A pesar de la falsa distinción entre sociedad y política (como si los políticos no fueran parte de la sociedad), el deprimente espectáculo de estos días, en cuyo gélido transcurso nada más hemos visto impreparación, malicia, codicia y exhibiciones grotescas de avorazamiento, renuncia y desprecio al talento, exaltación de los ruindad, demostraciones cotidianas de cinismo y trasgresión de, los límites legales, en todas las áreas, nos ofrece como sola evidencia la pobreza intelectual, social y política de los mexicanos en su conjunto.

Con mucha frecuencia, como si se tratara de los frutos de su propia pedagogía, el señor presidente de la República, nos ha dicho, este es uno de los pueblos más politizados del mundo, un pueblo avispado.  Es posible, las avispas, a diferencia de las abejas, no sirven para nada. Ni miel ofrecen.

–¿Tiene esa ramplona definición entomológica algún asidero con la realidad? No lo creo.

La politización de un país no se mide con la atención dispensada a los noticiarios de la radio o la televisión ni a la lectura de los diarios. Tampoco a su cabalgata a lomos de las redes sociales. Ni siquiera en su concurrencia a las urnas.

La única participación política indeclinable de los grandes sectores nacionales obedece a su pasiva condición de beneficiarios agradecidos de los programas socio electorales del gobierno y a la resignada actitud de quien suplica por la vigencia de sus derechos en las interminables filas de la burocracia.

Politizarse así, es resignarse con agradecimiento.

Y quien así no lo hiciere, quien de otra manera llegara a pensar, se debe al racismo, al clasismo o al desprecio por el pueblo. Fácil.

La sierpe se muerde la cola.

“…No hay polarización, hay politización, porque no hay polarización, porque la mayoría de la gente está de acuerdo con lo que se está haciendo, no solo es lo que se manifestado; nuestros adversarios deben tomar en cuenta la opinión de la gente, porque ese es su principal problema, y creen que el pueblo es tonto, no… Tienen que tenerle más respeto a la gente y no actuar con actitudes de superioridad es un problema serio el clasismo, el racismo”, ha dicho el dirigente del Movimiento de Regeneración Nacional.

Lo demás –la capacidad de organización, la posibilidad de constituir asociaciones, grupos o partidos políticos o por lo menos asistir a las juntas de condóminos–, no le pasa por la cabeza a la sociedad mexicana ocupada en los chismorreos. Hacer política es participar. Observar la grilla no es politización; es frivolidad temática.

Es como cuando alguien envía por las redes el bodrio ese de “La marioneta” y –haciendo un paralelo–  se siente sabio literario.

El tratamiento otorgado –por ejemplo— a una denuncia por financiamiento corrupto a una campaña presidencial, como ha hecho Sanjuana Martínez (en afanoso y prolijo ajuste de cuentas), se recibe como el pleito entre Luis Miguel y “La chule” por una pensión alimentaria.

Y por desgracia no es un pleito de comadres (Claudia vs Sanjuana), debería tomarse como un testimonio verosímil, de corrupción (también) electoral del partido en el poder. La banalización en las redes sociales, materia esencial de ese tipo de conexión, convierte todo en tema de cotilleo y chisme; no de madurez colectiva.

La peor muestra de superficialidad y hasta cierto punto esnobismo politiquero es la indiferencia ante la erosión de las instituciones. Nadie parece advertirlo.

Si miles salieron a la calle, según ellos para proteger al INE, no se dieron cuenta cuando la disfuncionalidad del instituto se alojó en su entraña, lo cual, resultó peor.

Ahora, cuando el renco tribunal electoral, en manos de una seguidora de Morena, la golpista señora Mónica Soto, rompe todo el control de un órgano colegiado cuya raíz era la “ciudadanización” del órgano electoral, tampoco hay quien alce la voz.

“10 de enero. –(SE). La Sala Superior del TEPJF modificó el acuerdo del Instituto Nacional Electoral (INE) en el que se establecieron plazos y requisitos para que la consejera presidenta presentara al pleno las propuestas para ocupar las titularidades de la Secretaría Ejecutiva, direcciones y unidades técnicas, o bien, a los encargados de despacho respectivos.

“A petición de Morena, PRI y PT, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) avaló modificar el acuerdo del Instituto Nacional Electoral (INE) que plantea un mecanismo extraordinario para nombrar a altos funcionarios del organismo, por lo que ahora la consejera presidenta, Guadalupe Taddei, podrá designar al personal sin el aval del Consejo General”.

El consejo general fue degradado a macetero. Y no pasó nada.

Una sociedad politizada debería cuidar sus instituciones; no aplaudir la demolición gracias a un plato de lentejas, mientras otro sector se alza de hombros, en espera de una quesadilla de sesos.

Otro ejemplo del real apoliticismo (como sinónimo de resignación, fatalidad o desinterés por la cosa pública) es la indiferencia ante el gravísimo asunto de la advertencia codiciosa sobre los fondos en las Afores. Cinco billones de pesos. La reforma presidencial del sistema pensionario, deslizada para palpar la reacción, precisamente en tiempos electorales, es un ominoso anuncio: nadie movió un dedo. Y el botín es mayúsculo.

Así ocurrió también cuando se promueve un cierre absoluto de la Plaza de la Constitución y una intervención dizque urbanística en favor de peatones y ciclistas (una plaga verdadera), cuando se trata en el fondo de restringir su uso para manifestaciones políticas de la oposición antes del comienzo de las campañas. El Zócalo no se toca. Es mío, es el patio frontal de mi casa.

Y así, paso a paso, la indiferencia es el camino de una sociedad poco vertebrada cuyo aprendizaje viene desde el lejano año 1767, cuando Don Carlos Francisco de Croix, marqués de Croix, caballero de la  Orden de Calatrava, comendador de Molinos, y Laguna Rota en la misma Orden; teniente general de los reales ejércitos de S.M., virrey, gobernador, y capitán general del Reino de Nueva España, presidente de su Real Audiencia, superintendente general de Real Hacienda, y Ramo del Tabaco de él, presidente de la Junta, y juez conservador de este ramo, subdelegado general del Establecimiento de Correos Marítimos en el mismo Reino, trabajó contra las rebeliones apaches en el norte y expulsó a la Compañía de Jesús, a través de un ucase hasta hoy vigente:

“… de una vez para lo venidero deben saber los súbditos del gran monarca que ocupa el trono de España, que nacieron para callar y obedecer y no para discurrir, ni opinar en los altos asuntos del gobierno…”

Súbditos; no ciudadanos.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona