ayuda en muebles y alimentos y colchones para los damnificados de Sabinas. En esa misma circunstancia la Fundación Telmex financió 40 mil de esas mismas dotaciones.

Ahora resulta, el desfondado Fonden de la Secretaría de Gobernación no le llega a Carlos Slim.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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