Luisa María Alcalde dejó un desastre silencioso en la Secretaría del Trabajo, en buena medida porque todo lo que no es clavadamente 4T, nada más no le pasa. Su único logro real en Trabajo fue posicionar a su grupo (inmiscuido en cuestiones de derecho laboral) en un sector gubernamental estratégico para ella. Y claro, Luisa María es una figura de ese grupo que no necesita sus antecedentes familiares, tiene peso propio. Pero de logros personales como responsable de la STPS, poco o nada.

De la erradicación del outsourcing, todo fue simulación (¿queda alguien en este país que esté contratado por su patrón y no por un outsourcing gandalla?); de la preparación para llegar a verdaderos juicios laborales que sustituyan las mesas de conciliación actuales, nada (pasará lo mismo que con el nuevo sistema de justicia penal); del arreglo de sectores como el minero, tampoco.

Y lo peor, dejó una bomba de tiempo en la STyPS al no establecer con tiempo procedimientos para decidir el destino de miles de trabajadores de esa dependencia cuyas funciones irán desapareciendo poco a poco. ¿Qué se le ocurrió? Pues lo mismo que debía combatir: anuncios al personal de que su plaza se trasladaba ipso facto a Veracruz, Tabasco o Sonora. Que se fueran a vivir para allá. Claro, una forma nada amable de pedirles que ya renuncien.

Y claro, negando viáticos (¿Cómo viáticos al lugar donde está tu plaza?) acosan y acosan al personal de la dependencia.

Y en su nuevo changarro, en Bucareli, la imagen que acompaña estas letras vaticina resultados similares. ¿Se le nota que ya le pusieron sobre el escritorio todo lo que Alfaro, gobernador de Jalisco, piensa hacer para apoyar a Xóchitl?

Ahí el lector dirá.