De Carlos Urzúa recuerdo siempre algunos gestos: su sonrisa. Su agudeza de humor, su capacidad para combinar la visión política con la herramienta económica. Nunca, ni después de su renuncia, comprendí sus años de cercanía con Andrés Manuel. A últimas fechas, quizá ni él mismo lo habría entendido.

Cuando muere un escritor, un literato, aparece en alguna parte el eterno lugar común: el mejor homenaje es leerlo. Urzúa dictaba en sus textos pequeñas cátedras. Por eso yo quisiera repetir aquí algunas de sus certeras observaciones sobre los acontecimientos recientes en el país. Su visión precisa ante los problemas y la vista hacia la profundidad de sus causas, como en este artículo cuya publicación ocurrió poco tiempo antes del accidente mortal, relacionado con el alarmante problema de la desidia ante la deshidratación nacional.

“ (El Universal).-Durante los primeros cinco años de su sexenio, Andrés Manuel López Obrador nunca supo apreciar la enorme importancia que tiene el agua para todos los mexicanos, pobres o ricos, morenistas o no. Pero ahora que se acercan las elecciones presidenciales ya reculó. Hace unos días él y las autoridades de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) se reunieron apresuradamente con los gobernantes de la Ciudad de México y el Estado de México para tratar de enfrentar la falta del líquido en el Valle de México, como si fuera la única región con problemas de agua en la República.

“Entre todos los proyectos de inversión pública que palomeó López Obrador a principios de su sexenio, muy pocos de los cuales fueron concretados posteriormente, nunca se contempló que el gobierno federal invirtiera de manera realmente significativa para mejorar el sistema hídrico de México. Siguiendo al pie de la letra lo que aprendió en el siglo pasado, en los años setenta para más detalle, el presidente siempre privilegió el petróleo sobre el agua. A pesar de la importancia inmensamente mayor del agua sobre el petróleo, el dinero público que se ha gastado en esta administración en el sector de hidrocarburos excede, y por mucho, el dedicado a fortalecer el sistema hídrico nacional.

“En el presupuesto federal correspondiente a este 2024, el monto asignado a Conagua fue del orden de 63 mil millones de pesos. En términos reales, esta cantidad representa una reducción del 13% de la cantidad aprobada para el año pasado. Ese recorte presupuestal fue hecho a pesar de que en el 2023 el país sufrió una de las olas de calor más intensas y una de las sequías más pronunciadas de las que se tenga memoria, probablemente debido al irreversible cambio climático. Un hecho más que preocupante es que el nivel de almacenamiento de las presas no llega ahora ni siquiera a la mitad de su capacidad.

En comparación con esos modestos 63 mil millones de pesos, tan solo la aportación presupuestada para mantener este año a flote a Pemex será del orden de 140 mil millones de pesos. Más aún, como la compañía petrolera tiene problemas financieros muy graves y no pudo pagar sus obligaciones tributarias el año pasado, en particular el llamado derecho por la utilidad compartida, el presidente acaba de firmar un decreto para condonarle más de 80 mil millones de pesos. Esto último en detrimento de los ingresos públicos de las entidades federativas, dos tercios de las cuales ya están sufriendo consecuencias económicas por la grave sequía.

“La comparación entre las inversiones públicas en el sector hídrico y en el sector de los hidrocarburos estaría incompleta sin hablar del proyecto sobre el que más alardea López Obrador: la refinería de Dos Bocas. Uno puede o no creer la promesa presidencial de que, ahora sí, ya está por iniciar la producción de la refinería (¡en diez días, según eso!), pero lo que es innegable es que su costo final será entre dos o tres veces el presupuestado inicialmente…”

Descanse en paz.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona