En abril de este año el gobierno federal nos regaló una sorpresa mayúscula: Alejandro Ordoño, un administrador de los servicios de seguridad e inteligencia (información política) y hasta días antes coordinador general de Administración y Finanzas del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) en la Secretaría de Gobernación, se convertía —en una extraña machincuepa—, en impulsor de los medios audiovisuales del país.
Con base en un decreto intempestivo como todo ucase, emitido el 31 de marzo y cuyas consideraciones (generalidades aplicables a cualquier cosa y en cualquier momento) se plantean necesidades urgentes en materia de comunicación y se hace necesario “garantizar la función social en la prestación del servicio público de radio y televisión” como parte fundamental de una “integración nacional” para lograr (nomás), “el fomento del respeto y la tolerancia, la promoción de la reflexión y el mejoramiento de las formas de convivencia humana”, el gobierno se sacó de la manga este organismo público el cual ya ha ofrecido su primer fruto: trasladar el Canal 11 del campo educativo al terreno político.
Como es lógico ese órgano de producción audiovisual (propaganda si está en esas manos) depende (usted adivinó) de la Secretaría de Gobernación.
Nadie nos ha explicado cómo la promoción de los valores sociales (no únicamente el calendario cívico y los desfiles); el pensamiento y la convivencia pueden quedar inscritos en las obligaciones de una entidad de enlace y control político, a despecho de otras cuya materia es la cultura y la educación.
Es una vieja discusión al parecer resuelta por esta administración en favor de lo primero: ¿son los medios públicos órganos de respaldo político o deben estar en pro de la instrucción pública y la difusión cultural sin ulteriores intenciones?
El decreto de origen de este organismo público deslinda así el asunto: “(considerando que) en la actualidad, los medios de comunicación constituyen herramientas indispensables para una adecuada interacción entre los habitantes y la autoridad…”
Como vemos en esa definición, quizá una confesión involuntaria, se acaban todos los tratados sobre comunicación humana y medios de difusión.
La TV la radio y todos los demás medios públicos son (para este gobierno) en el mejor de los casos puentes entre la autoridad y los habitantes del país; no entre los habitantes y los habitantes. La lógica sumisa del receptor pasivo bajo un emisor todopoderoso se repite como si se tratara del estatismo feroz o del mercantilismo insensible.
En esas condiciones, al menos en el organigrama, el Canal 11 resulta una excepción pues depende del IPN (en teoría, pues su directora no interviene en casi nada; mucho menos en el nombramiento del director) pero ahora, con la presentación ayer de su ampliación de cobertura bajo el ala protectora de la Segob, las cosas cambian diametralmente.
Alguien cuya perspicacia separa los gatos entre las liebres, el senador Manlio Fabio Beltrones lo ha advertido y dijo ayer mismo:
—“…yo creo que estamos regresando a épocas muy superadas, cuando existía control político por parte de la Secretaría de Gobernación (y mira si Manlio conoció esas épocas) sobre los órganos de difusión que están en manos del Estado mexicano. Ese es el problema que existe en este gobierno que no sabe distinguir entre el Estado y el gobierno; habla indistintamente de gobierno o de Estado, cuando estos son sumamente diferentes.
“Así, en ocasiones parece que acontece hasta con las agencias de información como puede ser Notimex, de la que muchos hablan que en la pasada contienda privilegió a un partido político, no obstante que es un órgano del Estado Mexicano”.
Pero al hacer el anuncio de esta extensión de la cobertura el Presidente celebró de esta forma:
“Esta ampliación de cobertura es posible, entre otras cosas, a través del convenio de colaboración entre Once TV México y el Organismo Promotor de Medios Audiovisuales, con lo cual también inicia operaciones este organismo descentralizado (de la Segob), que así cumple con uno de sus primeros y más importantes objetivos, que es contribuir a la ampliación de la oferta de comunicación de servicio público, no sólo del Gobierno Federal, sino del Estado mexicano”.
En este como en casi todos los casos de la vida no queda sino esperar cómo se cumplen las palabras del Evangelio:
«Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis.» (Mt 7,15-20)
Vamos pronto a ver los frutos de Sariñana y Ordoño.