Tr: @vromog
Se aproximan los tiempos electorales rumbo al 2024 y, conforme avanzan, aumenta el exhibicionismo político para llamar la atención de los electores y seguir viviendo del presupuesto gubernamental, aunque nunca hayan dado buenos resultados a la ciudadanía.
Es el caso de la actual senadora por el PAN, Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz, cuya trayectoria política está marcada por la mentira, la corrupción, la chunga y el argüende.
Lo mismo se enfunda en una botarga, se encadena, se disfraza, difunde eventos privados en la plataforma Periscope o difama a quien sea con tal de atraer el morbo de las audiencias.
La irrupción de Bertha Gálvez en la política de derecha en México fue una de las muchas ocurrencias del expresidente panista, Vicente Fox, de muy triste y corrupta memoria.
Él la hizo titular de la extinta Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, de 2000 a 2006, donde se distinguió por su lenguaje florido, plagado de groserías y palabras altisonantes.
En 2010 perdió la gubernatura de Hidalgo al contender por la entonces llamada coalición “Hidalgo nos une”, integrada por el PAN, el PRD, el PT y Convergencia.
Durante una comparecencia en el Senado del secretario de Gobernación, Adán Augusto López, en octubre del año pasado, Gálvez hizo el ridículo al exhibir un pizarrón con la leyenda “AMLO trabajó con Echeverría”.
El titular de la política interior del país le dijo: senadora, “el pizarroncito que muestra es inexacto, por no decir que es una mentira”. Se le olvida que el hoy Presidente, en 1970, cursaba el segundo año de preparatoria en Villahermosa, Tabasco y Luis Echeverría fue Presidente de 1970 a 1976.
La difamación, los actos circenses y el argüende son el modus vivendi en la política de Bertha Xóchitl.
Prometió y vociferó que nunca le serían otorgados contratos a sus empresas en los gobiernos de Fox y Calderón, sin embargó, los medios de comunicación dieron a conocer varios contratos millonarios que exhibían actos de corrupción para favorecerla.
Ya como jefa delegacional de Miguel Hidalgo, cargo al que llegó violando la ley con una credencial de elector del estado de Hidalgo, juró que el edificio propiedad de su llamado City Manager, ubicado a unas cuadras de la sede de la delegación, estaba dentro de la ley.
Ella misma lo fue a defender, pero resultó que no tenía uso de suelo y contaba con pisos de más, modus operandi muy similar al del Cartel Inmobiliario de Benito Juárez.
Otra de sus cientos de promesas incumplidas a los habitantes de Miguel Hidalgo, fue cuando apostó su departamento en Las Lomas y prometió, en un programa radiofónico, que lo donaría si dejaba el cargo antes por irse a campaña.
Pero incumplió su promesa y dejó el cargo antes de concluir su mandato para buscar una senaduría.
Su paso por Miguel Hidalgo estuvo plagado de escándalos de corrupción. Todo se adquirió con sobreprecio en su administración.
El más claro ejemplo fue cuando compró flautas de música para jóvenes de la demarcación que en el mercado tenían un costo unitario de 60 pesos, pero la delegación las pagó a casi 600 pesos cada una.
Una decena de desarrolladores inmobiliarios fueron obligados a contratar los servicios de la empresa de Gálvez, especializada en edificios inteligentes, a cambio de liberarles trámites, permisos y de poder construir en Miguel Hidalgo.
Otro escándalo, al final de su administración, fueron los 10 mdp que pagó por anticipado y no pudo comprobar por la remodelación del Teatro Ángela Peralta, un caso que denunciaron la propia Secretaria de Cultura federal y vecinos de Polanco, pues “no había indicios de haber gastado tanto dinero”.
Hoy, aunque usted no lo crea, con esos “méritos” y sus repetidos actos de circo, la nueva obsesión de la panista es hacer escándalo para gobernar la CdMx. Usted, apreciable lector, ¿cree que merecemos una “gobernante” con esas credenciales?
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